La semana de la casta

La semana de la casta

De la política asomaron en el Congreso y en la vida pública argentina. Se vienen días de replanteos y de nuevas estrategias. Las fotos que ayuda a definir la política y las tensiones en la Cámara.

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Federico Diego van Mameren
Por Federico Diego van Mameren 23 Febrero 2025

En 1949 un tal Chuck Jones llegó a la Warner Brothers con la propuesta de un dibujo animado. Se trataba de dos personajes que él había imaginado sirviéndose de la inspiración del gran Mark Twain. Inspirado en el libro “Pasando fatigas” creó “El coyote y el correcaminos”. El Coyote se pasa su vida intentando atrapar o matar al Correcaminos y no lo consigue. Por el contrario, termina siendo víctima de sus propios artilugios y trampas.

Los dibujos animados despiertan todo tipo de sentimientos en el público y en este caso, según la misma Warner, las simpatías de la audiencia se quedan con el Coyote, ese agresor siempre fallido. En definitiva, el dibujo animado de Jones termina siendo una curiosa metáfora de cómo alguien siempre cae en su propia trama. Sus ingeniosos planes terminan volviéndose en su contra e ilustran la ironía de la vida y el exceso de confianza.

Las ironías de la vida y el exceso de confianza fueron la propia trampa en la que cayó el presidente Javier Milei con su posteo en X (ex Twitter) sobre la criptomoneda $Libra. Y, a partir de ese momento, comenzó a trastabillar y retroceder casilleros como esos niños que juegan a la Oca y cuando ya festejan su triunfo caen en una fatídica casilla que los hace volver para atrás.

Fue un vendaval cripto que sacudió las melenas del león. Las ironías de la vida hicieron que Milei fuera a buscar auxilio y oxígeno en la casa del dueño de X. Hubo fotos y video con sonrisas jugando junto al hombre más poderoso del mundo, con quien hizo amistad por un posteo de X. La foto salvadora fue el freno de la caída. Ni las encuestas que con desesperación se hicieron en menos de 72 horas para morigerar el golpe servían. Decían que la imagen del Presidente seguía alrededor de los 50 puntos, pero no bastaba. Hizo falta la foto con Elon Musk y en el exterior. Ahí volvió a respirar.

Los exabruptos y los excesos de confianza que se manifiestan en expresiones ampulosas y fuera de lugar no son atributos presidenciales. Es cierto que en la Argentina le han alcanzado para llegar al máximo pedestal del poder. Un lugar del que se derrumbó uno que confesó que era aburrido.

Milei desató lo que él llamó batalla cultural y en ella sus enemigos fueron la casta. Esta semana todo ese esforzado desarrollo se cayó como un castillo de naipes. Un senador de sus huestes borró con el codo la investigación que firmó con la mano. Forzaron una entrevista televisiva que no estaba condicionada pero sí corregida. Fue la “Cancha rayada” de la batalla cultural. Lo curioso es que cualquier palabra fuera de lugar había hecho que el “mal dicente” terminara inmediatamente en la calle sin explicaciones. Esta semana Milei se quedó sin tarjetas rojas y nadie fue echado, ni vilipendiado, ni tuiteado.

Utilizando frases del Presidente esta semana fue la fiesta de la casta. O, tal vez, un baño de realidad de la política argentina.

Imágenes subtropicales

En estos confines subtropicales el gobernador de la provincia ha aprendido que las ampulosidades, exabruptos y exageraciones nunca llegan a buen destino, y, por el contrario, en el futuro, más cercano, siempre hay alguien para recordárselo. Si lo sabrá. Por eso esta semana ha elegido la prudencia. Ha aportado sus huestes a la casta mileísta, pero ha pasado inadvertido al confundirse con los senadores manzuristas. Al mismo tiempo ha tomado distancia de los dislates presidenciales diciendo que ya es cosa de la Justicia. Osvaldo Jaldo hace de su ejercicio de gestión una suerte de campaña. Va de Concepción a la Plaza Independencia y del paseo a Capitán Cáceres como si estuviera en un momento proselitista importante. Y en la campaña el eje vuelve a ser la seguridad. Y, en el marco de eso eligió mostrar su buena relación con la Justicia. En Concepción y en la plaza su imagen estuvo pegada a la del presidente de la Corte Suprema de Justicia, como en viejas épocas. La excepción tal vez fue en la Batalla del Oflador cuando el hombre de las grabaciones intentaba seducir -y arrebatar- a las huestes jaldistas a través de su celular y sus oyentes ponían el altavoz para que el líder lo supiera. Pero eso ya pasó, tanto que el ministro de Seguridad hizo especial hincapié en destacar la gestión de la Justicia para que los delincuentes que persiguen sus policías terminen en Benjamín Paz después de ser expedientes. En Concepción también se vio a Edmundo Jiménez, quien faltó a la cita del jueves frente a la Casa de Gobierno. Contra él cargó la jueza Carolina Ballesteros. Finalmente tiró del mantel. Su abogado presentó un juicio político contra el ministro fiscal. Lo acusa de ejercer el comercio y da datos para corroborarlo siendo aquella una actividad que no podría ejercer alguien con cargo en la Justicia. Claro que si avanza ese juicio, los Tribunales podrían llegar a multiplicar sus vacantes. Pero la Comisión de Juicio Político de la Legislatura ha dado señales de no estar muy interesada en darle cabida a esta presentación. Al menos esa conclusión se podría sacar al haber incurrido en el delito de no darle lugar a la magistrada para ratificar su denuncia. Dice la ley que la Comisión de Juicio Político de la Legislatura debe citar a la denunciante a los dos días hábiles subsiguientes a la presentación para que ratifique la denuncia. Los legisladores se olvidaron y en esa omisión cometieron un delito.

“Suéltame, pasado”

En el imaginario de la política comarcana empieza a tomar cuerpo el mensaje del gobernador de la Provincia. La Constitución lo manda a la Legislatura el primer día de marzo y lo obliga a llevar bajo el brazo unas cuantas hojas para leerle al pueblo tucumano.

La última vez que lo hizo, fue un Jaldo en estado de felicidad. Su sonrisa y soltura trataron de transmitir esa alegría. Salió caminando de su casa y llegó hasta la Legislatura. Presumió de que no había generado ninguna movilización. Si alguien fue, lo hizo de motu proprio, pero no porque un ómnibus propulsado a dineros públicos y sánguches demagogos lo hubieran llevado. Y cuando estuvo frente a los representantes del pueblo destacó sus ahorros y su gestión y a los cuatro vientos lanzó la necesidad de un Ley de Acceso a la Información Pública y una reforma política que por lo menos intentara herir de muerte a los acoples. Nada de eso ocurrió. Explicaciones las hay a montones. Tal vez como suelen decir las abuelas enamoradas de su prole: “lo que vale es la intención”. Pero los tucumanos siguen sin tener nada de eso,

A Jaldo sus palabras de antaño, sus fidelidades de principios de este siglo y las del siglo pasado le suelen pasar factura. Las veces que fue consultado por aquellas situaciones dijo no arrepentirse como si fuera la inexorable condena de quienes quieren llegar a la cima del poder. “Suéltame, pasado”, le gritarían los excelsos Les Luthiers que en su disolución se llevaron nuestras carcajadas.

La semana que viene

La semana que se fue para no volver nunca más ha sido una licuadora. Hasta Cristina quiso aprovechar que la peluca estaba despeinada y se fue a Colonia, Uruguay, a visitar la humilde morada de Pepe Mujica. En un intento también de que la foto le ayude a limpiar su imagen. La semana que viene servirá para hacer un control de daños. Por eso desde el gobierno nacional buscan arroparse con algunos actos donde las multitudes calmen los nervios. En Tucumán, la Legislatura tendrá que calibrar sus yerros para evitar que el mantel de Ballesteros siga incomodando. Por las dudas la magistrada sigue teniendo en la mirilla figuras de distintos poderes.

La casta que puso de moda el Presidente para diferenciarse va a tener que empezar a tamizar de nuevo porque después de lo que pasó, se hace difícil diferenciar a unos de otros. Al final de la partida, todos los trebejos se mezclan en la caja, suelen decir los ajedrecistas expertos.

Lo que alguna vez fue una estrategia meticulosamente diseñada para atrapar a sus adversarios terminó volviéndose en su contra, como el Coyote que, confiado en su ingenio, pisa la trampa que él mismo preparó. En política, las artimañas pueden funcionar por un tiempo, pero la realidad siempre se impone. La credibilidad, como un puente frágil, se quiebra cuando las contradicciones y los engaños se acumulan.

El futuro se presenta incierto. Las preguntas ya no giran en torno a cómo mantener el control, sino a cómo levantarse de nuevo y sin que se noten las marcas de los cachetazos. En política, como en los dibujos animados del Coyote y el Correcaminos, siempre existe un nuevo episodio, pero no todos los personajes logran reinventarse.

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