Juan Falú: "Uno de mis orgullos es mantener señales de mi tucumanidad"

El guitarrista tucumano será homenajeado hoy por la Universidad Nacional de Tucumán. El balance de sus seis décadas con la música y los proyectos que están en marcha. Planteos de soberanía y dignidad en un tiempo político complejo.

DEFENSOR DE LO POPULAR Y COLECTIVO. Juan Falú expresa en las seis cuerdas de su guitarra un concepto. la gaceta / foto de analía jaramillo DEFENSOR DE LO POPULAR Y COLECTIVO. Juan Falú expresa en las seis cuerdas de su guitarra un concepto. la gaceta / foto de analía jaramillo

“Una guitarra es memoria. Es vida. Es compañera”.

Seis cuerdas y una caja de madera que amplifica su sonido al ser pulsadas son elementos inertes si no hay quien les da sentido. Juan Falú lo hace y define lo que le significa el instrumento al comienzo de esta nota. Transformar cualquier herramienta en una emoción, una evocación, una pareja ha sido su labor en décadas, transitando aulas y escenarios, siendo parte de proyectos que siempre pensaron en lo colectivo, que apuntaron a encontrar identidad popular en letra y música, que pretendieron sintetizar un pensamiento nacional.

Esta noche, desde las 21 y en el teatro Alberdi (Crisóstomo Álvarez y Jujuy), y dentro del Julio Cultral Universitario, protagonizará un concierto integrado por “mi bagaje musical de siempre, las canciones de antes, las nuevas y un grupo selecto de temas que tienen que ver con mi Tucumán”, reivindica. No será lo único: la Universidad Nacional de Tucumán lo declarará Personalidad Ilustre de la Cultura.

Este reconocimiento tiene un sabor especial, y se suma a los múltiples que ha recibido. “Significan un compromiso, una responsabilidad y también la sensación grata de sentirse cobijado en la tierra que me inspiró”, admite en diálogo con LA GACETA.

Su presencia pública en esta nueva visita a su provincia natal comenzó ayer a la tarde, con un recital gratuito y al aire libre en la plaza Roijakkers de la Villa Obrera de Tafí Viejo, junto a la orquesta popular Alejandro Heredia. “Es una presentación con mucha importancia por tratarse de un barrio obrero, por compartir con una orquesta comunitaria, con Nancy Pedro y con Ariel Alberto, y por tratarse de un evento de la gloriosa UNT”, dijo, antes de comenzar, reivindicando una vez más lo social.

Durante el verano recorrió el país en la gira titulada “De a guitarra por mi patria”, a la que definió como “intensa, con buen público y una enorme comunión, porque son tiempos en los que se busca un abrazo colectivo y a veces uno es una simple excusa para que ello ocurra”.

La idea de Patria es recurrente en su obra e inspiró a su última canción estrenada en las redes sociales (ver “Patria en vuelo...”). “Reivindico la Patria de un ayer, la de la infancia, la amada y la del mañana que esperamos con hambre de soberanía y de dignidad para su pueblo”, afirma con la carga ideológica que nunca ha faltado en su mensaje.

“La construcción cultural es un desafío, una bandera y una batalla. Hay que pensar en la Soberanía Cultural como salvaguarda de un destino liberador para nuestra Patria y nuestros pueblos. Y para esa lograr esa soberanía hay que poner en valor las culturas regionales. En la contradicción centro-periferia, quedó en claro que el predominio del centro no ayudó al crecimiento social, cultural y económico de la Argentina. Las políticas de Javier Milei expresan miedo a la cultura, lo que equivale a tener miedo al pensamiento y a la libertad. Vaya paradoja para un autodenominado ‘libertario’”, asegura.

- ¿Sos de hacer balances?

- Siempre. Reviso lo hecho, lo andado y me siento bien con el camino recorrido. Me ayudan las devoluciones cotidianas de la gente sencilla que te suelta un “muchas gracias”. Esa expresión es la señal más certera de que hay un camino que valió la pena recorrer.

- ¿Te queda algo por hacer?

- Tengo siempre el afán de fijarme metas. Ahora estoy ordenando grabaciones de muchos años que fueron acumulándose y que me permiten editar varios discos temáticos. Uno de ellos, ya en fase final, se llamará “Asuntos del Tucumán”. Y siempre queda por hacer la música que surja de alguna inspiración. No tengo urgencias de discos, de viajes, ni siquiera de escenarios. Todo ha sido ya intensamente recorrido. Pero la música por venir es algo que siempre se espera.

- ¿Vivir tantos años fuera de la provincia afectó en algo tu identidad?

- En absoluto. Creo que la fortaleció. Uno de mis orgullos es mantener señales de mi tucumanidad. En el habla, en el humor, en las comidas, en la música y, sobre todo, en la memoria. No se expresa de un modo específico o coyuntural. La identidad va con uno y se manifiesta en cada paso, en cada gesto. Pero si debo elegir un modo de expresarla, te diría que es interpretando una zamba.

- ¿Qué te dió tu etapa en Brasil, más allá del contexto?

- Un ejemplo de modo de vida, de una sabiduría para ponerle una sonrisa a la tristeza. No digo que lo haya logrado, pero es un espejo donde mirarse. Y me dio sonidos inspiradores y bellos.

- ¿Tus recuerdos atraviesan tu creación?

- Seguramente. A veces eso no es un proceso consciente, pero la memoria late en cada sonido.

- ¿De qué forma se esta expresando lo popular?

- Hay un predominio cada vez mayor del mercado y las grandes industrias de la música, para delinear los gustos masivos. Creo que se está usando la música para enajenar y distraerse. Por eso uno se recuesta en un sector más crítico, más memorioso y más independiente de esas influencias. En lo sagrado de la música. Es como librar una batalla desigual, pero necesaria.

- ¿Cómo ves el folclore en este tiempo?

- Hay para todos los gustos. El que a mí me gusta, creo que está muy bien. Con talento, con memoria de las fuentes y con nuevos horizontes.

- ¿Los artistas están en tiempos de resistencia o se está pasando a la reacción?

- Hace rato que los artistas estamos en tiempos de resistencia. Al menos quienes nos inspiramos en las pertenencias, resistimos desde que se instauró la globalización.

› Una trayectoria

Juan Falú nació el 10 de octubre de 1948 en Tucumán, sobrino del salteño Eduardo Falú, de quien heredó el amor por la guitarra, que comenzó a tocar a los ocho años aunque debutó profesionalmente en 1963. Estudió psicología, sin terminar la carrera; durante la dictadura militar se exilió en Brasil, pero su hermano Luis fue secuestrado y asesinado. Retornó a la Argentina en 1984 y un año después editó su primer trabajo discográfico “Con la guitarra que tengo”, al que siguieron muchos más como solista o en colaboración. Realizó giras por Europa, Asia, África y América, con un repertorio propio de música de raíz folclórica. Creó y dirige el Festival Guitarras del Mundo y fue docente del Conservatorio Manuel de Falla, entre otras instituciones. Obtuvo el Premio Nacional de Música (2000) y el Konex en 2005 a Grupo de Folklore (conjuntamente con Liliana Herrero), e integró el Directorio del Fondo Nacional de las Artes.

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