El verano en Tucumán siempre fue sinónimo de risas en piletas, juegos al aire libre y la camaradería de las colonias de vacaciones. Sin embargo, una realidad innegable se impone en los últimos años: una notable disminución en la asistencia a estas actividades tradicionales, dejando un espacio que parece ser ocupado por el brillo de las pantallas. Este fenómeno, lejos de ser una simple moda, plantea un desafío crucial para nuestra sociedad y la forma en que entendemos la infancia.
Como bien lo han señalado profesores y coordinadores de distintas colonias a LA GACETA, la tecnología se ha convertido en un imán que desdibuja la frontera entre el juego y el sedentarismo. Los niños, especialmente los preadolescentes, prefieren la comodidad de sus hogares, inmersos en mundos virtuales, a las aventuras que ofrecen las canchas y los talleres. Este cambio, aunque comprensible en la era digital, acarrea consecuencias alarmantes: la pérdida de la creatividad, el deterioro de las habilidades motrices básicas, como correr y saltar, y un creciente sedentarismo.
Las preocupaciones de los padres son también un reflejo de esta encrucijada. Si bien el temor a la seguridad en las piletas es una inquietud válida, la solución no puede ser recluir a los niños frente a un dispositivo. La alternativa, sin embargo, ya no se limita a los esquemas tradicionales. La aparición de colonias tecnológicas, donde se exploran la programación, la robótica y la inteligencia artificial, señala una vía interesante. Estas iniciativas, como lo expresa un padre consultado por este diario, combinan lo mejor de la tecnología con el aprendizaje y el entretenimiento, ofreciendo una alternativa que seduce a los jóvenes sin condenarlos a la inactividad.
Es que la tecnología no es el enemigo. Como señala la psicóloga Natalia Gronda, el problema radica en su uso excesivo, que restringe los intereses de los niños, dificulta su aprendizaje emocional y obstaculiza sus interacciones sociales. La solución, entonces, no es prohibir las pantallas, sino equilibrar su uso con actividades que fomenten el movimiento, el juego en grupo y el desarrollo de habilidades sociales y emocionales.
Las colonias de vacaciones, en sus diversas formas, tienen un papel fundamental en este sentido. Como bien señalan los profesores, los niños que asisten a las colonias logran desconectarse de sus dispositivos y redescubrir la alegría del juego. Es crucial, entonces, generar confianza en los padres, ofrecer entornos seguros y propicios para la integración y, como remarca Gronda, establecer límites claros en el uso de dispositivos para lograr un equilibrio saludable entre el mundo virtual y el real.
En este verano, mientras el sol brilla sobre la provincia, es hora de reflexionar sobre cómo estamos moldeando el futuro de nuestros niños. La tecnología puede ser una herramienta poderosa, pero no puede reemplazar las experiencias que nutren el cuerpo y el espíritu. Es necesario recuperar el equilibrio, fomentar actividades al aire libre, potenciar el encuentro con otros niños y garantizar que la diversión del verano no se pierda entre píxeles y pantallas. La respuesta no está en renunciar a la tecnología, sino en utilizarla con sabiduría, y en ofrecer a nuestros niños un abanico de opciones donde puedan crecer, aprender y jugar, sin que la pantalla eclipse la luz del sol.