OTROS TIEMPOS. Acosta dialoga con Leito, Golobisky y "Pulga" Rodríguez. La relación entre el jugador y la CD se rompió.
Guillermo Acosta no es un jugador más en Atlético. Por ese motivo, por historia, por presencia y por lo que representa, cada decisión que lo involucra tiene un peso simbólico distinto. De esa manera, lo ocurrido en las últimas horas no es sólo un conflicto contractual; también es un episodio que desnuda una relación quebrada y un final que nadie imaginó así.
El ciclo de uno de los últimos grandes referentes del club se terminó de manera imprevista. Sin anuncio público, sin homenaje y sin un cierre consensuado. Después de haber alzado la voz por situaciones internas (el atraso en el pago de premios y la decisión del plantel de no concentrar antes del partido contra San Lorenzo), Acosta pasó de capitán histórico a entrenarse solo, apartado del plantel profesional.
El propio futbolista le confirmó a LA GACETA cómo se enteró del nuevo escenario. “Me dijeron que me tengo que presentar a entrenar, pero que no puedo hacerlo con el plantel profesional”, relató. Y así fue: el martes volvió al complejo “José Salmoiraghi”, pero lo mandaron a entrenarse en soledad, a las 14.30 y bajo las órdenes del profesor Pablo Aguirre. Un horario distinto, en un lugar distinto y con un mensaje claro.
La herida, sin embargo, no es sólo deportiva. Acosta sostiene que el club no quiere pagarle lo que resta de su contrato (su vínculo con el “Decano” finaliza en diciembre de 2026) y que además le adeudan dos meses de sueldo. “(Miguel) Abbondándolo le dijo a mi representante que no van a pagar la rescisión del contrato”, denunció el jugador, visiblemente dolido por el manejo de la situación.
El conflicto se arrastra desde hace días, pero se volvió más áspero con el paso del tiempo. El 9 de diciembre, cuando comenzó la pretemporada, Acosta confirmó públicamente que no seguiría en Atlético. Aclaró entonces que la decisión no era futbolística y que su intención era “arreglar la rescisión para irse bien”. Hoy, esa posibilidad parece lejana.
La CD "Decana" prefirió mantenerse al margen del conflicto
Del lado dirigencial, el silencio fue la primera respuesta. Recién más tarde, una voz de la Comisión Directiva intentó bajar el tono del conflicto. “No le debemos nada a nadie. Los jugadores y los empleados están al día”, dijo el vocero. “Después el tema de la rescisión va por otro lado. Es obvio que debe estar dolido, pero hay que sentarse a negociar”, agregó sin dar mayores precisiones.
El problema es que, mientras se habla de negociación, el máximo referente histórico del club (376 partidos, 30 goles y 20 asistencias) se entrena solo, apartado, como si su recorrido no pesara. El gesto, más que la discusión económica, es el que profundiza la grieta.
Acosta no esconde su malestar. No sólo por el dinero, sino por las formas. Por la sensación de haber sido corrido sin diálogo real, después de años de compromiso y liderazgo puertas adentro. “Estoy cumpliendo con mi obligación, hasta que se solucione mi salida”, repitió, casi como un mantra.
El caso amenaza con convertirse en una novela larga y desgastante. Atlético deberá decidir si busca un cierre ordenado, acorde a la historia que Acosta escribió en 25 de Mayo y Chile, o si acepta que este conflicto deje una marca difícil de borrar. Porque hay finales que no se miden en balances ni contratos, sino en memoria. Y este, por ahora, sólo muestra dolor en el “Decano”.




















