¿Qué es la esencia según la filosofía? Es lo que hace que una cosa sea lo que es y no otra cosa, lo que la define, su naturaleza. Si el Estado tiene algunas funciones esenciales que lo definen y son su razón de ser, seguramente garantizar la educación, la seguridad, la salud y la justicia, son parte de ellas. No está mal, entonces hablar de “servicios esenciales”. Pero, si hacen a la existencia y sostenibilidad en el tiempo del Estado, dichos servicios deberían recibir una remuneración compatible con tamaña responsabilidad y no ocupar los últimos peldaños de la escala salarial. Nuestra Carta Fundamental en 1853 incluyó en el artículo 5, que cada Estado Provincial debería garantizar en su propia Constitución, la educación primaria y “gratuita”. La reforma de 1860 eliminó la palabra “gratuita” del citado artículo; pero no modificó la garantía de la educación básica, luego ampliada por la gesta sarmientina. Esa reforma, política y militarmente impuesta (ya que la misma Constitución en su artículo 30 prohibía las reformas antes de los 10 años de ser jurada) revisó todo el texto constitucional. Por caso, Buenos Aires dejó de ser la Capital de la República, designada en el artículo 3 (claramente ni mitristas, ni alsinistas querían entregar la ciudad, el puerto y sus rentas) y hubo que esperar hasta 1880 para federalizar la ciudad. La Corte Suprema dejó de tener nueve miembros y se estableció que una ley determinaría su conformación. También se modificaron los criterios para ser nacional o ciudadano argentino. Quiero decir, entonces, que se cambió todo lo que la Legislatura Bonaerense recomendó modificar con el objetivo supremo de constituir la Unidad Nacional, pero no se eliminó “el principio del Estado garante de la Educación”. Es obvio, pues concluir que para los constituyentes la educación era parte de la “esencia” del Estado. A pesar de las crisis vividas después, (el pánico de 1873, la caída de la bolsa en 1890, la gran depresión de los años 30, las sequías o cambios en el modelo productivo que alteraron los ciclos económicos, los golpes de Estado, las hiperinflaciones, los “default” de deuda), la República Argentina subsistió y sigue teniendo proyección hacia el futuro como sueño colectivo. ¿Cuánto de esta subsistencia se debió a la integración generada desde el sistema educativo? Es difícil de definir. Pero no tengo dudas de que la concreción de ese sueño depende de cuánto se invierta en servicios “esenciales” para las generaciones presentes y futuras.
Miguel Ángel Reguera