Sexualmente hablando: Víctor Noir, el milagroso de París

MITO EN PARÍS. Los restos de Víctor Noir descansan en el cementerio Père-Lachaise debajo de una estatua de bronce que atrae a las mujeres.. MITO EN PARÍS. Los restos de Víctor Noir descansan en el cementerio Père-Lachaise debajo de una estatua de bronce que atrae a las mujeres.. FOTO TOMADA DE CLARIN.COM

En todos los países existen personajes a quienes la cultura popular ha llegado a venerar después de muertos, elevándolos a la categoría de santos, sanadores o hacedores de milagros. En nuestros pagos pasa con la Difunta Correa, el Gauchito Gil, Gilda o Diego Maradona, entre otros. Sus tumbas se han vuelto verdaderos centros de peregrinación y en distintos lugares se improvisan “templos” en su memoria, donde la gente acude a rezar, hacer promesas y pedir por las más diversas intenciones.

Ocurre en Francia con Víctor Noir, un periodista que murió asesinado a los 22 años en 1870 y cuya tumba en Père-Lachaise es una de las más populares y visitadas, sobre todo por mujeres. Pero, ¿quién fue este hombre?

Yvan Salmon nació en 1848 en Attigny, una pequeña población francesa perteneciente a la región de Lorena, en el seno de una humilde familia judía, que luego se convirtió al catolicismo. Antes de trasladarse a París para dedicarse al periodismo, adoptó el seudónimo de Víctor Noir a partir del apellido de soltera de su madre y de un nombre que consideraba “más adecuado”.

Siendo muy joven empezó a trabajar para el periódico La Marsellaise, dirigido por el marqués Henri Rochefort, periodista, escritor de teatro y político; combativo, había sido sancionado en varias oportunidades por el tono crítico de sus artículos. El editor era Paschal Grousset, político de ideas republicanas y amigo de Julio Verne.

El duelo

A fines de 1869, el diario radical La Revanche publicó -inspirado en los discursos de Grousset- una serie de injurias contra Napoleón I, quien llevaba muerto más de 40 años. Pero así y todo al día siguiente, el príncipe Pierre Bonaparte hizo su descargo en una carta en el diario oficialista L’Avenir de la Corse, donde repudiaba a los periodistas de La Revanche, tratándolos de cobardes y traidores. Grousset tomó estos insultos como algo personal y como un ataque a la libertad prensa, exigiendo disculpas a través de La Marsellaise. Obviamente, la cosa no quedó allí: el príncipe Bonaparte escribió otra carta a Rochefort, afirmando defender el buen nombre de su familia: “Después de haber ultrajado a cada uno de los míos, me insultáis con la pluma de uno de vuestros sirvientes. Tiene que llegar mi turno. Solamente tengo una ventaja sobre los otros con mi nombre, y ésta es ser un hombre particular, ser un Bonaparte... Por eso os pregunto si vuestro tintero está asegurado por vuestro pecho... Yo vivo, no en un palacio, sino en el 59 de la calle Auteuil. Os prometo que si os presentáis vos mismo, no os dirán que me marché”.

Y ahí es donde entra en escena el célebre Víctor Noir y su triste final. Porque Grousset (no Rochefort) lo envió, junto a Ulrich de Fonvielle como sus padrinos, para fijar las condiciones del duelo. Armados, se presentaron a Pierre Bonaparte -en vez de contactar a los padrinos de éste, como era costumbre-, llevando una nota firmada por Grousset retándolo. El príncipe rechazó el desafío, haciendo valer su voluntad de luchar contra el marqués, y no contra unos “plebeyos”. Entonces fue que, según Fonvielle, el descendiente de Bonaparte le dio una bofetada y mató a Noir a tiros. Por el contrario, el príncipe afirmó que fue Noir quien, ofendido por el calificativo, lo golpeó en primer lugar, por lo que tuvo que dispararle en legítima defensa. Y esta fue la versión aceptada por el tribunal. Decisión que causó una gran indignación pública, que se sumó a la impopularidad del emperador.

Más de 100.000 personas siguieron en procesión funeraria el cuerpo de Noir al cementerio de Neuilly, como grito de protesta por el asesinato y la absolución de Pierre Bonaparte.

El mito

Cuando años más tarde el cuerpo de Víctor fue trasladado al cementerio de Père-Lachaise, su familia encargó al escultor Jules Dalou una estatua de bronce tamaño natural. El resultado fue más que expresivo: Víctor acostado de espaldas, como caído en la calle tras recibir el disparo, su sombrero a un costado. Curiosamente, la escultura muestra un bulto importante en la zona de la bragueta (algunos piensan que el artista quiso destacar el coraje del joven periodista que se atrevió a enfrentar a un Bonaparte).

La creencia popular dice que si se coloca una flor en el sombrero, se le da un beso en la boca y se acaricia su parte más noble se obtienen grandes dones: fertilidad, una vida sexual feliz y hasta marido en menos de un año. Esta superstición ha llevado al desgaste del bronce en ciertos lugares, lo que hizo que en 2004 se levantara una valla alrededor del monumento para protegerlo. No duró mucho la restricción: fue tanta la presión que las autoridades terminaron retirándola.

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