Batalla de Tucumán: tradición, nostalgia, cábalas y mucha pasión en una jornada multitudinaria

El gran premio tucumano convocó a más de 25.000 espectadores, hubo historias y rituales que se transmiten de generación en generación.

FOTO: DIEGO ARAOZ - LA GACETA FOTO: DIEGO ARAOZ - LA GACETA
25 Septiembre 2024

Muchas mujeres disfrutan del ambiente de las carreras de caballos, la emoción de las competencias, y tienen un interés genuino por el hipismo. Mucho de esto tiene que ver con las tradiciones de un deporte que está inmerso en la cultura de nuestro país desde hace más de un siglo. El Gran Premio “Batalla de Tucumán” es también un evento muy importante en el turf, igual o superior a otros grandes premios del mundo, según advierten los especialistas. “Él (señalando a su pareja) es el que sabe, pero yo también tengo mucha suerte. Hoy no gané con el Batalla, pero sí en las otras carreras. Él se estudia todo, yo a veces apuesto por los números, la ropa o la intuición”, comentó Florencia, habitué del hipódromo y que hace cinco años que a los 24 de septiembre los pasa en familia en el Batalla de Tucumán. “Si toca trabajar pido permiso, pero el feriado de septiembre nosotros lo pasamos aquí sí o sí. Es algo que quedó por mi abuelo, que se desvivía por venir a este evento y de a poco nos fue contagiando esa pasión”, agregó.  Al igual que los hombres, las mujeres también disfrutan de la emoción de realizar apuestas y de seguir a sus caballos. Si bien no hubo anuncios oficiales, a simple vista la presencia femenina fue mucho más alta que en ediciones anteriores.

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De la madre de ciudades al batalla de Tucumán

Norma Sánchez, de 86 años, recorrió 157 kilómetros hasta el hipódromo Irineo Leguisamo de la capital tucumana para disfrutar de una jornada llena de emociones. “Es la primera vez que vengo. Allá en Santiago vamos todos los fines de semanas, y ahora me animé porque me insistieron las chicas”, dijo Sánchez que en la capital de su provincia vive en el barrio Cabildo. La mujer viajó junto a su nuera, su hija, cuatro sobrinos y tres nietos. “Todos quisieron que venga. Es un deporte que nos gusta a toda la familia, además hoy era un día muy especial para nosotros”, remarcó. Lo que movilizó a toda la familia a Tucumán, además de la pasión por el deporte, es que Martina Obejero (nieta de Sánchez) (participó de la primera carrera “Virgen de la Merced”) como entrenadora de la yegua Lucky Ali, que terminó en la sexta posición. “Fue el plan familiar para este día. A nosotros nos gusta todo lo relacionado a los animales, quiero mucho a los caballos”, explicó antes de un reclamo con lamento incluido. “Nosotros allá teníamos campos y muchos animales, pero cuando hicieron la costanera nos han expropiado tierras y nos quedamos sin lugar”. Mientras los minutos pasaban y la largada del gran premio Batalla de Tucumán se demoraba, la familia Sánchez ya estaba lista para disfrutar la décima carrera. “Esta es la última que vemos y emprendemos el regreso para Santiago. Allá hoy era un día hábil y mañana los chicos tienen que ir a trabajar”, explicó Sánchez sobre el por qué del regreso pasadas las 19.30. El plan familiar era ver hasta la decimosegunda carrera, pero los inconvenientes en la largada de la Copa “Carrera de las Estrellas” y del Gran Premio “Batalla de Tucumán” consumieron minutos valiosos. Eso sí, con 10 de las 15 carreras que había en el cronograma, los Sánchez se fueron más que conformes de Tucumán.


Apuestas, cábalas y tradiciones en el batalla

Walter Rojas, de 69 años, es un hombre que, según él mismo le comenta a LA GACETA, se da a cita en el hipódromo sólo los 24 de septiembre. No es jockey, ni entrenador, pero su presencia en las tribunas del Gran Premio Batalla de Tucumán es tan constante como la pasión que se respira en cada carrera. “Me considero un apostador, sí”, responde sin dudar mientras presencia una carpa donde se está llevando a cabo un remate. “Sigo mucho las carreras del hipódromo de Palermo, he heredado una tradición familiar que comenzó con mi abuelo y continuó con mi padre, que también solían apostar en el hipódromo”, comentó. Walter es un jubilado que toda la vida trabajó en relación de dependencia en una empresa de transporte. Por este motivo, recién hace un par de años pudo dedicarle más tiempo a esto de las apuestas y no sólo futbolísticas. “La facilidad ahora la tenés que lo hacés desde la casa. Por eso tampoco hace falta venir al hipódromo y podés mirarlas también a las carreras”, dijo. Eso sí, cuando se acerca el Gran Premio, su mente y su corazón se trasladan al hipódromo. Para él, la carrera no es sólo una oportunidad de ganar dinero, sino un ritual que celebra el espíritu de la competencia y la tradición tucumana. “Apostar no es sólo cuestión de suerte. Es algo que lo podés ir perfeccionando con el tiempo. No hay que apostar más de lo que podés perder y siempre con las estadísticas en la mano”, dice Walter mientras observa la pista con la mirada fija en los caballos como si pudiera adivinar el resultado sólo con verlos trotar. Walter tiene un método que combina intuición y experiencia. Revisa los programas de carreras, estudia a los jockey y a los entrenadores, y observa con atención los movimientos previos de los caballos. Sin embargo, su verdadera cábala está en la tradición: siempre apuesta con papel y lápiz en mano, como lo hacía su papá, y antes de cada carrera toca la baranda de la tribuna tres veces. “Es una manera de sentir que mis padres están conmigo en cada apuesta”.

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Rojas no siempre gana, pero eso nunca lo desanima. Para él, el Gran Premio es una oportunidad de conectar con la historia y la emoción del lugar, de sentirse parte de algo más grande. Cada vez que sus amigos le preguntan por qué sigue apostando, él responde con una sonrisa: “es el único lugar donde el corazón late tan fuerte como el de los caballos en la recta final. Aquí grito y me emociono, es diferente a hacerlo por televisión”, agrega. A los 69 años, Walter sigue apostando con la misma ilusión que tenía de joven. Más allá del dinero, lo que lo impulsa es la pasión y el amor por una tradición que, para él, no tiene precio.


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Más de 25.000 personas vibraron en el batalla

“Cuando me invitaron al Gran Premio Batalla de Tucumán, no sabía bien qué esperar. Pensé que sería sólo para los que apuestan y entienden de caballos, pero me llevé una sorpresa enorme. Desde que llegamos, el ambiente te envuelve porque hay muchas familias completas. Hay mucho verde, podés hacer tipo camping... Además cada media hora la emoción que trae cada carrera se siente en el aire. Nunca pensé que iba a ser tan divertida una tarde en un hipódromo”, explicó Guadalupe Cervera que llegó desde San Cayetano con seis sobrinos y tres hermanos. “Lo primero que me sorprendió fue la cantidad de familias, abuelos con nietos, parejas con hijos, amigos de todas las edades. No es sólo un evento para apostadores, es un punto de encuentro”, reflexionó la mujer de 43 años que se sorprendió por la cantidad de espectadores que tuvo el evento que comenzó antes del mediodía y terminó cerca de las 23. “Las clases sociales no se notan, al menos aquí. No sé como será el vip, pero aquí la verdad que mi experiencia fue muy positiva. Siento que se logra reunir y convivir con gente tan distinta en un mismo lugar, todos disfrutando por igual. Mis sobrinos no sé por dónde andarán, es un predio muy grande pero recién volvieron fascinados porque vieron a los caballos que van a competir en la próxima carrera.

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El lapso entre la novena y la décima carrera fue bastante extenso. Los problemas técnicos en la gatera hicieron que, primero haya una salida fallida, lo que significó la reprobación de los espectadores. En tanto que cuando estaba todo listo para la largada; “Suffok” tiró a su jockey Facundo Morán, empujó la puerta de la gatera y corrió prácticamente el circuito completo hasta que lo pudieron controlar. “Había una señora que le había apostado. Se lamentaba, la verdad que no sé que pasará en ese caso, pero esas fallas demoraron mucho la largada”, explicó Guadalupe que aprovechó ese momento para visitar un puesto de comida rápida. “A $3.000 el choripán y $4.000 la milanesa. Encima reciben transferencia”, advirtió. También había puesto de ventas de empanadas, sándwiches de carne asada, de fiambres, tartas, tortas y bebidas. “Lo que más me impactó fue la sensación de estar viviendo una tradición. Sentís que formas parte de algo especial, algo que se viene haciendo desde hace años y los que vienen siempre tienen bien contadas cuantas ediciones llevan sin faltar. No importa si es la primera vez que vas. Acá te reciben como si siempre hubieras sido parte de esa gran familia”, sentenció.


Una familia con tradiciones y mucha buena suerte

Para la familia Ramón, el Batalla de Tucumán es palabra sagrada. Todos los 24 la cita obligada familiar es la misma. Una tradición de hace años. “Nosotros venimos de Obanta, pasando El Manantial. Mi yerno tiene caballos de carrera, mis amigos también y por eso asistimos todos los años sin falta”, remarcó Luis Ramón. Aunque sus amigos tienen caballos de cuarto de milla, la pasión por los equinos abarca mucho más que una raza. La particularidad de los Ramón está directamente relacionada con la edad. Emma Rodríguez de Vega, suegra de Luis, tiene 97 años y estuvo presente en la 69° edición del Gran Premio. “Hace rato me preguntaron la edad de ella, contesté 96 y se enojó. Me corrigió porque no quiere que le quite años. Ella vive en el barrio Ciudadela, atrás de la cancha de San Martín y desde hace años vinimos en familia al hipódromo porque podemos asistir los grandes y los chicos, y todos la pasamos bien. Ellos se divierten y nosotros también estamos entretenidos. Es una salida de esparcimiento más para toda la familia”, explicó. En las apuestas los Ramón también se lucen.

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“Hoy ganó ella”, dijo señalando a su esposa María Vega. “Con el ‘10’ lo hice, así que nos vamos contentos a casa. Fue un gran día”, dijo Vega que celebró la carrera de “Dr Legasov” y del jockey Héctor Suárez. “El Batalla anterior también había acertado con el ganador (Pertinax Joy). Yo creo que es una cuestión de suerte, no tenés que saber nada. Para apostar tenés que venir y elegir al caballo. Hace algunos años también había ganado con el número ‘13’, al que no le había apostado nadie. En esa ocasión sólo le había apostado yo y la dueña del caballo. Me acuerdo que éramos dos nada más. Por eso digo que todo es suerte, no hay otra; no hay secretos para las apuestas”, remató María, visiblemente contenta.

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