La contracrónica: tremendos campeones en la peor Copa América que se recuerde

La contracrónica: tremendos campeones en la peor Copa América que se recuerde Foto tomada de Olé.

Separemos los tantos. Primero se impone hablar de fútbol, claro que sí, pero no dejemos de lado la otra cara de esta Copa América. Esa que denunció Marcelo Bielsa en una explosión de sinceridad y que ayer tocó fondo en la previa del partido. No fue suficiente con todo lo que se había hecho mal; faltaba un escándalo nutrido de violencia, caos, desconcierto. La organización de la Conmebol en Estados Unidos se resume en una palabra: nefasta. Ya volveremos a este punto.

La Selección rindió en este torneo a tono con el adversario de turno. Voló bajo contra rivales de vuelo bajo, a los que superó sin lucirse. Regulando, podría decirse. ¿La pasó tan mal contra Ecuador? Suena exagerado, pero esa noche el equipo lució bastante apagado. Tuvo que aparecer San Dibu. La prueba era contra esta Colombia motivada, en alza, poblada por buenos jugadores. Salieron a la cancha a defender un invicto interminable, conscientes de que era una oportunidad dorada. Se contagiaron de algún triunfalismo excesivo, como el feriado decretado en su país para celebrar un título que sentían cerca.

A esa exigencia Argentina la comprobó en el primer tiempo, en especial durante los primeros 20 minutos. Una movida táctica (pasar a Di María a la izquierda, reordenar el tándem Enzo-Mac Allister, De Paul a la derecha) fue la solución que salió desde el banco. El toqueteo colombiano mutó de peligroso a más cauto, pero no dejó de preocupar. Después, por supuesto, empezó otra película.

Se sabe que Messi sólo deja el campo de batalla si el físico lo traiciona hasta obligarlo a hincar la rodilla en tierra. Los memes que comparan su tobillo con el de Diego en Italia 90 circulan a toda velocidad. Sus lágrimas, de tan contagiosas, se derramaron desde las tribunas al interior profundo de la Argentina. Le dolía el cuerpo, pero sobre todo le dolía el alma. Entonces la cinta de capitán fue a Di María y el filme se puso épico. El guión, tan dramático, no podía mutar en otra dirección que el epílogo feliz.

La Selección jugó cuando la ocasión lo reclamaba y ese fue su mayor activo. Lo viene corroborando a lo largo de este ciclo increíble -cuya próxima parada será la “finalísima” con España-; una sucesión de éxitos cocinados en la fragua del trabajo, el amor propio, la consistencia, la fe. El plantel -sacando al 10- propone un par de cracks, varios jugadores muy buenos, otros que cumplen a veces por encima de sus límites. Es, sobre todo, un equipazo, del que ayer se despidió la megaestrella rosarina.

Es una lástima que la Copa América haya quedado tan manchada. No sólo por las canchas deplorables, los arbitrajes de cuarta, el VAR hipercuestionado, una organización pésima en las tribunas y peor todavía puertas afuera de los estadios, que serán grandiosos pero para esto del fútbol dejan demasiado que desear. La FIFA debe estar de lo más nerviosa pensando en el Mundial 2026. La cuestión es que hasta se modificó el reglamento: recital de Shakira mediante, el entretiempo se estiró a casi media hora. Insólito. Las imágenes de la vergüenza en la previa superan todo lo demás. De allí la afirmación del título: más que bicampeona, Argentina es multicampeona. Merecida, tremenda, emocionante; todo en la peor Copa América que se recuerde.

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