En el árido desierto de Arabia Saudita, una dupla cordobesa escribió una historia única que mezcla amor, trabajo en equipo y pasión por el automovilismo. Nicolás Cavigliasso y Valentina Pertegarini se consagraron campeones en la categoría Challenger del Rally Dakar. Pero además de compañeros en las pistas, son también socios en la vida, el trabajo y las metas compartidas. Su travesía en la carrera más dura del mundo no fue solo un reto deportivo, sino una extensión de la relación que han construido desde que eran niños en General Cabrera, Córdoba.
Todo comenzó en la escuela primaria, donde jugaban a ser novios sin imaginar que, años después, el destino los volvería a reunir para nunca más separarse. Con el tiempo, la conexión entre ellos se fortaleció y pasó del ámbito personal al profesional. Mientras Nicolás forjaba su carrera en el motocross y luego en el Rally Dakar, Valentina, quien inicialmente lo apoyaba desde fuera de la pista, dio el salto al rol de navegante y se convirtió en su mano derecha dentro del vehículo.
De las raíces al podio del Dakar
Cavigliasso comenzó su carrera deportiva en el motocross, pero alcanzó la gloria en el Rally Dakar al consagrarse campeón en cuatriciclos en 2019. Fue en ese momento, tras cruzar la meta, cuando le propuso matrimonio a Valentina, en un gesto que marcó el inicio de una nueva etapa para ambos. Desde entonces, se han consolidado como un equipo dentro y fuera de la pista, compitiendo juntos en vehículos areneros y enfrentando los desafíos de esta exigente disciplina.
Más allá de las competencias, su vida diaria también está marcada por el trabajo conjunto. En su Córdoba natal, se dedican a la producción agropecuaria, con un emprendimiento que incluye ganado vacuno y cultivos de maní. Esa experiencia en la organización y el trabajo en equipo les ha servido para sortear las demandas del Rally Dakar, una competencia que exige tanto precisión técnica como resistencia emocional.
La conexión entre Nicolás y Valentina va más allá de lo sentimental. Su relación se basa en la confianza mutua y en una comunicación fluida que les permite enfrentarse juntos a las exigencias de las carreras. En el Dakar, mientras Nicolás maneja, Valentina se encarga de guiarlo con la hoja de ruta y de resolver posibles inconvenientes mecánicos. Esta dinámica se construyó a lo largo de años de experiencia compartida, desde que ella formaba parte de su equipo de asistencia hasta convertirse en navegante.
Sin embargo, no todo es competencia. En casa, la pareja encuentra un equilibrio que les permite disfrutar de los pequeños momentos de la vida cotidiana, alejados del ruido de los motores. Esa armonía, que han sabido trasladar al ámbito deportivo, se refleja en los resultados que han obtenido como dupla.