“El Pacto de Tucumán puede ser para la foto o una gran apuesta de interacción política”

Durante una entrevista concedida a LA GACETA, Berensztein afirmó que el presidente de la Nación está decidido a construir gobernabilidad con los mandatarios provinciales.

“El Pacto de Tucumán puede ser para la foto o una gran apuesta de interacción política”

El presidente Javier Milei está obligado a aplicar cierto pragmatismo para la nueva etapa que se le abre a su gestión, tras la sanción de las leyes que reclamaba al Congreso para encarrilar el rumbo económico de la Argentina. Así lo entiende el analista político Sergio Berensztein. En su paso por la provincia, el consultor indicó que “el Pacto de Tucumán puede ser sólo para la foto o, en el mejor de los casos, una gran apuesta de interacción política entre la Nación y las provincias”.

Durante una entrevista concedida a LA GACETA, Berensztein afirmó que el presidente de la Nación está decidido a construir gobernabilidad con los mandatarios provinciales. Por eso, acota, será importante establecer el número de representantes que el 8 de julio lo acompañarán en la Casa Histórica para la firma del Pacto de Mayo en el Día de la Independencia.

Un escenario de múltiples fracturas

La victoria en el Congreso expone al presidente Javier Milei. Si bien la Casa Rosada festeja la sanción de la Ley Bases y del paquete fiscal, el otro lado de la realidad indica que el Gobierno, a partir de ahora, tendrá que mostrar más resultados que le cambien el humor social, político y económico. Como señala el politólogo Sergio Berensztein, “hoy Milei se encuentra con un escenario de múltiples fracturas en la oposición, lo que puede darle cierto margen de maniobra. “Esa fragmentación le brinda al oficialismo una enorme oportunidad. Por eso, necesita empezar a mostrar resultados”, afirma el analista y consultor durante una entrevista concedida a LA GACETA, durante su paso por Tucumán.

-Milei ya cuenta con la Ley Bases y con el paquete fiscal, ¿qué debería pasar ahora en la Argentina?

-Tiene tres desafíos. El Gobierno ya tenía posibilidad de hacer varias cosas antes de la ley, pero por cuestiones políticas, de gestión o de falta de coordinación no las estaban haciendo. Y eso tiene que mejorar. Un ejemplo puntual fue todo el escándalo por el reparto de los alimentos. Salió en todos los medios, pero siguen acumulando el problema que sigue siendo inentendible. Entonces, al margen de los instrumentos que son importantes tiene que apuntalar la gestión, que también es muy importante. Tiene que aprovechar el momento para dar soluciones a las cuestiones que el mercado identifica como problemas. Puede parecerle que el tipo de cambio no está atrasado, que no hay urgencia con el cepo cambiario, pero el mercado piensa otra cosa y no podes echarle la culpa al Fondo Monetario Internacional de eso. Por supuesto que al FMI le interesa, pero mucho más al mercado que mira con preocupación de que el Presidente se haya enamorado de sus logros iniciales y de los instrumentos que usaron entonces. Es una tentación demasiado grande. Tiene que dar señales ya, anticipándose a lo que pasó en los últimos tiempos, porque te bajaron los bonos, se agrandó el spread entre el dólar oficial y el paralelo. ¿Políticamente, qué es todo eso? Desconfianza. No puede pasar. El segundo punto es tener claro lo que viene y hacerlo rápido, y viene luego lo tercero: la preocupación por la pérdida de empleo, que está subiendo. Es cierto que hoy mirás la política y no tenés a nadie que capitalice eso como discurso para achacarle al Gobierno. Pero eso es sólo ahora. En la medida que el Gobierno no logre satisfacer la demanda de los que creen que la cosa va a mejorar de aquí a un año, que son dos tercios de los argentinos, y que no haya pequeñas señales de que tocamos fondo, no porque lo dice el Presidente sino porque la gente lo ve, lo siente en el bolsillo y en la calle, queda comprometida la posibilidad de que el Gobierno consolide el poder el año que viene. Ojo, no digo que se diluya.

-Entonces, ¿cuál es el escenario político que hoy enfrenta Milei?

-Hoy Milei se encuentra con un entorno político fragmentado, no solo porque no tiene una oposición, sino múltiples oposiciones. Mirá lo que pasa en cada partido. Empecemos por el PRO, dividido, y no con Horacio Rodríguez Larreta, que está afuera, sino entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Mirá la UCR, también dividida, con Martín Lousteau presidiendo un partido que, en la práctica, mira para otro lado, vota otra cosa. El peronismo, totalmente dividido. Algunos dialogan; Cristina Fernández, de alguna manera, tiene que ordenar una interna que está cada día peor. El peronismo necesita un proyecto de poder, que hoy no lo tiene. Tampoco candidatos, menos ideas. Esa fragmentación le brinda al oficialismo una enorme oportunidad. Por eso, necesita empezar a mostrar resultados.

-¿Puede decirse que el Gobierno ya tiene la autonomía de vuelo que demandaba, porque el Congreso le dio las leyes que Milei pidió?

-Las leyes que pediste ya las tenés. Ahora la pelota está en poder del Gobierno. Tenés que saber qué hace con ella. Rápidametne tiene que sacar la reglamentación. Tiene que lograr cosas simbólicas. Por ejemplo, ojalá ocurra, si logras lo del proyecto de YPF con Petronas, sería un golazo. Así, la Argentina podría mostrar que tiene U$S 5.000 millones comprometidos, pero no podes terminar el gasoducto y estás importando energía. No lo querés hacer con dinero público, entonces tenés que ver en el sector privado quién lo hace. Eso requiere velocidad, management y decisión política. Milei es un presidente que delega la gestión; ejerce un liderazgo conceptual, de la brocha gorda, pero necesita involucrarse  un poco más. El sistema político demanda eso, porque el efecto político de que Milei se junte con un gobernador no es el mismo que con un ministro. En ese aspecto, el Pacto de Tucumán puede llegar a ser la foto de un encuentro más o, por el contrario, el comienzo de una interacción distinta. Requiere otro manejo, otro involucramiento personal, ya que la distancia que puso con el sistema político es tan costosa como innecesaria.

-¿El Pacto de Mayo puede ser una oportunidad, como plantea, o puede terminar como otros que históricamente se quedaron en el camino?

-Si uno mira el recorrido de los últimas décadas de la Argentina, diría que esto no va a andar, como el eslogan de una vieja propaganda. Y es entendible la desconfianza por lo ya vivido. La gran diferencia es que, si las cosas salen bien, puede ser una gran apuesta para un gobierno que busca que las provincias recuperen protagonismo y marquen diferencias mejorando el clima de negocios, con más competitividad y menos carga tributaria. Un ejemplo interesante de lo que puede pasar es lo que planteaba con el caso Petronas. Axel Kicillof no es afecto al RIGI y puede pasar que, en vez de instalarse en Bahía Blanca, lo termine haciendo en San Antonio Oeste para alegría del gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck. Es una posibilidad interesante de gestionar desarrollo. En la Argentina hubo un cambio en el debate político. Lo que se discute en la actualidad es el déficit fiscal y la política monetaria, que es de alta profundidad, el de los problemas que dejó el sistema político tradicional y nunca los atacaron. Entonces vino un señor que no era de ese sistema y cambia las reglas. En otras circunstancias, la política iba a Buenos Aires a pedir plata para la obra pública. Eso no funciona más. Aunque no salga perfecto, el Pacto puede tener derivaciones interesantes que modifican la forma clásica de hacer política que tuvo la Argentina. Y eso no es menor.

-Por un lado, planteas que hubo una reacción del mercado frente a la sanción de las leyes, ¿pero qué sucederá del lado de la política al ver que Milei ahora tiene herramientas para gestionar?

-Creo que lo que dijo (la diputada del PRO Silvia) Lospennato (cargó con lo que denominó el club del helicóptero al señalar: “lo que no pudieron en las urnas y la casa de las leyes pretenden conseguirlo en los estrados judiciales”), porque todo este proceso que se vivió en las calles y el intento de suspender el debate en el Senado pone de manifiesto que la idea de un sector de la oposición que pensaba que Milei se estrellaba o que iba a resultar fácil ponerle palos en la rueda, quedó descartado. Lo importante es que en la Argentina se resolvió una duda sobre la gobernabilidad y sin ningún episodio serio. Una vez más, este sistema político que es disfuncional para resolver los problemas más importantes para el desarrollo, para el crecimiento y para atacar la pobreza y la indigencia, al menos es estable y resiliente.

-¿Por qué le asigna tanta importancia?

-Porque ahora la oposición tiene que replantear las hipótesis. ¿Cómo enfrentamos esto? No les sirve el argumento de que Milei se cae solo y que es un loco. La oposición tendrá que comenzar a preguntarse con qué ideas, con qué voceros y con qué proyectos van a volver a competir. Ojo que también hay una posición de aquellos que piensan y dicen “déjalo que siga arreglando este problema, que no lo está del todo. Dejemos que siga gobernando el loco porque todavía tiene muchas cosas difíciles y dolorosas por hacer, que nosotros no lo vamos a hacer”.

-Pero esa postura tiene sus riesgos…

-Pero si no asumen ese riesgo, no van a volver nunca. Hay como una línea intermedia difícil de precisar. Si la reforma termina acá, entonces el Presidente no habrá arreglado lo importante. Tiene que seguir generando éxitos para que eventualmente las viejas ideas tengan algo de factibilidad. Para gastar algo, tenés que tener un respaldo mayor. No tenés dólares en el Banco Central. No te sobra nada. No tenés las AFJP para expropiar y repartir. Todas esas cajas que existieron para financiar el populismo ya no están. Me parece que el riesgo de jugar fuerte hoy es que este muchacho no plantó las bases todavía del capitalismo moderno que acumula riqueza para, eventualmente, repartir.  Ahora también es cierto que, si le va bien, el que repartirá la riqueza será el mercado y la política tendrá un problema serio, por sus formas tradicionales de repartir.

-¿La sanción de estas leyes, implica un cambio de óptica con el FMI?

-Aparecen varias cuestiones. En el corto plazo, sabemos que hubo una negociación fallida para conseguir recursos para salir del cepo y no funcionó. El FMI pedía un plan de estabilización más completo y tradicional, pero el gobierno no quiere implementarlo por ahora. Como decía, se enamoró de los instrumentos que aplicó al principio, pero le falta más de la mitad del campeonato. El FMI, primero, quiere cobrar y, segundo, sabe que es insuficiente con las medidas aplicadas. Para el mediano plazo viene debate sobre la política monetaria y cambiaria. Entonces, la Argentina puede dar  el salto que se necesita en esta segunda etapa con apoyo interno. Si le sale bien la moratoria y el blanqueo de capitales, el dinero que se obtenga le permitiría pavimentar el camino para salir de las restricciones cambiarias y sin asistencia del FMI. En consecuencia, saldría con el apoyo del mercado y no con el dinero del Fondo. Ojalá que eso ocurra el año que viene.

-En definitiva, ¿cómo puede darse en esta segunda etapa la relación de Milei con los gobernadores?

-Con bastante criterio, el Presidente decidió construir gobernabilidad en un contexto de fragmentación política y partidaria. Y lo está haciendo con los que tienen el control de las provincias, los socios fundadores de la federación. Lo más importante es establecer cuántos gobernadores vienen a Tucumán el 8 de julio, mucho más que el número de jefes de partidos. Pero persiste un problema y es que los gobernadores están acostumbrados a pedirle dinero a la Nación y no buscan en el sector privado o salen al mercado o a los organismos internacionales. Toda la vida funcionó así, es el razonamiento de varios mandatarios y, encima, cuando lo apretás, el Gobierno cedió un poco, con lo que la hipótesis termina cumpliéndose. Creo que habrá provincias que se beneficiarán más que otras con el RIGI. Creo que entramos en una etapa en la que la Argentina árida vale mucho más y la Argentina húmeda, relativamente menos. Esto es por aquello de que la energía y los minerales potencian las inversiones y ese potencial puede llegar a cambiar el equilibrio de poder en este país. Contra esto conspira la distancia de los puertos respecto de aquellas zonas áridas. Sin embargo, si sale bien, tendrá un efecto multiplicador. Pero faltan instrumentos para ordenar las prioridades de políticas publicas, un plan estratégico de corto, mediano y largo plazo. Esto puede significar para las provincias un salto cualitativo para desarrollar infraestructura.

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