Juan A. González
Consultor de Naciones Unidas
El agua vuelve a ser noticia en Tucumán. Por su escasez en algunos lugares, por inundaciones en otros o por el uso poco claro en una finca o por la contaminación que provoca reiteradas mortandades de peces. Estas externalidades no indican palmariamente que estamos haciendo un mal uso de un recurso que es vital en el sentido más abarcativo que se conozca. Del agua no solo depende todo el ecosistema provincial (terrestre y acuático) sino también todas las actividades productivas, la provisión de agua potable a la población, la generación de energía hidroeléctrica, e incluso, ya en sentido regional, la cuenca Salí – Dulce.
El hecho es que estamos hablando de un bien natural, escaso, necesario para el desarrollo tanto individual, social y regional, cuyo valor cotiza más a medida que pasa el tiempo. Sin embargo, hoy sólo vemos a este recurso como un “bien natural a usar” que gratuitamente utilizamos, desviamos, privatizamos, contaminamos, o mal gestionamos, sin importar su origen, su manejo sustentable y ni mucho menos su degradación. Ni mucho menos pensar en la relación del origen del agua con la presencia de las yungas al oeste de nuestra provincia.
En efecto, en Tucumán hay agua porque existe el Anticiclón del Atlántico y una cadena de montañas al oeste. El Anticiclón del Atlántico Sur influye en la generación de precipitaciones en las yungas tucumanas al controlar la circulación de los vientos en la región. Durante los meses húmedos, el anticiclón permite la entrada de vientos húmedos del Atlántico que son arrastrados hacia el noroeste de Argentina. Cuando estos vientos chocan con las montañas, como aquellas donde se han formado las yungas tucumanas, el aire húmedo se eleva, se enfría y condensa, generando las llamadas lluvias orográficas. Sin duda un claro ejemplo de un fenómeno físico denominado “condensación adiabática” donde las yungas juegan un papel principal.
Según los estudios geológicos la formación de las Sierras del Aconquija comenzó hace aproximadamente 5 millones de años creando una barrera barreras física, como el cordón de las Yungas y otras montañas límites con Catamarca. Gracias a esa barrera física es que se produce el fenómeno de “condensación adiabática”.
Cuña húmeda
Gracias a eso tenemos el agua que tenemos, desde las Yungas hasta la Laguna de Mar Chiquita en Córdoba. Así las Yungas son una especie de “cuña húmeda” entre dos áreas semidesiertas o desiertas, una al este y otra al oeste (Santiago del Estero y Catamarca) respectivamente. Mientras en Tucumán hay registros máximos de casi 2.000 milímetros de lluvias al año en las provincias mencionadas apenas se llegan a valores entre los 200 y 400 milímetros anuales. ¿Se entiende ahora el papel de las Yungas en la generación de agua?
De manera que un manejo adecuado del agua no sólo pasa por atender hechos como la contaminación o el robo, que se deben hacer y ojalá se profundicen, sino en proteger nuestras montañas, proteger nuestras Yungas y en definitiva entender que así y sólo así vamos a poder hablar de manejo sustentable de nuestros recursos naturales. De ahí se deriva la importancia de los áreas protegidas y del Proyecto Yungas como Patrimonio Natural de la Humanidad.