OSVALDO JALDO. OSVALDO JALDO.

Hay un refrán muy popular que no necesita traducción: “cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”. Tampoco ese dicho, aplicado a la política, requiere de una interpretación. Esas dudas respecto de qué hay escondido o cuáles son las verdaderas intenciones carcomen por estas horas la cabeza de la dirigencia tucumana.

Es que el gobernador, Osvaldo Jaldo, tal como lo anticipó en su columna del domingo pasado la periodista Gabriela Baigorrí, tiene en mente una reforma de la Constitución provincial. Para eso, claro está, necesita del consenso opositor, pero, fundamentalmente, del propio. Y ahí es donde asoman las principales y más inquisidoras preguntas. De repente Jaldo, un animal de la política criado y madurado de elección en elección entre las “travesuras” del peronismo vernáculo, reniega de las herramientas de las que se ha servido y asegura que es momento de cortar de raíz todo el yuyerío electoral. ¿Por qué ese cambio?

Desconcertados. Así mantiene el mandatario a los dirigentes; en particular, a los peronistas que lo acompañaron a llegar a la cúspide de su carrera. Tan desorientados los tiene que el gobernador rompe también -al menos en público- con una máxima de cualquier político: la de buscar cómo conservar el poder. Jaldo hoy repite que no le interesa ir por una reelección en 2027, y cita ejemplos del desenlace que tuvieron aquellos que buscaron permanecer en el cargo. ¿Efectivamente el oriundo de Trancas toma estos cuatro años como el broche a una carrera política de 40 años?

La mayoría, sean justicialistas u opositores, no le cree. Jaldo se preocupó por instalar él que la reforma de la Carta Magna no persigue la idea de una reelección indefinida, sino, por el contrario, que hasta se podría eliminar la chance de repetir por un mandato consecutivo, como prevé el actual texto. “Si no debe haber más reelección (de cargos públicos) lo vamos a hacer a través de una reforma de la Constitución. Aunque yo no pueda ser reelecto”, lanzó el martes. Es decir, en su afán de evitar que se deslegitime o tergiversen sus intereses, parece arrastrar a toda la dirigencia tucumana. Legisladores, intendentes, concejales y comisionados rurales temblaron cuando escucharon el anuncio del mandatario. ¿Es en serio?, se preguntaron. Todos pasan por alto un asterisco del pasado reciente: Jaldo llegará a 2027 con seis años de mandato sobre sus espaldas y no con cuatro, porque reemplazó a Juan Manzur durante dos años antes de ser electo por la voluntad popular. ¿Y si a alguien se le ocurre judicializar un eventual intento de reelección de Jaldo, aduciendo que ya tuvo dos mandatos?

Más allá de las especulaciones, el asunto es que el gobernador ya no tiene margen para arrepentirse de lo que dijo y entre los asuntos a incorporar, cuando se avance con la declaración de la necesidad de la reforma constitucional, se tendría que incorporar la revisión de la reelección de todos los cargos electivos. O al menos él tendría que volver a insistir con su postura, para mantener la coherencia, y entonces allí surgirán los primeros roces. Cualquier dirigente que se opusiera públicamente a su eliminación debería disimular muy bien sus intenciones para evitar el escarnio público. Igualmente, la decisión final será de los convencionales, muchos de los cuales serán políticos avezados, por lo que difícilmente querrán avanzar para quitarse derechos ya adquiridos y reavivar polémicas ya superadas. La posibilidad de la reelección, salvo algún suceso extraordinario, no tendría margen para ser quitada del texto constitucional.

Las reacciones

¿Dónde encontrará más resistencia Jaldo, en el oficialismo o en la oposición? Para responder esa pregunta quizás haya que prestar atención a los silencios posteriores al anuncio. Del acople, que ahora se pretende desterrar, han usufructuado principalmente peronistas, pero también radicales, liberales y justicialistas disidentes. Sencillamente, porque a la mayoría de los partidos ese sistema les ha permitido eludir internas traumáticas para definir sus candidatos.

Claramente, aquellos espacios con representación institucional fueron los más beneficiados porque a partir de la caja del Estado pudieron montar enredaderas de colectoras para sostener sus proyectos políticos personales. Sin embargo, sin esta alternativa muchas de las agrupaciones tradicionales y con diferentes líneas internas afrontarán en cada previa electoral un dolor de cabeza al que ya se habían desacostumbrado. En cambio, partirán en mejores condiciones aquellos sellos unipersonales y verticalistas.

Indudablemente, este pedido de Jaldo para que se eliminen los acoples y no se los maquille con algunos límites en cuanto a la cantidad de acuerdos permitidos también desacomoda a la oposición, que deberá repensarse.

Hay un detalle del plan diseñado por el ex vicegobernador que no puede ser pasado por alto. En su cabeza imagina que los acuerdos temáticos sean alcanzados durante 2024 y que la elección de convencionales constituyentes se concrete en simultáneo con los comicios legislativos nacionales de 2025. De confirmarse esa intentona, ese domingo los tucumanos tendrán dos votaciones con métodos diferentes en un mismo cuarto oscuro: una para diputados y otra para convencionales. La picardía radica en que la elección de los reformadores deberá efectuarse mediante el actual régimen electoral provincial, que es el acople. Cada partido que surgió en estos años para servir como colectora (hay cerca de 100 en Tucumán) podría presentar candidatos. No obstante, hay que ver si esa estrategia le sirve a Jaldo o prefiere repetir la táctica del peronismo de 2006, cuando se armó una lista fuerte del justicialismo para aprovechar el sistema de distribución proporcional de bancas D’Hont y se apoyó a los aliados radicales de Participación Cívica.

Más allá de esa decisión, que coincidan ambas elecciones implica que el gobernador podría tener ese día a toda la maquinaria electoral del peronismo a disposición y a todos sus dirigentes, activos. De esa manera, contaría con un anabólico para contrarrestar la apatía histórica de una elección de legisladores nacionales de mitad de mandato y podría competir en mejores condiciones frente al arrastre de la fortaleza electoral que -al menos hoy- ostenta Milei. De paso, hasta quizá podría tener un mayor control sobre el justicialismo para evitar eventuales traiciones internas en esa jornada.

Desde luego, todo esto forma parte de las hipótesis que se barajan en el seno del jaldismo. Cualquier idea deberá primero tener el apoyo interno del peronismo, y precisamente allí el gobernador puede toparse con las mayores dificultades. Primero por las apetencias personales de cada dirigente territorial, de las que ya se habló más arriba. Segundo, porque aún se desconoce la reacción de tres figuras influyentes dentro del PJ: el senador Juan Manzur, la intendenta de la Capital Rossana Chahla y el vicegobernador Miguel Acevedo. A los tres, la novedad del gobernador los encontró fuera de la provincia, pero difícilmente la idea de truncar la reelección pueda seducirlos. A Manzur, porque puede cargar con la bandera de rechazo y reunificar a los desperdigados de lo que supo ser el manzurismo. A Chahla y a Acevedo, porque sus carreras políticas son incipientes y no tienen razones para cortarlas prematuramente. Para la ex ministra de Salud, incluso, la Capital puede ser un buen trampolín electoral. El presidente de la Cámara, en tanto, también tiene intereses formados y de a poco comienza a animarse al juego de la política. De hecho, trabaja en un rediseño electoral para terminar con la elección de legisladores por secciones electorales, y avanzar en una regionalización o departamentalización que brinde cercanía a los parlamentarios con sus vecinos. Para eso, de nuevo, es necesario modificar la Constitución, que establece las tres circunscripciones electorales.

De los tres, la jefa municipal y el vice tienen la ventaja de la caja institucional, algo indispensable en caso de que quieran embarcarse en un enfrentamiento con la Casa de Gobierno. Hay quienes creen que la elección de convencionales podría servir de excusa para dilucidar cuán juntos pueden llegar a 2027 los popes del oficialismo. ¿Y si Manzur, Chahla o Acevedo aprovechan para marcar presencia y empezar a tomar distancia de las actitudes libertarias de Jaldo? A priori, asoma como difícil en el caso de la intendenta y de Acevedo, a quienes todavía les queda la chance de ir por la reelección y el statu quo no sería un mal negocio para ellos. Pero, nuevamente, ese asunto de la reelección puede ser la prenda de unidad que tenga Jaldo. El senador Manzur, en cambio, no tiene más margen que hacer ruido si es que pretende regresar.

Aunque es demasiado pronto para arriesgar cuál será el desenlace de esta aventura de Jaldo, lo cierto es que desde su asunción en octubre de 2023 mantiene a los oficialistas al borde de ataques de pánico y a los opositores, exhaustos. La iniciativa política es patrimonio exclusivo suyo en la provincia y todos, los propios y los extraños, tratan en vano de entender sus movimientos. Algunos, esta semana, recordaron aquel debate de 2015 entre Mauricio Macri y Daniel Scioli y actualizaron la pregunta de aquel careo, claro que con un nuevo destinatario: “¿En qué te han convertido, Osvaldo?”

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