

Estamos en el Laboratario de Biocontrol en Citrus, una de las numerosas ramas que se desprenden de la frondosa copa del Proimi (Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos). Devastador, el sol se derrama sobre el edificio ubicado en avenida Belgrano y pasaje Caseros. En el interior los aires acondicionados no dan abasto, mientras los investigadores del Conicet van reincorporándose tras las vacaciones. El doctor Julián Dib lidera el equipo que oficia de anfitrión, un grupo entusiasmado por hallazgos que irán detallando y que representan valiosas noticias para uno de los motores productivos de Tucumán como es el limón.
María Cecilia Rasuk (doctora en Ciencia Biológicas) y Marcia García (licenciada en Biotecnología, becaria doctoral) se suman a Dib para contar, a coro, que en la cáscara del limón vive una levadura capaz de proteger a la fruta de enfermedades que suelen castigarla tras las cosechas. En otras palabras: es el propio ADN del limón el que puede mantener a raya los hongos que lo amenazan. Y con esa levadura se podría elaborar un fungicida natural, reemplazante de los peligrosos pesticidas químicos que suelen emplearse.
Descubrimientos como este se cimentan en investigaciones impactantes en el campo científico, aunque por lo general desconocidas para el gran público. ¿De qué se trata en este caso? Por primera vez en América latina se estudió el microbioma del limón, lo que permitió identificar las bacterias y levaduras que viven en la superficie de la fruta. A todo esto lo desmenuzarán, pacientes, Dib, Rasuk y García.

- ¿Cuál fue el disparador de esta línea de investigación?
- Julián Dib (JD): a los limones les aplican pesticidas químicos para mantenerlos protegidos de infecciones después de cosecharlos. Nosotros advertimos que no había otro producto, que fuera de origen biológico específico, adaptado a las condiciones del limón tucumano. Entonces nos pusimos como objetivo generarlo. Empezamos desde muy abajo, al principio no teníamos financiamiento, hasta que lo fuimos obteniendo a nivel local y nacional. Hoy tenemos también financiamiento internacional para este tipo de líneas de investigación.
- ¿Y cuál fue el hallazgo?
- JD: identificamos en el laboratorio unas levaduras que viven en el limón y descubrimos que una -la Clavispora lusitaniae, a la que llamamos levadura 156 por el nombre que le pusimos a la cepa- actuaba protegiendo al limón de infecciones fúngicas poscosechas. Por ejemplo, contra la infección producida por el Penicillum, que es un hongo que ataca al limón en esa etapa. Y vimos que aplicando esta levadura sobre el limón lo protegía tanto a temperatura ambiente como en frío.

- ¿Es muy relevante esta particularidad?
- JD: sí, porque sabemos que el limón no solamente se vende a nivel local; principalmente se exporta a Estados Unidos, Europa, Asia... Ese transporte dura entre 30 y 40 días, se hace en barco y en contenedores a baja temperatura. Nos llamó la atención que la levadura actuaba muy bien en esas condiciones, por lo que la solución estaba en el mismo limón.
- ¿Cómo siguió la historia?
- JD: publicamos artículos científicos detallando este hecho y nos pasó que una vez nos llaman por teléfono y era el CEO de una empresa internacional. Nos contactamos vía mail y nos contaron que habían leído el artículo y les parecía muy interesante para llevarlo a una aplicación industrial. Se trata de una multinacional llamada DECO, con sede en Estados Unidos. Se iniciaron las negociaciones por medio de Conicet hasta que se generó un acuerdo. Fue un aporte muy fuerte para nuestro laboratorio, no solamente de dinero; también de equipamiento y de infraestructura. Eso nos permitió desarrollar la línea de investigación y posicionarnos como grupo en una línea muy nueva y muy aplicada para el limón.
- El estudio se focaliza en el microbioma del limón. ¿De qué se trata?
- Cecilia Rasuk (CR): microbiota se llama a los componentes bacterianos y fúngicos que hay en cualquier ambiente. Se sabe que el microbioma humano es súper importante y tiene efectos en la salud, incluso impensados hasta hace muy poquito. En realidad no se conoce todo el potencial que tienen los microorganismos ni cómo afectan a cualquiera, ya sea una persona, un animal o un fruto. Lo que nosotros estudiamos es la microbiota epifita, o sea todos los microorganismos -bacterias y hongos- que están sobre la superficie del limón.
- ¿Cómo es el procedimiento?
- CR: tomamos muestras de la superficie del limón y le extraemos el ADN. Utilizamos genes marcadores que nos indican la composición bacteriana por un lado y fúngica por otro; y de todos los miembros de esa comunidad, sus abundancias relativas. Hacemos secuenciación de alto rendimiento mediante técnicas que se utilizan desde no hace mucho tiempo. Como explicó Julián, en estudios anteriores habíamos encontrado que la levadura Clavispora lusitaneae era muy eficaz y tenía un gran potencial para una formulación alternativa al uso de los fungicidas químicos. Ese es el objetivo del laboratorio: encontrar un formulado natural que ya sea reduzca la utilización de fungicidas químicos o que los anule, lo que sería ideal.
- ¿Cuál es la cuestión con los fungicidas químicos?
- CR: sabemos que son cancerígenos. En la argentina hay muchísimos fungicidas químicos que se utilizan en pesticidas que están prohibidos -por ejemplo- en la Unión Europea. Además se van aumentando las dosis, porque sucede lo mismo que con una persona que se enferma y automedica: a medida que toma el mismo antibiótico la bacteria muta y obtiene resistencia. Con el limón y los químicos es igual: van generando resistencia y adaptándose a esas dosis cada vez más altas y cada vez más cancerígenas. Por eso nuestra idea es encontrar una alternativa biológica amigable con el medio ambiente, económica y, por supuesto, que no afecte lo que estamos comiendo, preservando la salud humana.

- JD: la secuenciación del ADN es una parte bastante costosa y se ha hecho en colaboración con gente de la Universidad de Göttingen (Alemania), con la que tenemos un intercambio de estudiantes y de personal académico. Por eso ellos aparecen en nuestra publicación. Esto también se hace en Argentina, pero cuesta mucho dinero.
- ¿Qué otro efecto producen esos pesticidas químicos?
-JD: como todos sabemos hay un mercado que cada vez requiere más limones orgánicos, sin tratamientos. Hay muchas exigencias en todo lo referido a los químicos, de ahí la importancia de generar una solución para el productor, para que pueda exportar sin químicos y que no haya una pérdida significativa, porque muchos limones llegan podridos a destino. A nivel internacional hay una mentalidad de consumir productos más naturales y empezar a conocer cuáles son sus beneficios.
- ¿Cómo es el proceso que deriva en la utilización de la levadura como agente biológico de protección para el limón?
- Marcia García (MG): a la levadura 146 la tenemos aislada y la hacemos crecer en placas de Petri. Ahora vamos un paso más adelante y lo que estamos haciendo es preparar un formulado que tiene la levadura diluida, digamos que es como si prepararas un juguito en polvo. De las cajitas de Petri se pasa a un medio de cultivo líquido, con fermentadores (“en el Proimi hay recipientes de hasta 1.500 litros”, aporta el licenciado Víctor Baigorria, quien realiza el apoyo técnico al equipo) y ahí se sumergen los limones. Entonces, si bien el limón ya tiene la levadura incorporada, lo que se hace es aumentar la cantidad. Los fermentadores tienen todos los parámetros automatizados para medir las muestras, así que se los va chequeando directamente en la pantalla.
- ¿Qué otro aspecto distingue a esta línea de investigación?
- JD: es la primera vez que se estudia el microbioma del limón en la Argentina; incluso en América latina no se había hecho un estudio como este. Nos permite conocer una característica única del limón: qué es exactamente lo que vive en la superficie: qué bacteria, qué levadura. Es algo que aporta al valor agregado de nuestra producción y explica por qué los limones tucumanos son únicos y se desarrollan con tanta calidad. Marcia está haciendo un doctorado específicamente estudiando el microbioma del limón y cómo varía en una temporada con y sin aplicaciones fungicidas cuando se lo conserva a baja temperatura. Es un estudio global que tiene unos cinco años de duración y requiere de mucho esfuerzo. Creo que las conclusiones que saque serán muy aplicadas e interesantes para el producto y para la industria citrícola.
- ¿Por qué?
- MG: empezamos a conocer qué tiene el limón cuando sale de la planta y qué pasa cuando le aplicamos fungicida. Probablemente en el medio se pierden muchos microorganismos que son favorables para el consumo, porque así como hay microorganismos que causan enfermedades hay otros súper benéficos para la salud.
- ¿Y cómo se trabaja para determinar esto?
- MG: tiene que ver también con lo que comentábamos al principio sobre lo hecho inicialmente aislando las levaduras en la placa de Petri. Hoy en día se sabe que muchos microorganismos no crecen en la placa de Petri porque no logramos encontrar las condiciones apropiadas, y es posible que en el caso de la Clavispora haya un microorganismo que le permita crecer mucho mejor o que se mantenga más viva en el tiempo. Y no lo sabemos porque a ese microorganismo no se lo puede cultivar en la placa. Al momento de formular ese biocontrolador que aspiramos a encontrar pretendemos hacerlo de la mejor manera, para que dure la mayor cantidad de tiempo posible.
- ¿En qué instancia se encuentra la investigación?
- JD: para pasar a un mercado masivo como el de la producción citrícola de Tucumán se necesita mucha inversión. Hoy en día estamos formulando el producto acá en Proimi, así que en esa instancia estamos.
- En un contexto de mucha complejidad para el desarrollo de la ciencia, ¿cuál es el análisis de la situación que hacen?
- JD: lo vemos como una oportunidad para buscar alternativas. Es verdad que siempre hemos dependido de subsidios locales y nacionales, pero ahora apuntamos más bien a obtener subsidios internacionales y ya lo estamos logrando. Eso nos obliga también a movernos para buscar financiamiento privado. Como científicos tenemos que seguir avanzando, no nos podemos quedar, queremos que nuestras investigaciones sigan y por eso recurrimos a distintas alternativas. Estamos con una mirada más bien internacional, por ejemplo en nuestro grupo de investigación todos han tenido becas afuera; una colega se fue a Alemania, otra estuvo en México... Esa experiencia es fundamental para nosotros porque nos mejora y nos permite encontrar soluciones más eficaces acá.