A veces, las segundas oportunidades tardan en llegar. Para Juan León Novillo, el rugby fue, durante años, el escenario de sueños cumplidos, triunfos celebrados y duras caídas. Ahora, con 32 años, el apertura tucumano anuncia su regreso al deporte después de cinco años de haber colgado los botines. Su historia habla de resiliencia, sacrificio y del desafío de afrontar las presiones de competir al máximo nivel.
La relación de “Pinky” con el rugby comenzó de forma inesperada, pero pronto se convirtió en una parte esencial de su vida. “Empecé a jugar a los 8 años. Un compañero del colegio me llevó a Tucumán Rugby. Yo jugaba al fútbol, pero el rugby me atrapó por el grupo humano que se había formado. Cuando llegó el momento de elegir entre uno y otro, me decidí por el rugby porque el equipo era como una familia”, relata.
Tucumán Rugby, cuna de grandes talentos, fue un terreno fértil para su desarrollo. Aunque admiraba a figuras internacionales como Dan Carter, apertura neozelandés, “Pinky” encontró su mayor inspiración en referentes locales y en los compañeros que lo rodeaban. “Siempre busqué aprender algo de todos los que se cruzaron en mi camino. Cada entrenador, compañero o rival tenía algo que aportar, tanto dentro como fuera de la cancha”, cuenta.
Uno de los momentos más significativos de su carrera fue su paso por Italia. Durante su tiempo en el país europeo, vivió una experiencia única que lo ayudó a madurar como deportista y como persona. “Italia fue un desafío enorme porque tuve que adaptarme a un estilo de juego diferente y a un grupo nuevo. Fue un aprendizaje constante, sobre todo por la exigencia de jugar en Europa. Eso me enseñó a valorar aún más lo que tengo en Tucumán”, confiesa.
A los 18 años, en su mejor momento físico y con un Mundial juvenil por delante, sufrió una grave lesión que lo obligó a detenerse. Fue un golpe devastador. “No entendía por qué me había pasado. Estaba en mi mejor nivel y, de repente, todo se detuvo”, recuerda.
Aunque volvió al rugby después de recuperarse, otra lesión lo llevó a abandonar el deporte. “Tomar la decisión de dejar de jugar fue muy difícil. En ese momento lo viví como una derrota, pero con el tiempo entendí que todo eso tenía un propósito: crecer y aprender”, reflexiona.
Lejos de las canchas, Novillo buscó nuevas formas de mantenerse activo y conectado con el deporte. Se dedicó al ciclismo, lo que le permitió fortalecer su rodilla y explorar nuevos horizontes. También jugó al fútbol con amigos y trabajó como entrenador en el club que lo vio crecer. En 2019, además, fundó junto a Jorge Domínguez el centro de alto rendimiento Thalamus, un espacio que combina entrenamiento físico, cognitivo y psicológico, y que ya cuenta con dos sucursales.
“Thalamus es más que un trabajo para mí. Es un lugar donde veo a los chicos cumplir sus objetivos, y eso no tiene precio. Me llena de orgullo ser parte de esos procesos”, comenta.
Desde su rol como entrenador, Juan León observa cómo las nuevas generaciones enfrentan el deporte con desafíos distintos. “Hoy muchos chicos no toleran la presión que implica el rugby de alto rendimiento y prefieren jugar en torneos de fútbol como Las Cañas, donde el nivel de exigencia es menor. Eso le quita competencia al rugby local y dificulta que los clubes mantengan sus procesos para salir campeones”, explica.
Para Novillo, el sentido de pertenencia al club es clave para revertir esta tendencia. “Lo más importante es transmitirles que quedarse, enfrentar los desafíos y apostar al crecimiento desde su lugar es lo que realmente vale. Por eso, la vuelta de figuras como Nicolás Sánchez a Lawn Tennis es tan positiva: genera entusiasmo y unión dentro del club”, agrega.
Después de años de lucha interna, Juan León comenzó a sentir que aún había algo pendiente en su relación con el rugby. “Había capítulos inconclusos. Gracias a personas que me apoyaron, incluso de manera indirecta, empecé a encontrar respuestas y me animé a volver”, cuenta.
Entre las razones que lo impulsaron a regresar, menciona la inspiración que encontró en la mentalidad de Kobe Bryant, el jugador de básquet, y el entusiasmo de los chicos con quienes comparte entrenamientos. “Ver su pasión y sus ganas de progresar me contagió. Me dieron fuerzas para volver a darlo todo”, confiesa.
Desde hace dos meses, su preparación ha sido intensa y rigurosa. “Entreno a las 5 de la mañana, corro a la siesta y trabajo las destrezas. Sé que tengo que recuperar en tres meses lo que perdí en cinco años, pero estoy disfrutando cada momento del proceso”, señala.
Un mensaje para los jóvenes
Con humildad, Juan León prefiere no pensar demasiado en lo que significa su regreso para la comunidad rugbier. Sin embargo, reconoce el impacto que puede tener en los jóvenes que lo ven como un referente. “Desde que anuncié mi vuelta, recibí un apoyo enorme. Me imagino compartiendo cancha con ellos y eso me llena de ilusión”, admite.
Con su experiencia, cierra con un mensaje para quienes sueñan con llegar lejos en el deporte: “La grandeza no está en los éxitos, sino en las veces que te levantás de las caídas. La vida te pone a prueba, pero si aprendés de los momentos difíciles, siempre vas a salir más fuerte. La tormenta, en algún momento, pasa”, concluye.
La historia de “Pinky” es un recordatorio de que, aunque el camino esté lleno de obstáculos, con esfuerzo, convicción y sentido de pertenencia, siempre se puede volver a empezar. (Producción periodística: Sofía Lucena)