No se trata de hacer más, sino mejor. Una mirada autocrítica

ImageFX: La tiranía del cronómetro y la hiperproductividad. ImageFX: La tiranía del cronómetro y la hiperproductividad.

Fundador de FALK Impellers y FALK Advertising Matters. Es consultor, comunicador, formador e impulsor de innovación y transformación en las organizaciones.

Hoy quiero ser mi propio Javier Castrilli. Sí, ya sé que suena raro, pero permítanme esta licencia futbolera. Como ese árbitro cara de piedra, flaco y adicto consumidor de gomina no te dejaba pasar una. Pero hacía justicia, perdón JUSTICIA. Para Castrilli el color amarillo no existía. Su espectro colorimétrico, sólo percibía el rojo de sus tarjetas. Porque si algo aprendí envejeciendo joven, es que la autocrítica, el cuestionamiento constante, la re-flexión son fundamentales para aprender, para crecer, para mejorar. Sobre todo para huir de uno de mis máximos temores: la mediocridad.

¿Qué me cuestiono? Una vez más, la híper-productividad, esa tendencia casi obligada en la actualidad de hacer más, a mayor velocidad, relegando la calidad de la acción. Vivimos inmersos en una obsesión enfermiza por la cantidad, por tachar tareas de una lista interminable, pero... ¿para qué? ¿A qué costo? Nos estamos acostumbrando a medir el éxito por la cantidad de tareas completadas, sin importar su valor, su esencia, lo que los filósofos llaman su qualia: esa cualidad intrínseca que hace que una experiencia sea única.

La búsqueda desenfrenada del "hacer más" nos lleva a la superficialidad, al estrés crónico y, paradójicamente, a una menor satisfacción. Paremos la bocha, amigo lector de LA GACETA, pongamos la “pelota al suelo”, como pediría Pep Guardiola (Pido licencia para comentario Colapintezco: ¡Cómo se te ocurre dejar ir a la Araña del City, Pep!).

Reflexionemos juntos: ¿No será hora de reevaluar nuestras prioridades y empezar a valorar la profundidad por encima de la cantidad?

Tiranía del cronómetro

Vengo pensando en esto hace tiempo. ¿Cómo medimos el laburo, el éxito, en cómo mensuramos el tiempo productivo? Vivimos en la tiranía del cronómetro. Y lo digo como enfermo de la productividad. Como bilardista de los KPIs (Dicho en cristiano: Indicadores claves de un negocio) Y la respuesta, que me duele un poco, es que lo medimos mal. Lo medimos como si fuéramos esclavos de una línea de montaje, como si fuéramos máquinas, robots. Y ahí, fiel lector, está el error. El pecado original de este modelo híper-productivo que nos consume y nos agota. El “Cuánto” lo priorizamos sobre el “Para qué” y el “Cómo”.

Quienes vieron “Tiempos Modernos” (1936) de Charles Chaplin, entienden de qué hablo. Si no la viste, no existís ja. Just do it, my friend.

No se trata de hacer más, sino mejor. Una mirada autocrítica

Te cuento una anécdota. Un cliente “X” de F*ALK Advertising Matters, quería contratar consultoría en Google Ads. Pero cuando empezamos a hablar de números, salen con que me querían pagar… “por hora”. Sí, leíste bien, ¡por hora! En pleno siglo XXI, en la era de la IA Generativa, donde la tecnología y tu experiencia y sapiencia profesional te permiten hacer mejor. Y, por supuesto, en menos tiempo. Esa mentalidad arraigada aún en muchas empresas que contratan y que prestan servicios es un engaño. ¡Es penal en el último minuto de una final empatada al sentido común!

Es una enorme falacia esta lógica de “pagar calidad de trabajo orientado a un resultado” por el tiempo dedicado. En donde, hipotéticamente, quien presta el servicio no le importaría “entregar bien y rápido”. Ya que eso atenta directamente al valor monetario de su servicio.

Es como si a un luthier le pagaran por hora para construir un violín Stradivarius, en lugar de pagarle por la obra de arte que crea. ¿Pagaríamos a Borges por palabra? No. Es castigar la calidad, la innovación, la eficiencia; y premiar… la mediocridad.

En este nuevo paradigma, en la Era de la Humanidad Aumentada, el valor no está en el tiempo que le dedicás a algo, sino en el resultado entendido como el impacto que generás, en la calidad de lo que hacés, en la transformación que provocás.

Y seguir midiendo el laburo por horas, amigos míos, es como seguir usando el ábaco en la era de la computación cuántica. Obsoleto. Anacrónico. Una antigüedad, un ancla al pasado. Me hice calentar, ja.

La trampa de Ford: ¿Eficiencia o alienación?

No quiero sonar como un hippie trasnochado que le tiene miedo a la tecnología. Todo lo contrario, soy un fanático y de sus posibilidades. Pero creo que es fundamental cuestionar el modelo productivo que heredamos de la Revolución Industrial, esa obsesión por la eficiencia que nació con Henry Ford y su línea de montaje. Perfecta para esos tiempos, esos procesos y, sobre todo, esas tecnologías disponibles en el inicio del siglo XX.

En esa época, la clave era producir más, más rápido, más barato. Y para eso, la eficiencia era fundamental. Pero el mundo cambió, amigo lector. Ya no estamos en la era de la escasez, sino en la era de la abundancia (de información, de tecnología, de… datos). Y en este nuevo contexto, la eficiencia a ultranza, la productividad desmedida, puede ser contraproducente. Puede llevarnos a la alienación, al burnout, a la pérdida de sentido.

El valor de la artesanía

En mi autocrítica, me planteo que ya no sólo quiero hacer más. Sí mejor. Cosas más diferentes. Desarrollar nuevas habilidades, aprender de otras ciencias, de otros expertos. Escuchar más y hablar menos, o al menos, lo justo.

Me inclino más por un mundo de la cocina gourmet sobre la cocina masiva de un fastfood. Estoy convencido que, en no muchos años, vamos a pedir cosas “artesanales”. En un mundo gobernado por IAs y robots, por procesos automáticos, por decisores estadísticos sin márgenes para el error. De enlatados culturales a medida hiper personalizados. Vamos a iniciar un movimiento a la vuelta del humanismo. A darle valor a la pieza de arte manual. Al texto escrito con el error humano. A lo “auténtico humano”. A los “Not-robots” o “Not-AI”, perfectamente podría patentarlos como un sello de calidad para el futuro. Y te lo digo como fan de la tecnología. Pero antes que nada, me considero un humanista de la vieja guardia.

ImageFX: Un cocinero auténtico versus una robot cocinero. ImageFX: Un cocinero auténtico versus una robot cocinero.

Programar en minutos, pensar en horas

Por suerte, hay luces en el horizonte. En algunos sectores, como la programación, ya se están dando cuenta de que el tiempo no es oro, es… bueno, tiempo. Hablé con varios amigos programadores, y coincidimos: la IA les cambió la vida (y el laburo). Herramientas como GitHub Copilot, v0 by Vercel, Cursor AI, etc, les ayudan a codificar, les sugieren soluciones, les automatizan las tareas repetitivas. Y ellos, ¿qué hacen? Piensan. Diseñan. Crean. Producen más y mejor. Pero sobre todo, MEJOR. Sino no tiene sentido.

Un estudio de GitHub demostró que Copilot ayuda a los desarrolladores a completar tareas hasta un 55% más rápido y a sentirse más enfocados en el trabajo satisfactorio. No son solo números, es un cambio de paradigma. La IA no los reemplazó, los liberó. Les dio tiempo para pensar, para ser creativos, para enfocarse en lo que realmente importa: la calidad del código, la innovación, la solución de problemas complejos.

Esto sólo aplica a aquellos que están usando la IA como corresponde. Sino, no seas naboleti, y empezá hoy a hacerlo.

ImageFX: El pensador de Rodin abrumado en un laberinto tecnológico ImageFX: El pensador de Rodin abrumado en un laberinto tecnológico

Hannah Arendt y el valor de “Hacer NADA”

Y acá me acuerdo de Hannah Arendt, esa filósofa grosa que nos hizo pensar sobre la condición humana. Arendt diferenciaba entre "trabajo", "labor" y "acción". El "trabajo" es lo que hacemos para producir bienes materiales, lo repetitivo, lo alienante (la línea de montaje de Ford que hablamos). La "labor" es el mantenimiento de la vida, lo cotidiano, lo necesario para sobrevivir: limpiar, cocinar, cuidar, pagar impuestos (guácala). Y la "acción", lo más humano, lo que nos define como seres únicos y sociales, lo que hacemos en libertad, lo que nos da sentido (el arte, la política, la filosofía, el amor, un buen asado con amigos). Lo que nos diferencia de la inteligencia artificial y nos protege para seguir siendo el centro de esta nueva era.

En la Era de la Humanidad Aumentada, la IA puede hacerse cargo del "trabajo" y de gran parte de la "labor". Y a nosotros, los humanos, nos quedaría la "acción", lo creativo, lo trascendente, lo… humano, en esencia. Tendríamos tiempo para pensar, para reflexionar, para crear, para conectar con otros, para contemplar las estrellas, para… hacer nada (creativamente).

Tanto corre el hombre, tras la fortuna. Que se olvida de vivir. A veces, parar la pelota y simplemente "ser" es el acto más revolucionario en esta era de híper-productividad. Siempre “ser” antes que “tener”. Si no vivimos la vida así, somos unos giles. Fin.

Menos “Hacer Más”, más “Hacer Mejor”

No se trata de demonizar la productividad, ni mucho menos. Producir es necesario, crear es esencial. Pero no podemos seguir midiendo nuestro valor, nuestro tiempo, nuestra vida, en función de la cantidad. Es hora de cambiar el chip, de pasar del “hacer más” al “hacer mejor”. De valorar la calidad por encima de la cantidad, la innovación por encima de la repetición, la creatividad por encima de la eficiencia a ultranza. La Era de la Humanidad Aumentada nos da esa oportunidad.

La IA puede ser nuestra aliada para liberarnos de las tareas alienantes, para potenciar nuestra creatividad, para enfocarnos en lo que realmente importa: la calidad de nuestro trabajo, la calidad de nuestras relaciones, la calidad de nuestras vidas. Y para eso, amigo lector, necesitamos tiempo. Tiempo para pensar, tiempo para crear, tiempo para… hacer nada (conscientemente). Tiempo para ser más humanos, en definitiva.

¿Te animás a bajar un cambio conmigo? Te leo en los comentarios.

Fuentes

Tiempos Modernos (Película completa) https://youtu.be/GAOOcsyk55w?si=2ljM15Rnny5JWboE

FALK Advertising Matters https://falkam.com/

Vercel v0 https://v0.dev/

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