“¿Dónde va la gente cuando llueve?”, se preguntaba Miguel Cantilo. Con su grupo “Pedro y Pablo” cantaban “dónde la señora de arpillera, dónde el chico del harapo y arrabal, dónde los profetas de botella.”, tal sigue la magnífica letra. Nosotros ahora nos ocuparemos de otra curiosidad: “dónde van los tucumanos, los fines de semana, de siesta y de mañana”. Los tucumanos sin distinción de ningún tipo, se escabullen de casa con felicidad y se van…a las ferias de ropa.

La inteligencia de los consumidores textiles tiene muchas variantes a las vidrieras cuando se hacen de difícil acceso. Una histórica maniobra sigue siendo ir a lugares como el Mercado Persia, que ahora está resurgiendo de sus cenizas y adquirir una chomba de marca alternativa. En su intento por simular caen en “Adadis”, “Naik” y otras etiquetas que terminan siendo un cartel de “ropa trucha” que puede afectar la dignidad del portador.
Recientemente y gracias a las redes sociales se impuso la “moda circular”. Eufemismo de ropa usada, pero bien conservada y con la ventaja de que no necesita exponerse ni el comprador ni el vendedor. Otro punto a su favor, además de la discreción, es que tiene una justificación ecológica

Pero lo que más tucumanas y los tucumanos adoran en estos tiempos es ir a las ferias de ropa. Es un espectáculo: verlos nadar por esos piletones de prendas usadas, sentir la tensión de que demoran en emerger y verlos aparecer con una blusa o una camiseta de hockey entre los dientes. Saltan de un rubro a otro como en el mejor Mundo Marino. Que no ocurra que dos coincidan en una camperita porque se vuelven hostiles y territoriales. De todos modos casi nada carece de doble o sustituto.

Toda institución tiene roles y jerarquías. Pues bien, hay entre las compradores verdaderos baquianos que llegan incluso a ofrecer sus servicios. Se publicitan en los eventos señalando ante la mirada impávida del resto, que su atuendo, que no le pide un kilo al de Juanita Viale o al rifle Varela proviene de esas ollas que chorrean mangas.

La parte del pichuleo es sin dudas la más feroz: la escuela austriaca entre una forma compasiva de comunismo. Usan con maestría las técnicas comerciales sedimentadas por la humanidad. Se hace necesario enumerar algunas para comprender el arte.

1. Técnica de la suposición “Suponiendo que acepte el precio de este pantalón, a cuánto me deja el gorro este”.

2. De la objeción falsa “Pero mire que tiene un punto salido, no me va a cobrar igual”

3. Del lote: se trata de organizarse de manera de constituirse en una manga de entre cinco y diez mil compradores y reclamar rebaja por cantidad. Nacen amistades conmovedoras.

4.Del falso acuerdo. Si ya lo tiene mareado al vendedor que no quiere bajar de los mil pesos, hace esta arriesgada maniobra:“perfecto, entonces quedamos en ochocientos, en efectivo. Quiere ocho de cien o uno de quinientos y…” De esta forma desplazan la discusión a la forma de pago.

5. Me planto. También se los ve clavar la lanza con heroísmo y amenazar con la retirada.“Ésta es mi última oferta. Piense y me avisa que estoy tarde“. Así, le dan la espalda al vendedor y caminan despacio hacia la salida. Si se les ve de frente es probable que estén llorando porque pierden la camperita o el body del bebé . Todo este momento trágico y tenso suele tener un feliz desenlace: el vendedor acepta y ese rostro de corazón destrozado se ilumina. Eso sí, demora en darse vuelta para saborear el poder.

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