18 Noviembre 2024

En nuestras comarcas norteñas y en gran parte de nuestro país, la palabra gaucho tiene diversas acepciones. Cuando decimos: “¡Qué gaucho es Fulano!”, estamos ponderando la nobleza, la generosidad, la caballerosidad, el desinterés, el hidalgo señorío de un individuo desprendido. Y también al decir: “Mengano es un gaucho”, con un matiz en la voz ligeramente distinto, casi despectivamente, lo calificamos como ignorante, rudo, grosero, rústico, tosco, ordinario. El sentido de “gaucho” no sólo varía de acuerdo al tono con que se pronuncie, sino a quien use el término. Si lo menciona uno de los colaboradores de “Güemes”, sin duda se evoca a héroes legendarios, centauros generosos que enfrentan la muerte por lealtad a la patria encarnada en su caudillo. Si lo recuerda el del bando contrario, eran solamente bandoleros o cuatreros. Una carta de un militar en campaña a su contendiente nos da algunos aspectos de la historia. ¿Cree usted que un puñado de hombres desnaturalizados y mantenidos con el robo, sin más orden, disciplina ni instrucción que la de unos bandidos, puede oponerse a una tropa aguerrida y acostumbrada a vencer a las primeras de Europa? ¿Esos a los que se llaman “gauchos” son incapaces de batirse con triplicada fuerza como es la de su enemigo? El receptor de la misiva, un comandante patriota ve en cambio con orgullo que sus “gauchos” han abatido a un aguerrido regimiento. El jefe vencido los desprecia por verlos sin orden ni disciplina, solamente mantenidos con el robo. A la fuerza y con los resultados a la vista tuvieron que convencerse de que esos hombres simples fueron esenciales y eficaces en la defensa de la patria que verdaderamente amaron. ¿Son héroes o bandidos? Para nosotros los norteños, hermanados y consustanciados con los paisanos del campo, al Gaucho no solo lo honramos en su lucha por la independencia de nuestro país y también lo recordamos con simpatía pegado a una guitarra. Su instrumento propio, el más apto para expresar su música, el que por su peso y tamaño no estorba a ese hombre andariego, trashumante. Es que el gaucho es también un hombre de trabajos rudos, de trajinar el cuero haciendo trenzas que exigen esforzar los dedos. Hombres de manos callosas y dedos entumecidos como pesados y agarrotados de tomar el lazo y cumplir largas faenas en el campo travieso. Varón de espíritu noble y osado, sin apegos ni prejuicios, el que siempre cantó su rebeldía y amó su libertad. Nunca tuvo patrones y con su única riqueza y mejor compañero su caballo se ganó su pobre sustento. Hábil jinete, melancólico y reservado. Con su lazo, el rodeo de hacienda y las travesías, las espuelas, el cuchillo, facón o daga y el poncho, fueron hitos de nuestra tradición. Los recados y rebenques, la chiripa serán siempre instrumentos de orgullo para estos gauchos humildes, gauchos pobres, que en las históricas batallas con Güemes a la cabeza, han conseguido que hoy nuestra Argentina sea una Nación libre e independiente. Fierro dice que él sabe “dirigir la mancera / y también echar un pial... / Sé correr en un rodeo, / trabajar en un corral... / Me sé sentar en un pértigo / lo mesmo que en un bagual”. De modo que el gaucho con la guitarra podrá rasguear el acompañamiento de un canto, marcar el compás de un baile; cuanto más, arpegiar una milonga, pero con espíritu noble y osado, sin apegos ni prejuicios, cantó su rebeldía y amó su libertad y fue artífice de nuestra independencia y libertad. Salve criollo argentino.

Jorge Bernabé Lobo Aragón

Camino del Perú 1.575 - S. M. de Tucumán

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