Una máxima del cine es nunca actuar con niños ni con perros, ya que le sacan todo protagonismo a otros miembros del elenco de la película en cuestión. La consigna más general sería “ni con ninguna clase de animal vivo”, aclaración imprescindible en tiempos de digitalización de las imágenes y los efectos especiales.
El principio es desafiado en “Mi amigo el pingüino”, el filme que se estrena hoy en las salas locales basado en una sorprendente historia real que se sintetiza en el título y que aborda los vínculos entre los hombres y la naturaleza: el pescador brasileño João Pereira de Souza descubre a un pingüino de Magallanes herido flotando solo en el océano, cubierto de petróleo de un derrame; lo rescata y lo salva de morir, hecho que transforma su propia vida, ya que atravesaba el peor momento de su existencia. Cuando queda sano, se relanza al agua pero todos los años DinDim (como lo bautizó) regresa a visitarlo en sus recurrentes viajes cruzando el Atlántico.
La película recupera esa relación improbable que desafía las convenciones y que construye un universo de emociones particulares, a cargo de un elenco encabezado por el francés Jean Reno, secundado por Adriana Barraza y con la presencia de los argentinos Alexia Moyano, Nicolás Francella y Rochi Hernández en otros personajes, todos bajo la dirección de David Schurmann.
“El hecho asombró al mundo, pero lo que vi fue una hermosa fábula atemporal. Mi esperanza es que el público se sumerja en esta aventura transformadora que se desarrolla entre João y DinDim y que conecte con personas de todas las edades y procedencias. Nos propusimos hacer una película que no solo fuera divertida, entretenida y visualmente emocionante, sino que capturara algo más profundo sobre el amor y el encantamiento que el mundo natural nos regala”, resaltó el director, quien optó por filmar en escenarios naturales de las costas del Brasil y las colonias de pingüinos de la patagonia argentina, con la cuidada fotografía de Anthony Dod Mantle, ganador del Oscar por “¿Quién quiere ser millonario?”.
Su decisión estética lo llevó también a registrar animales reales en escena, desechando la tentación de la animación. En la pantalla aparecen pingüinos que están en rehabilitación, y que no pueden volver al mar, lo que permitió retratar las genuinas relaciones que se forjaron entre los artistas y esas aves. En el lanzamiento internacional interviene la ONG Global Penguin Society, liderada por el argentino Pablo Popi Borboroglu, que dentro de sus proyectos de investigación monitorea en la migración invernal anual de las aves (se puede hacer el seguimiento en www.globalpenguinsociety.org).
“Parecía casi un cuento de hadas que un pingüino fuera capaz de evocar tanto amor en un pescador solitario que le había dado la espalda al mundo. Fue una lectura hermosa y conmovedora. Y siento que realmente necesitamos más historias conmovedoras, divertidas y humanas”, subrayó Reno.