¿Imaginan una torta gigante de tres pisos y 980 kilos en plena calle 24 de septiembre? ¿O lo recuerdan? Porque sucedió. Pero hace 39 años, cuando en el tricentenario de San Miguel de Tucumán, se cantó el cumpleaños feliz en pleno microcentro y se repartió el majestuoso pastel 11.000 personas presentes.
Puede que este recuerdo viva en la memoria de algún vecino que haya asistido al baile popular por esa fecha especial. Seguramente no vive de la misma manera que en la de Juan Carlos Monteros, el hijo mayor de uno de los pasteleros responsables del postre que endulzó la fiesta, y cuyas manos fueron una de las tantas que trabajaron para hacer posible el postre con el que todo un pueblo celebró.
“Era una gran base cuadrada, en la que montamos los tres pisos redondos”, recordó el hombre que hoy tiene 80 años y perdió la mayor parte de las fotografías de su época de pastelero.
Aunque eso no importa, porque su mente y su corazón no han olvidado detalles ni sensaciones. “¿Les cuento más?”, preguntó en la entrevista con LA GACETA para luego desempolvar remembranzas de un festejo inolvidable.
Sabor a miel
“Nuestro trabajo empezó muy temprano. Empezamos a las 7 del 27 de septiembre”, detalló Monteros, quien en ese momento era ayudante en la pastelería familiar que llevaba su nombre y el de su padre, “Carlitos”.
“Colaboramos con todo el armado hasta las 14, 15, sin parar y subidos en andamios para preparar todo en el piso superior”, recordó.
Juan Carlos contó que mientras algunos colocaban las planchas de bizcochuelo que se usaron, por detrás otros colocaban el dulce de leche y algunos más se alistaban para decorarlo y vestirlo de fiesta.
“Era muy grande. Tan inmenso que alcanzó para todos los que se acercaron a la celebración de los 300 años y recibieron un pedazo después de medianoche que la cortaron para convidar”, agregó el pastelero sobre la torta revestida con miel y merengue para el deleite de los paladares de los comensales de aquella noche.
El hombre, que abrió su cajón de recuerdos para traer al presente el festejo del tricentenario, forjó su camino a fuerza de trabajo duro y el ejemplo de su papá.
“Soy el que más trabajó a su lado porque en este rubro, uno trabaja cuando todo el mundo está de fiesta y eso cansa”, reflexionó quien hoy está jubilado pero nunca desocupado. Ya sin cremas, masitas o dulces, sino con madera y tornillos.
“A los 12 años ya decoraba pasteles. Yo llegaba de la escuela de Comercio, me cambiaba y me iba a nuestro local que se ubicaba en avenida Roca al 991”, dijo sobre el negocio que lo vio crecer y que aún pertenece a su familia aunque ahora está alquilado también por panaderos.
“He tenido la satisfacción de hacer la torta para mis 18 años, las de mis hermanos, el cumpleaños de 15 de mi hermana y los pasteles de bodas de plata y de oro de mis padres”, agregó luego sobre otros dulces que también significaron mucho para él.
No obstante, no todo fue color de rosa en la fiesta de la ciudad de aquellos años por una particularidad que Monteros tampoco olvida.
En deuda
“Toda la cuadra de la avenida 24 de septiembre al 300 será el ámbito en el que hoy, a partir de las 22, se desarrollará el Baile de los 300 años, organizado por la Dirección de Cultura de la Municipalidad”, se anunció en la edición del sábado 28 de septiembre de 1985 de LA GACETA.
Rubén Chebaia era el intendente que encabezaba esta gestión. “Ellos hablaron con mi padre y desde días antes empezaron a mandar la materia prima”, recordó.
“Enviaron azúcar, dulce de leche, manteca, pero tengo entendido que nunca se terminó de pagar”, reveló el hombre.
“Sí fueron ellos quienes mandaron los ingredientes, pero ¿y las horas de trabajo?”, se preguntó para volver a remarcar que las tareas realizadas por horas para que se disfrute del pastel fueron arduas y duras.
Según la publicación mencionada, la torta que se obsequió al público fue costeada por la Cámara de Supermercados y puesteros del Mercado del Norte.
En tanto, la estructura fue cedida por Tucumán Refrescos y el sindicato de Gastronómicos comprometió su servicio gratis para la fiesta.
Travesuras
Juan Carlos habló desde el living de su casa, donde aún cocina para sus cinco hijos y 11 nietos, cosas dulces y saladas. “No tengo preferencia”, confesó el hombre que hace tiempo dejó los dulces confitados de naranja, sandía y otras frutas que se esparcían por los budines ingleses, para ratitos de esparcimiento.
Es que la última profesión de Monteros no fue la pastelería. “Me dediqué al transporte escolar por 18 años y luego compré un colectivo con el que realicé viajes especiales para varias escuelas”, relató y detalló: “con esa unidad recorrí 420.000 kilómetros”.
“Por problemas de salud de mi esposa los abandoné y ahora como no puedo quedarme quieto hago muebles y otras travesuras para mí y para los vecinos. Por eso mi mujer dice que soy el marido de la cuadra”, comentó risueño.
Mientras que en una última mirada a ese día de 1985, hacia esa mega torta cuya foto ya no tiene, Monteros reconoció que se preguntaba si había más gente que trabajó ese día en su armado y pueda contarlo, como hizo él con LA GACETA.
“Pensé mucho en eso. Y de mis cercanos creo que ya no queda nadie”, manifestó con un tono de satisfacción por haber podido compartir el recuerdo de la torta de más de 11.000 porciones que ayudó a armar, en una noche que seguramente sigue guardada en más pupilas y paladares, que hoy la recapitularán gracias a Monteros.
Archivo: una página llena de recuerdos e historia
La edición de LA GACETA del domingo 29 de septiembre de 1985, se hizo eco de la magnitud de la Fiesta Popular del Tricentenario.
En el texto se resaltó la presencia de conjuntos musicales que amenizaron la noche y el canto del cumpleaños feliz justo a la medianoche.
Según otras publicaciones de la época, en el escenario estuvieron presentes Avelino con su banda, el folklorista Tito Segura, el chamamecero Domingo Espinosa, la orquesta de tangos de José Tévez y el ballet nativista de Simoca.
Por otra parte también se comentó que además de la gran torta, se hicieron otras siete en tamaños más convencionales que fueron enviadas a instituciones como el Pequeño Cottolengo Don Orione, el Hogar de Ancianos, el Hospital de Niños y la Cárcel Penitenciaria.