La mejor forma de dilucidar el confuso episodio del viernes que tiene como protagonista al Presidente es que se investigue. Los obsecuentes no deben aceptar y justificar la falta de “interiorización” que aduce. Lo malo de su imprudencia es que no toma conciencia de que las ratas -cómo gusta llamar a sus adversarios políticos- están de fiesta y de que él deberá pagar los gastos. Dicen que del ridículo no se vuelve. El que tiene la responsabilidad de esta maniobra -voluntaria o involuntaria- es él; y debe explicarlo para beneficio de la República y de la democracia. No hay que darles oportunidad a los otros, mejor es llamarse a un prudente y saludable silencio hasta que se aclare. Lamentablemente está rodeado de codiciosos jóvenes que ven la oportunidad a través de LLA de hacer negocios que aportan pocos beneficios a la sociedad, y muchos a sus bolsillos. No hace falta más que oír las rimbombantes declaraciones de su ejército de alfiles. De esto debe salir airoso y fortalecido si nada tuvo que ver.
Roberto Sánchez
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