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NOVELA
EL SECRETO DE MARCIAL
JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ
(Destino - Buenos Aires)
En su novela biográfica Mamá, Jorge Fernández Díaz supo deslumbrarnos con esa gracia literaria española que reivindica ahora en El secreto de Marcial. Como sabemos, su autor es un periodista y un cronista notable, lo que suma a su narrativa aquello que Truman Capote inauguró en A sangre fría: la ficción fundada en hechos reales. El periodismo literario. Marcial Fernández, el protagonista (¿casualmente medio homónimo del autor?) es un inmigrante asturiano que no logra entenderse con su padre, cosa que, según Iván Turgéniev en Padres e hijos es ciertamente insoluble. La novela está narrada por el hijo de Marcial, quien refiere episodios tanto paternos como maternos: “Mi madre era reacia a esos juegos de baraja y a esas endogamias del club, y mi padre no concebía la vida sin ese lúdico refugio de camaradas, donde los viejos inmigrantes hablaban minuciosamente de sus aldeas remotas y de las increíbles vueltas del destino. Aquella era la primera de una serie infinita de divergencias graves que envenenaban la vida conyugal de mis padres”. Un personaje fantasmal atraviesa el relato: es el “Güercu”, cuya aparición resulta fulminante, el anuncio de una muerte. Y es un aviso ominoso y fantástico, tanto por su calidad literaria como por su género. No son pocas las referencias y alusiones cinematográficas en esta novela, empezando por su dedicatoria-epígrafe: “Esta película está basada en algunos hechos irreales…”. “Escribí hace un tiempo en España un artículo sobre aquel ciclo de cine continuado que durante los años setenta veíamos por televisión todos los sábados de mi niñez y de mi primera juventud: comenzaba a la una de la tarde y acababa a las diez de la noche, cuando daban paso a otro programa llamado ‘Hollywood en castellano’, filmes para adultos que sin embargo nunca me censuraban”.
Sin duda, El secreto de Marcial nos ofrece un mirador desde el cual podemos observar, con deleite, el paso (y el mal paso) de nuestra propia “Historia” (para decirlo con un título imborrable de Martín Caparrós). “Las corrientes subterráneas de la vida y no alguna u otra decisión consciente, suelen apartar a personas que han navegado muy juntas. Me ocurrió con muchos amigos que perdí lenta e imperceptiblemente durante aquellas épocas de fragor. Y muy especialmente con Jaime, que después de su doble naufragio decidió dejar de estudiar, buscó sin mucha suerte trabajo, se mudó al conurbano bonaerense y terminó abriendo un restaurante en Castelar. Esa peregrinación laboral fallida y lastimosa tenía una razón especial: era un excombatiente de Malvinas en una época en que la sociedad había decidido quitarse la culpa de haber apoyado un desastre”.
No en vano la nueva novela de Fernández Díaz obtuvo el Premio Nadal 2025. Nueva, en todos los sentidos, y no solo por ser la más reciente. ¡Y bienvenida!
© LA GACETA
Por Fernando Sánchez Sorondo
Los amores*
Por Jorge Fernández Díaz
Cuando Marcial contó la extraña aparición de Lucrecia López en el lago Regatas, mi madre dejó caer con un escalofrío la palabra güercu. Lucrecia era una paisana de Cudillero que había quedado viuda hacía añares de un robusto maestro mayor de obras y que tenía por costumbre jugar tute cabrero de igual a igual en la mesa de varones que fumaban y mataban el tiempo en un salón vidriado del Centro Asturiano de Buenos Aires. Mi madre era reacia a esos juegos de baraja y a esas endogamias de club, y mi padre no concebía la vida sin ese lúdico refugio de camaradas, donde los viejos inmigrantes hablaban minuciosamente de sus aldeas remotas y de las increíbles vueltas del destino. Aquella era la primera de una serie infinita de divergencias graves que envenenaban la vida conyugal de mis padres, y Lucrecia resultaba, por cierto, la contracara perfecta de Carmina: amaba con todo su corazón esa comunidad de ingentes ensueños, donde se llevaban a cabo modestas ceremonias asturianas para atemperar la nostalgia crónica. Marcial era expansivo en el club y lacónico en el hogar, y de vez en cuando nombraba dulcemente a Lucrecia a propósito de alguna noticia candente que surgía de esa curiosa y ya decaída colonia de desarraigados: un nacimiento, una peña, un negocio, una boda, una desgracia.
*Fragmento de El secreto de Marcial.