Quedan pocas horas para llegar al límite de una entrega de un trabajo. La presión nos invade y sentimos que no llegamos. La ansiedad es cada vez mayor y el tiempo no se detiene. Una única solución puede liberar aquella tensión: ir en búsqueda de nuestro postre favorito, aquel que nos hace sentir más reconfortados. Pero ¿será que esta comida puede aliviar nuestro estrés? ¿cuáles son los efectos de los dulces en nuestro cerebro cuando estamos tensionados?
Las situaciones de presión y estrés pueden llevar a las personas a elegir opciones de alimentos más altos en calorías que por lo general pertenecen al grupo de esas comidas dulces y reconfortantes. Pareciera que una sola mordida podría disminuir aquella sensación poco placentera, pero lo cierto es que nuevas investigaciones sugieren que el estrés tiene un impacto más prolongado en la manera en que nuestro cerebro desea ciertas comidas y atender a esos antojos puede que solo aumente nuestra necesidad de seguir consumiendo esos postres.
¿Cuáles son los efectos de comer algo dulce en nuestro cerebro cuando estamos estresados?
En un estudio publicado en la revista Neuron, investigadores del Instituto Garvan de Investigación Médica descubrieron que la combinación de estrés crónico y la llamada “comida reconfortante” puede influir en el cerebro para que este continúe deseando esos platos (a menudo más procesados y con mayor contenido calórico), anulando la sensación de saciedad de las personas y aumentando las posibilidades de desarrollar obesidad.
El término anglosajón “comfort food” o “comida reconfortante”, refiere a aquellos platos que nos traen recuerdos nostálgicos y emociones positivas con cada bocado. Son aquellos alimentos que creemos “nos hacen sentir mejor”. Sin embargo, los últimos estudios han demostrado que los efectos no son precisamente los de aliviar las sensaciones negativas. De acuerdo con el descubrimiento del Instituto, combinadas con el estrés, estas comidas pueden provocar un deseo imparable.
¿Por qué la “comida reconfortante” solo aumenta nuestro deseo de seguir comiendo?
Para elaborar aquellas conclusiones, los investigadores experimentaron con ratones. “Descubrimos que una zona conocida como habénula lateral, que normalmente participa en la desactivación de la respuesta de recompensa del cerebro, estaba activa en ratones que consumían una dieta alta en grasas a corto plazo para proteger al animal de comer en exceso. Sin embargo, cuando los ratones estaban crónicamente estresados, esta parte del cerebro permanecía en silencio, lo que permitía que las señales de recompensa se mantuvieran activas y alentaran la alimentación por placer, sin responder ya a las señales reguladoras de la saciedad”, afirma el Dr. Kenny Ip, uno de los autores del estudio de Garvan.
Los investigadores destacan que en situaciones puntuales de estrés, nuestro cuerpo puede verse beneficiado de los platos reconfortantes. Sin embargo, cuando la tensión se vuelve un síntoma diario, estas comidas pueden afectar nuestra salud. “En situaciones de estrés es fácil gastar mucha energía, y la sensación de recompensa puede tranquilizarnos; en estos casos, resulta útil recibir un aporte de energía a través de la comida. Pero cuando se experimenta durante largos periodos de tiempo, el estrés parece cambiar la ecuación y provocar una alimentación que es perjudicial para el organismo a largo plazo”, afirma Herbert Herzog, autor principal del estudio.