Humo, cenizas, animales hambrientos, cansancio y tristeza: así se vive el incendio en Tafí del Valle

Vecinos y autoridades están preocupados y sorprendidos por la magnitud del fuego, que sigue avanzando por el cerro. Monitorean pérdidas materiales.

TODOS LA PASAN MAL. Los lugareños contaron que no tienen cómo alimentar a sus animales. TODOS LA PASAN MAL. Los lugareños contaron que no tienen cómo alimentar a sus animales. FOTO LA GACETA/OSVALDO RIPOLL

Rita Ayala dice que ya no puede salir a hacer el pastoreo. Sus 300 ovejas no tienen qué comer. El cerro, fuente de alimentación del ganado del que depende para vivir, está quemado. Fue arrasado por una línea de fuego que viene avanzando por las montañas de Tafí del Valle, a más de 3.000 metros de altura, desde el jueves a la tarde. “Hemos quedado sin nada de pasto justo en los peores meses. Toda la familia del cerro está sufriendo lo mismo que nosotros”, le dice a LA GACETA.

Se desconocen las causas del incendio, pero se cree que alguien puede haber quemado un campo pensando que el pasto crecerá más fuerte y con más nutrientes. A partir de allí, la sequía (no llovió en todo julio) y el viento zonda con ráfagas de hasta 80 kilómetros por hora hicieron lo suyo. Hasta el jueves, Defensa Civil provincial relevó más de 9.500 hectáreas quemadas, entre Tafí y San José de Chasquivil.

Pérdidas

Los paisajes de los valles no dibujan sonrisas ni despiertan ganas de sacar fotos. Hay varias columnas de humo en los cerros, que están visibles desde que uno ingresa a Tafí viniendo de San Miguel de Tucumán por la ruta 307.

RITA AYALA. Estuvo a 150 metros de distancia de ser alcanzada por las llamas. RITA AYALA. Estuvo a 150 metros de distancia de ser alcanzada por las llamas. FOTO LA GACETA/OSVALDO RIPOLL

Por momentos se siente olor a quemado y el viento caliente sopla tan fuerte que uno puede llegar a perder el equilibrio si camina distraído por un terreno empinado o con piedras. La vegetación luce amarilla y espinosa. Tafí duele.

La preocupación, la incertidumbre y el miedo se pueden ver en los ceños fruncidos y los ojos húmedos e hinchados de algunos vecinos. Sobre todo de los que viven cerca de las cumbres y dependen de los animales para poder comer. Como Rita, que desde que nació hace 59 años reside en la zona conocida como Las Bolsas, al lado de la estación transformadora que provee energía al valle. Ayer a la madrugada estuvo a 150 metros de distancia de ser alcanzada por las llamas.

DESESPERACIÓN. Los lugareños usaron desde palas hasta cuero de oveja mojado. DESESPERACIÓN. Los lugareños usaron desde palas hasta cuero de oveja mojado. FOTO LA GACETA/OSVALDO RIPOLL

Tafí no se quedó sin luz gracias al esfuerzo de bomberos, trabajadores de Defensa Civil y vecinos que treparon los cerros e intentaron mitigar el fuego con lo que tenían a mano mientras caballos, vacas, guanacos y ovejas huían de las llamas. Cuentan que para apagarlas usaron desde palas hasta cuero de oveja mojado. La desesperación fue total.

Uno de estos héroes silenciosos fue René Ayala, de 41 años, que está llorando al lado de su mamá Rita. “Pienso en los animales, que no tienen para comer. Empiezan a bajar de peso y no sé… El alimento está caro. Un fardo de alfa está arriba de los $ 5.000. Hay que tener entre 20 y 30 por día sólo para las ovejas. Nosotros no podemos comprarlo. Vivimos el día a día de los animales. Por ahí vendemos un cordero… Hay que ver qué pasa”, dice y suspira.

TRISTEZA. René Ayala, de 41 años, llora al lado de su mamá Rita. TRISTEZA. René Ayala, de 41 años, llora al lado de su mamá Rita. FOTO LA GACETA/OSVALDO RIPOLL

El silencio de funeral sólo se interrumpe con el balido de las ovejas, que están en encerradas por una pirca junto a un perro caniche que se mimetiza bastante con sus compañeras de corral. “Hacen así porque tienen hambre”, dice Rita.

Al lado de los animales está la casa de los Ayala, construida con paredes de adobe y piedra, techo de chapa, columnas de madera y una cocina con salida hacia el jardín que está tan cerca del cerro quemado que parece un ambiente más del hogar.

Municipales en acción

La preocupación por el avance del fuego fue tal que hubo trabajadores de la Municipalidad que fueron desafectados de sus tareas diarias y se les pidió que se sumen a la cobertura. “Fue incontrolable, no había cómo escaparle a las llamas. Uno escuchaba a las palomitas y los zorritos que salían disparados”, cuenta el municipal Sebastián Díaz, que también tiene animales en Las Bolsas.

Aparece y desaparece

Las llamas, que se iniciaron el jueves en la zona conocida como La Ciénaga, estaban presentes ayer en La Quesería I, II y III, según Defensa Civil municipal. Pero la ubicación varía minuto a minuto. Por momentos son sofocadas por los vecinos y por otros avanzan sin freno.

Si bien los focos de incendio pueden verse desde la ruta camino al Infiernillo, llegar a las llamas no resulta tan sencillo. En algunos casos hay que atravesar terrenos privados delimitados por portones, recorrer kilómetros en auto y caminar cientos de metros a pie por senderos sinuosos y empinados hacia las montañas, como en la Quesería III.

LA CASA DE LOS AYALA. LA CASA DE LOS AYALA. FOTO LA GACETA/OSVALDO RIPOLL

En otros casos, como en la zona La Quebradita, la línea de fuego está más accesible y cercana a los vecinos: ayer al mediodía, si uno se bajaba en el kilómetro 69 de la ruta (pasando El Cristo), atravesaba viviendas y enfilaba hacia la montaña se podía encontrar con las llamas a 10 minutos de caminata hacia los morros.

Ahí vive Eliana Condorí, que mira con los brazos encorvados y las manos en la cintura cómo el fuego empieza a asomar por el cerro frente a su casa, sus caballos y sus más de 100 ovejas.

“Me da bronca todo lo que cuesta tener algo. Mis ovejas están encerradas en el corral para que no se quemen, cuando a las siete de la mañana ya solían andar por el campo. Esto es lo que saca adelante a la familia. Y justo es la época en la que las ovejitas están meta parir”, dice.

“Histórico”

Si bien agosto es un mes seco en Tucumán y no es el primer incendio que se registra en los valles, la mayoría de los consultados por este diario se mostraron sorprendidos por la magnitud de las llamas de este año.

El gobernador Osvaldo Jaldo recorrió ayer al mediodía las zonas quemadas acompañado del vicegobernador, Miguel Acevedo; el ministro del Interior, Darío Monteros; el ministro de Seguridad, Eugenio Agüero Gamboa y del intendente de Tafí del Valle, Francisco Caliva.

“El fuego es producto de las heladas y del viento zonda, y también no hay que descartar (la conducta) de algunas personas, que irresponsablemente prenden un fósforo e incendian 500 hectáreas. En definitiva, no sería nada que se quemen las hectáreas, porque las pasturas se recuperan. Lo importante es preservar la vida de los que viven ahí, sus casas y sus animalitos que también sufren”, dijo el titular del Ejecutivo.

Qué viene

La directora de Defensa Civil de Tafí, Andrea Cruz, dice a LA GACETA que se está haciendo un monitoreo del ganado afectado, que hay más de 40 personas a pie destinadas a la contención y que hasta ayer a la siesta no se pudieron usar helicópteros hidrantes por la velocidad del viento zonda.

“Alguien lo ha prendido para que esté así. El lugareño suele pensar que el pasto va a mejorar, pero no es así, al contrario, el pasto crece más débil. He trabajado 12 años como bombera y hace cinco en Defensa Civil y nunca he visto algo así. Es histórico”, lamenta la directora.

EL FUEGO SIGUE. Los cerros comenzaron a quemarse el miércoles a la siesta. EL FUEGO SIGUE. Los cerros comenzaron a quemarse el miércoles a la siesta. FOTO LA GACETA/OSVALDO RIPOLL

No hubo heridos ni fallecidos, según Cruz, pero está latente el miedo a que las llamas sigan avanzando hacia las casas del valle. Y si bien Tucumán sigue entre las provincias con riesgo alto de incendio según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), el pronóstico para hoy es alentador.

“El viento zonda sigue soplando, pero ya de a poco irá calmando. Durante la madrugada del sábado, el viento va a ir rotando hacia el sector sur dando paso al avance de un débil frente frío. Así, el zonda va a quedar restringido más hacia el oeste, sobre Catamarca, y no tanto sobre las cumbres calchaquíes. El viento será más tranquilo, de 15 a 30 kilómetros por hora. Va a calmar bastante. La sequía seguirá, pero las temperaturas irán bajando de a poco”, dice Cristofer Brito, observador del SMN.

Rita mira al cerro de color negro y pide responsabilidad. “Hay que tomar conciencia ahora más que nunca. Como seres humanos nos estamos haciendo daño a nosotros mismos, a la naturaleza y a nuestros animales más que todo”, alerta.

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