La cerveza es –y siempre fue– la bebida del encuentro y así lo demostró desde los inicios de su existencia. Tanto en sus orígenes milenarios, cuando los agricultores se reunían para prepararla, como en la creación de su día internacional, en una reunión de amigos. Esta bebida a base de malta se caracterizó por ser núcleo de los más variados mítines.
Fiel a los eventos en que se hace presente, el Día Internacional de la Cerveza nació en una reunión casual entre amigos, con la simple pero sincera motivación de celebrar su existencia. Los estadounidenses Richard Hernández, Jesse Avshalomovo, Aaron Araki y Evan Hamilton inauguraron en agosto de 2007 una efeméride de la que terminaría apropiándose el mundo entero.
En 2012, la celebración se fijó para cada primer viernes de agosto. Por eso ayer las cervecerías de todo el mundo se llenaron de amigos que continúan honrando la bebida de malta.
Entre agricultores
Si de preparaciones milenarias se trata, la cerveza es un excelente ejemplo. Mientras algunas teorías sostienen que surgió 3.000 años a.C, otras aseguran que sus primeros antecedentes aparecieron incluso 3.000 años antes -hacia el 6.000 a.C-. En sus inicios tuvo un gran valor como alimento por su contenido de nutrientes y su alto nivel de azúcares, difícil de conseguir de otras formas. A diferencia del vino, perteneciente a las clases altas, la cerveza era la bebida del pueblo.
Su accidentado descubrimiento se dio en la Mesopotamia de Oriente Medio cuando los sumerios mezclaron, sin quererlo, agua con cereales dando paso a la fermentación. Como los asentamientos se instalaban en las proximidades de los cultivos, la cerveza desde un principio fue una bebida asociada a la unión de la gente. Incluso se le agradecía a Ninkasi, la diosa del alcohol y la cerveza.
Para gustos, los colores
Pese a que la “birra” es una de las bebidas más elegidas mundialmente, aún existen muchos cuestionamientos en torno a las formas “correctas” de consumirla. María Sol Cravello, licenciada en tecnología de alimentos y sommelier de cervezas, explica cuáles son los puntos a tener en cuenta para aprovecharla al máximo. Aclara que más allá de lo que se considere adecuado se trata, más bien, de una elección personal. “Son súper válidos los gustos de cada uno, mientras sepas cuál te gusta, perfecto. El tema es probar”, sentencia e invita a seguir experimentando con la bebida.
La sommelier lleva más de una década especializándose y capacitando tanto a consumidores como a restaurantes cerveceros, cadenas hoteleras y empresas, en el arte de servir y beber correctamente. Para Cravello, lo maravilloso de la cerveza es su variedad y enumera: “hay cerveza sin alcohol, con alcohol, con mucho alcohol, amargas, no tan amargas, más dulces, con aroma a caramelo, frutales, con agregados de frutas, de especias, con sabor a chocolate”.
Esta diversidad en la oferta no estaba disponible hasta hace apenas una década. La licenciada explica que se debe a un boom que surgió en Estados Unidos y que bajó geográficamente hacia el sur -por Sudamérica-, donde las cervecerías artesanales encontraron su lugar. Agrega que hoy la preferencia es marcada y que el gusto popular está volviendo a inclinarse por las cervezas más ligeras y fáciles de tomar. Aunque existe un nicho que prefiere seguir experimentando, según cuenta, la tendencia indica que Argentina poco a poco regresa a los sabores equilibrados.
Bigote cervecero
Las aguas siguen divididas: de un lado del ring, los que sirven lento y pausado para evitar la espuma; del otro, los que aman y siempre eligen cerrar el vaso con esa capa cremosa. ¿Cuál es la forma correcta de servir la cerveza? Cravello responde con un enfático “dos dedos de espuma” y agrega que lo ideal es servirla en un vaso por tres motivos.
En primer lugar, cambiar la cerveza de recipiente permite evitar la hinchazón eliminando el exceso de gas de la bebida. El segundo motivo -pensado para los que quieren ir más allá- es que el vidrio permite ver los colores de la cerveza, si es más cristalina u opaca y la forma y textura que adopta la espuma. Por último, habla de una cuestión de higiene y asegura que la espuma concentra aromas y protege a la cerveza del oxígeno del ambiente.
La espuma se sirve, sí. Pero no se toma. “Hay gente que dice ‘no me gusta la espuma’ y está bien, porque a ella migran muchos componentes amargos, entonces no tiene rico sabor”, detalla. Explica, entonces, que es inevitable el famoso bigote blanco, porque para tomar cerveza hay que inclinar el vaso y formar “un canal” con los labios que llegue al líquido por debajo de la espuma.
La cerveza en números
Según datos de Cervecería y Maltería Quilmes, nueve de cada 10 cervezas que se venden en el país son rubias, lo que la convierte en la favorita en esta región. Es elegida porque es fácil de tomar y más fresca. La temperatura ideal para servirla oscila entre los 2 °C y los 10 °C. Por otra parte, Argentina tiene un consumo de cerveza per cápita que ronda los 45 litros y los especialistas aseguran que hay mucho terreno para que esto crezca, por ejemplo, con la llegada de las opciones sin alcohol.
Por último, la producción de cerveza está fuertemente asociada a la agroindustria. Argentina es el principal proveedor de cebada y malta de Sudamérica y se estima que el área genera 7.000 empleos directos y más de 130.000 puestos indirectos en toda la cadena de valor. Además, el 20% de ese trabajo se concentra en CABA y el 80% restante se distribuye entre todas las provincias.