Muchos de mi generación agradecemos la formación que nos dieron en casa y la educación que recibimos en la escuela; sin embargo, hay quienes cuestionan y critican la didáctica que se aplicó con nosotros, pero aquellas materias rígidas y sus exámenes complejos nos formaron para que estuviéramos en condiciones de competir con cualquiera en el planeta, estando preparados para un futuro incierto. Es lamentable a donde nos ha llevado el populismo educativo de las últimas décadas y sus consignas al hacer que las asignaturas sean cada vez más blandas y los exámenes light (obvio que dejo de lado el daño que causaron al ordenar que todos debían aprobar sin saber lo más básico). Hoy flotamos en un mar de la mediocridad educativa donde, como dice el tango es “lo mismo un burro que un gran profesor”. No se puede creer que un país que se enorgullecía del nivel de su educación y de la cultura general de su pueblo, tenga hoy a jóvenes que terminan el secundario con serios problemas de lecto-comprensión o sin poder resolver un problema matemático simple, lo que me lleva a recordar que argentinos e ignorantes son un anagrama. El actual sistema educativo degradado como está, lleva al incremento de la ignorancia, la incultura y la mediocridad, porque desprecia y hasta castiga a quien estudia y desarrolla su inteligencia. Siempre se ha dicho que los jóvenes deben ser revolucionarios para cambiar su realidad y su futuro; hoy esa revolución juvenil pasa por el estudio, el esfuerzo, el conocimiento, los libros y el internet bien utilizado, para que no vean sólo los derechos infinitos proclamados por todas partes, sino que también tengan claras las obligaciones que los llevarán a ser verdaderos protagonistas revolucionarios de un planeta que cambia a pasos agigantados.
Marcelo Daniel Castagno