Este es el Charly de hoy: no lo dejen, mejor tómenlo

Los claroscuros propios del momento del artista no le quitan a “La lógica del escorpión” su valor como registro de época.

EN EL ESTUDIO. Charly en su salsa. El disco implicó un extenso proceso. EN EL ESTUDIO. Charly en su salsa. El disco implicó un extenso proceso.

Hace unos años, cuando David Gilmour les puso el rótulo de Pink Floyd a una colección de retazos de archivo (“The endless river”) los fans salieron a cazar a las brujas que habían osado sugerir que se trataba de un disco prescindible. Es delicadísimo hablar de los próceres y mucho más cuando están vivos, porque un halo hagiográfico los protege. En el caso de Charly, que “La lógica del escorpión” se haya publicado el 11 de septiembre no hizo más que acentuar su sarmientino carácter de padre del aula musical argentina. Pero si Charly no tiene pruritos para bajar del pedestal y exponerse, ¿dónde radica el pecado de hablar de su disco tratándolo como lo que realmente sigue siendo: un artista?

“La lógica del escorpión” es la voz de un Charly que perdió la voz. Pero si la grandeza de Charly radica en lo consecuente que fue para mostrarse tal cual era en cada etapa de su vida, de ninguna manera iba a traicionarse a esta altura del partido. Así que lejos de refugiarse en el autotune (pan nuestro de cada día para exitosísimas stars con pie de barro), Charly canta como le sale y en algunos pasajes queda expuesto. Fue su elección, absolutamente consciente.

El disco rezuma picardía desde la colección de homenajes -varios a sí mismo- que Charly fue insertando aquí y allá. Así como en las series de Marvel hay que aguzar la vista para descubrir las claves de lo que pasó y de lo que vendrá (los famosos easter eggs), “La lógica del escorpión” invita a afinar el oído y descubrir esos fragmentos líricos y/o melódicos repartidos por las canciones. Es un Charly astuto y lúdico, de ninguna manera afecto a despedidas ni cantos del cisne. No deja de querer más.

Disco breve

Autodidactas, honestos y controladores. Así son los escorpianos, así lució Charly desde su propio minuto cero y así fluye la lógica del disco. Que además es un disco breve -no llega a los 35 minutos-, en el que Charly encadena 13 canciones igualmente cortas y contundentes. Rock, en otras palabras, construido con un pequeño y ejemplar seleccionado de impecables sesionistas (Fernando Kabusacki en guitarra, Fernando Samalea en batería, el tándem Lizarazu-Ortega en coros) e ilustres invitados que irán saliendo de a uno. Entonces, play mediante, van sonando:

1) “Rompela”. Charly la compuso en inglés y con el título de “Break it up” para “Kill Gil”, su disco del (lejano) 2010. Haciendo uso de su habitual perspicacia idiomática la pasó al castellano y quedó con forma de hit.

2) “Yo ya sé”. “Freud ha arruinado todo, como internet”, filosofa Charly en un track con alguna reminiscencia ochentosa.

3) “El club de los 27”. David Lebón es el invitado a este blues clásico a más no poder, que Charly cierra con un filoso: “como a Lennon a tu hijo lo van a crucificar”... Y suena el disparo.

4) “La medicina N°9”. Salta la intro del “Rap de las hormigas”, luego asoma la influencia Lebón y en el medio el título se liga con el “number nine...” beatle. El (breve) solo de teclados remite al Charly de los buenos tiempos.

5) “Te recuerdo invierno”. Melancolía a más no poder, por los retazos tangueros, por la intro (tan “Inconsciente colectivo”) y por lo lejos que quedó la versión original: 1995, tiempos de Casandra Lange.

6) “Autofemicidio”. El Charly sarcástico: “hay gente que se suicida... para salir en la tele”.

7) “América”. Entre lo mejor del disco. Charly y Pedro Aznar hablan a corazón abierto de sus miedos y de lo mal que marchan las cosas, y a ese escepticismo lo revisten de un aura ¿Bowie?

8) “Juan Represión”. Hablando de melancolía, Charly retrocede 50 años para reversionar el clásico de Sui Generis. Imposible afirmar que no está a la altura,

9) “Estrellas al caer”. Una nueva letra para la melodía de “Chipi Chipi”. Sagaz autohomenaje. Lo dice el propio Charly: “verás que es imposible perder”.

10) “La pelícana y el androide”. ¿Podía faltar Luis Alberto Spinetta? Jamás. Charly recaptura esa voz fundacional y la inserta en esta historia de ribetes... spinetteanos.

11) “Watching the wheels”. Dicen que la propia Yoko Ono dio el OK para esta versión en castellano del clásico de Lennon, que Charly ya había cantado en “Kill Gil”. Lo dicho, “La lógica...” es tan beatle...

12) “La lógica del escorpión”. Pegada a “Watching the wheels”, Charly se da con el gusto de narrar la fábula y de dejar su moraleja. Al cuento le pone la música de “Veinte trajes verdes”, bendición a Seru Giran.

13) “Rock and roll star”. Si hay que cerrar una fiesta, que Fito Páez suba al escenario. Y si es con un cover de The Byrds, mucho mejor.

Coda. Cada Charly en su lugar y “La lógica del escorpión” en el suyo. La grabación fue extensa y el disco es desparejo, pero cuenta con la fuerza de ser la síntesis de una época. De lo que, a los 72 años, este García siente, de lo que piensa y de lo que quiere decir. Alguien se animó a cuestionar alguna vez su condición de artista. Por favor.

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