
Por Hugo E. Grimaldi
Desde ya que resulta algo bastante extemporáneo comparar la fuerte disputa internacional que tuvieron los presidentes de los Estados Unidos, Donald Trump y su par ucraniano, Volodímir Zelenski con la bronca local entre el presidente Javier Milei y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. En el Salón Oval se habló de “la tercera guerra mundial”, lo que deja a años luz la pelea de cabotaje, pero igualmente la doble mención es válida para enmarcar la categoría de viernes furioso que se vivió políticamente ayer a todo nivel. Altísima tensión y posturas que se observan irremontables es el denominador común.
En el plano local, el gobierno nacional ha sentido de verdad el golpe de las criptomonedas, un tiro en el pie que se dio el presidente de la Nación hace dos semanas y ayer, otra vez un tuit presidencial resbaladizo resultó ser motivo de gran polémica y dejó nuevamente en falsa escuadra política a Milei, pese a lo certero de su prédica. Esta vez el mandatario se refirió a la provincia de Buenos Aires, un distrito inmerso de verdad en un “baño de sangre” algo que, según él se debe a la “incompetencia” del gobernador Kicillof, a quien le pidió que renuncie para que la Nación se haga cargo de la seguridad.
Si aquel episodio pudo haber sido un quiebre de la opinión pública éste no pegó tanto, pero seguramente tendrá consecuencias políticas para el gobierno nacional. El posteo se elaboró y se difundió mientras se preparaba el jueves por la noche una primera versión de lo que deberá ser esta noche el fogoso discurso que pronunciará el Presidente en un Congreso raleado de legisladores, sobre todo del lado del peronismo.
Ya mismo, la semana próxima, el Senado le promete al Presidente más de un trago amargo, como por ejemplo rechazar el pliego de Ariel Lijo, nombrado por Decreto en “comisión” en la Corte Suprema de Justicia de la Nación y aún sin licencia acordada como juez federal, por lo cual no pudo jurar ante sus nuevos pares, como sí lo hizo el otro candidato, el jurista y catedrático Manuel García-Mansilla, también en la picota y a tiro de un eventual rechazo de su pliego (no hay dictamen aún, pero podría conseguirse) exactamente por lo mismo.
Ante la raleada Asamblea Legislativa, Milei hablará de los logros económicos, de las reformas que faltan (laboral e impositiva sobre todo) y de las desregulaciones, aunque se especula que el centro del discurso pivoteará sobre la inseguridad. La terrible muerte de Kim (7 años) en la ciudad de La Plata fue el detonante, pero las encuestas ya marcaban que el desmadre bonaerense había calado hondo en la gente y que era el momento de decir algo. Además, es un año electoral.
En cuanto al tinglado que ha montado el Gobierno con las redes sociales, lo notable es que, por segunda vez en pocos días, las usinas oficiales no pudieron contrarrestar el alud de declaraciones, pero tampoco los contrasentidos que surgieron de la proclama presidencial. Así, nuevamente, los difusores mileístas se quedaron casi sin reaccionar porque la cuestión, tal como les pasó con las criptomonedas, no era para iniciados.
Si en aquel segundo tuit de hace dos semanas, el que quiso borrar con el codo lo que algunas horas antes había deletreado Milei en X (“no estaba interiorizado”), fue más lapidario que la recomendación inicial de adherir a la cripto $LIBRA, esta vez el pecado presidencial estuvo en la palabra “intervenir”. Sin la aclaración de que no se trataba del remedio federal que la Constitución tiene regulado para casos perfectamente prefijados, ese término hizo que la discusión se sesgara para algo que no podría ocurrir. Sin embargo, el peronismo se agarró de eso para abroquelarse.
La metáfora que se le atribuye desde siempre a Juan Domingo Perón dice que los peronistas "somos como los gatos: parece que nos estamos peleando y en realidad, nos estamos reproduciendo". Esta frase ha sido ampliamente citada y utilizada para describir la naturaleza pero, sobre todo, la complejidad del movimiento peronista algo que, desde hace 48 horas apenas, ha vuelto a hacerse realidad con el encolumnamiento por conveniencia de Cristina y Máximo Kirchner, Sergio Massa y Axel Kicillof, hasta hace dos días todos ellos peleados a muerte por el futuro de la interna política de la provincia de Buenos Aires.
Otro conocido dicho, atribuido a Napoleón, bien podría atarse al tuit del presidente de la Nación que galvanizó a la oposición: “cuando tu enemigo se equivoca, no lo distraigas”. Otra doble falta de Javier Milei en la salsa que más le gusta: la del desorden de las redes sociales y el barullo que él mismo mete en X cuando se manda a tuitear. Se decía que había que sacarle el móvil a Alberto Fernández para evitar aquellos mensajes nocturnos que tanto lo comprometían y bien, ahora su sucesor parece que es bastante peor desde su verborragia incontrolable.
Hay un mareo evidente en el Presidente, quien vivió durante 2024 siempre con la posibilidad latente de una eventual caída de su imagen, algo que nunca sucedió hasta ahora mismo porque la gente siempre supo que debía bancar con muchísimo esfuerzo el duro proceso de cambio económico que él proponía. Por más que los políticos siempre se quieren llevar los laureles, de alguna manera, ese camino fue marcado por la mismísima opinión pública que se llevó al gobierno actual a la rastra. Y hoy, le pide lo mismo en materia de seguridad.
Las ideologizadas correrías kirchneristas que cubrieron 16 de los últimos 21 años de la Argentina, las mismas que fueron avaladas y vueltas a avalar varias veces por la ciudadanía, han dejado tres papas más que calientes que el actual gobierno procura desactivar: la economía (inflación, emisión loca, Reservas negativas, endeudamiento, etc.), la educación (“todo es igual, nada es mejor”) y la seguridad. El kirchnerismo igualó para abajo, se suele decir y es eso lo que impactó en la decisión ciudadana de darle a Javier Milei la responsabilidad de cambiar ese paradigma por demás insano.
Lo más notable fue que el peronismo, devenido en la aventura K de este siglo, lo hizo ideológicamente en nombre de los derechos y de la igualdad de posibilidades, aunque el resultado práctico es que se los restó a toda la sociedad, justamente en esos tres ítems fundamentales. Y lo hizo a la bartola, como si lo único que importara era imponer una ideología. Hoy, Kicillof es cultor del mismo método y lo peor es que el presidente de la Nación cae en el mismo error porque además, él también está formateado en el minuto a minuto. La crítica es profunda hacia ambos porque las reformas se hacen recién perdurables cuando se institucionalizan
Milei debería en ese sentido mirar esa experiencia previa, la misma que a él le permite ahora mismo ir rompiendo lo que no se cristalizó del todo, para darse cuenta que la chapucería de los otros lo va a llevar a cazar votos en las próximas elecciones. Lo que él hace no es algo destinado, tal como le hubiese dicho Carlos Menem al Presidente, a “las futuras generaciones”. Pese al trabajo de fondo de Federico Sturzenegger, si se vuelve a caer en el error de tapar agujeros, la experiencia actual será pasada por encima nuevamente por la ciudadanía.
La mala noticia para un gobierno que tanto alaba las redes sociales porque “democratizan” la opinión y porque la saca de la boca y de la pluma de los opinadores profesionales (el periodismo) es que la gente entiende más de lo que ellos se imaginan y que es capaz de saber qué cosa es espontánea, producto de una calentura o de una operación para manipular a la opinión pública, qué se debe tomarse en cuenta para evaluar cada situación y dónde hay gato encerrado.
Subestimar a quienes están del otro lado es un pecado que a la corta o a la larga se paga y lo sabe el periodismo a la hora de perder audiencias. La omnipotencia de los políticos supone que a ellos no les va a tocar, pero los parches que tienen sustento ideológico se pagan y, en eso, la democracia es sabia.///