Tres ideas sobre la pornografía

DISTORSIÓN DE LA REALIDAD. El consumo habitual de pornografía no sólo daña a las mujeres utilizadas en esas filmaciones sino también a los consumidores. DISTORSIÓN DE LA REALIDAD. El consumo habitual de pornografía no sólo daña a las mujeres utilizadas en esas filmaciones sino también a los consumidores.
02 Marzo 2025

Por Jaime Nubiola

Para LA GACETA - BARCELONA

La revista mexicana «Formas nómadas» me ha invitado a colaborar en un número monográfico que llevará por título «Formas del erotismo: placer, deseo, amor». Se han dirigido a mí porque hace veinte años escribí dos o tres artículos sobre la marea negra de la pornografía, que tuvieron bastante eco y están accesibles en internet. Esta nueva invitación me pareció un desafío interesante y les he contestado que voy a volver a pensar y a escribir sobre este penoso negocio, que en los veinte años transcurridos no ha dejado de crecer. Les he dicho que deseo escribir el texto que me piden en colaboración con una escritora mexicana.

Consecuencias devastadoras

La primera idea que viene a mi cabeza al respecto es la afirmación clara y rotunda de que la pornografía gratuita accesible en internet es hoy en día la fuente principal de “educación sexual” de nuestros jóvenes desde los 10 u 11 años en adelante. Las consecuencias de tal educación suelen ser devastadoras, pues las imágenes -de ordinario asquerosas- a las que por curiosidad se asoman estos jóvenes entrañan casi siempre violencia contra las mujeres y una animalización sistemática de las relaciones sexuales. Los padres y madres que descubren esas imágenes en los celulares de sus hijos quedan horrorizados ante la crudeza de lo que ven, que no tiene semejanza alguna con el amor conyugal.

Función similar al “soma”

La segunda idea -obvia por otra parte- es que la pornografía a través de las pantallas ha ocupado amplios estratos de nuestra sociedad como distracción ocasional o entretenimiento habitual de los adultos, sobre todo entre los varones. Puede decirse que se trata de un sustituto de la prostitución, más económico, más higiénico y aparentemente sin consecuencias indeseables. Viene de inmediato a la memoria aquel «soma» que en la distopía de Huxley «Un mundo feliz» mantenía a los ciudadanos dócilmente al servicio del poder. El soma era una droga «eufórica, narcótica, agradablemente alucinante», con «todas las ventajas del alcohol y ninguno de sus inconvenientes». Pienso que la pornografía en nuestra sociedad supuestamente progresista y avanzada desempeña una función similar. De no ser así, no se entiende cómo los gobernantes de España o de tantos otros países occidentales no han adoptado medidas eficaces para erradicarla.

Finalmente, la tercera idea que quiero expresar es que la pornografía no solo daña a las mujeres utilizadas en los rodajes de esas filmaciones, sino que también daña a los consumidores. Quizá resulte necesaria una definición de pornografía. A mí me basta con la definición contenida en la «Censorship. A World Encyclopedia» de 1907: «La pornografía es la representación de comportamientos sexuales en las artes y en los medios de comunicación que pretende provocar o provoca la excitación sexual». Los productos pornográficos son hechos, comercializados y consumidos con esa finalidad. No hay dudas al respecto ni entre sus creadores ni entre sus consumidores.

Imágenes degradantes

Tengo para mí que el consumo habitual de pornografía por parte, sobre todo, de los varones causa la instalación en su memoria -que se encuentra alojada en sus circunvoluciones cerebrales- de un cúmulo de imágenes degradantes, que distorsionan la realidad del sexo, que objetualizan a las mujeres y que convierten al varón en un “macho alfa” reduciendo penosamente su vida a la condición de semental estéril. Me impresionó hace años algo que leí en los Ponkapog Papers del editor y poeta estadounidense Thomas B. Aldrich: «A un hombre se le conoce por la compañía que le hace su mente» [”A man is known by the company his mind keeps”]. Es así. Tengo la impresión de que son muchos los conciudadanos nuestros que no pueden pensar ni querer porque tienen su imaginación llena de mierda hasta el punto de que les ahoga y les encierra en su egoísmo.

Estas son las tres ideas que venían a mi cabeza al recibir la invitación a pensar de nuevo la pornografía. Las escribo aquí, pues seguro que pueden ser matizadas, corregidas o completadas por muchos de mis lectores, quizás en particular las lectoras.  

© LA GACETA

Jaime Nubiola - Profesor emérito de Filosofía en la Universidad de Navarra (jnubiola@unav.es)

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