La pregunta sobre qué ocurre en el cerebro en el momento de la muerte fascinó a científicos y médicos durante décadas. Jimo Borjigin, profesora de neurología y fisiología molecular e integrativa de la Universidad de Michigan, dedicó gran parte de su carrera a investigar este enigma desde la neurociencia. Sus hallazgos, fruto de estudios tanto en animales como en humanos, desafían muchas de las suposiciones previas sobre el proceso de morir.
Un descubrimiento accidental
La investigación de Borjigin en este campo comenzó casi por accidente. “Experimentábamos con ratas en el laboratorio, examinando sus secreciones neuroquímicas después de una cirugía”, relató la científica al sitio BBC Mundo. Durante uno de estos experimentos, dos ratas murieron, permitiendo a Borjigin y su equipo observar directamente el proceso de muerte cerebral. “Una de las ratas mostró una masiva secreción de serotonina”, explicó. La serotonina está vinculada con las alucinaciones, lo que despertó un gran interés en investigar más a fondo este fenómeno.
Actividad cerebral en la agonía
En 2013, un estudio realizado por Borjigin y su equipo en la Universidad de Michigan encontró que, después de la muerte clínica de las ratas, sus cerebros experimentaron una intensa actividad de varios neurotransmisores. “La serotonina aumentó 60 veces; la dopamina, de 40 a 60 veces; y la noradrenalina, que te pone muy alerta, también ascendió”, detallaron los investigadores. Esta actividad cerebral masiva y sin precedentes no se observa cuando el animal está vivo.
Estudios en humanos
En 2023, Borjigin y su equipo publicaron una investigación en la que monitorearon la actividad cerebral de cuatro pacientes humanos en coma con soporte vital. Cuando se determinó que estos pacientes no podían beneficiarse de más tratamientos médicos, se les retiraron las asistencias respiratorias con el consentimiento de sus familiares. Los investigadores registraron una alta actividad cerebral en dos de los pacientes justo después de desconectar los respiradores. “Se detectaron ondas gamma, las ondas cerebrales más rápidas, involucradas en procesamientos complejos de información y en la memoria”, explicó Borjigin.
Experiencias cercanas a la muerte (ECM)
Las experiencias cercanas a la muerte fueron reportadas por muchas personas que sobrevivieron a situaciones críticas. Estas experiencias incluyen ver una luz intensa, recordar momentos clave de la vida y tener sensaciones de flotar fuera del cuerpo. Borjigin sugiere que el cerebro hiperactivo durante un paro cardíaco puede explicar estas experiencias. “En un grupo de personas que sobrevivieron a un paro cardíaco, al menos 20% o 25% reportó haber visto una luz, lo que significa que tenían activada la corteza visual”, afirmó.
La definición de muerte y la actividad cerebral
Borjigin plantea que la muerte fue tradicionalmente enfocada en el corazón, considerando que el cerebro deja de funcionar cuando una persona sufre un paro cardíaco. Sin embargo, sus investigaciones muestran que el cerebro puede volverse hiperactivo durante este proceso. “Cuando una persona sufre un paro cardíaco, se cree que el cerebro se vuelve hipoactivo porque la persona no responde. Pero nuestras observaciones muestran que el cerebro puede estar muy activo en este momento”, explicó.
Implicaciones y futuras investigaciones
La investigación de Borjigin, aunque reveladora, es solo un punto de partida. “Nuestro estudio en humanos es muy pequeño y se necesitan muchas más investigaciones para comprender completamente la función cerebral durante el proceso de morir”, concluyó. Sin embargo, sus hallazgos ya comenzó a cambiar nuestra comprensión de lo que sucede en el cerebro en los momentos finales de la vida.
La exploración de Borjigin desafía la idea de que las experiencias cercanas a la muerte provienen de fuera del cuerpo. Ella sostiene firmemente que estas experiencias son resultado de la actividad cerebral que ocurre antes de que cesen los signos vitales. “Estoy convencida de que las experiencias cercanas a la muerte provienen de la actividad cerebral que se produce antes de que cesen los signos vitales del corazón y del cerebro, no de una actividad posterior”.