¿Debería legalizarse la marihuana?

La ministra de Seguridad Nacional, Patricia Bulrich, anunció la revocación de unas 300.000 licencias del Reprocann, el programa que regula el cultivo domiciliario de cannabis para uso medicinal. El acceso a esta sustancia se tornará ahora más restrictivo y burocrático, para evitar que alguno se fume lo que no le corresponda. ¿No debería un gobierno que se precia de «libertario» y «anarcocapitalista» legalizarla de una buena vez?

02 Marzo 2025

Por Juan Ángel Cabaleiro

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Con la marihuana se da una situación paradójica: los millones de consumidores que hay en este país defienden su legalización, y quienes insisten en mantenerla ilegal son los que no la consumen ni tienen relación con ella. Así, las supuestas víctimas de esta sustancia resultan sus principales defensores, y quienes la combaten con encono no se ven afectados por ella en absoluto. ¿Tiene esto algún sentido? Si no produce ningún daño a terceros que alguien cultive y consuma marihuana en su propia casa, ¿por qué habría que prohibirlo?

Se trata de un caso paradigmático de paternalismo jurídico: prohibirle algo a otros, en contra de su voluntad y «por su propio bien». Pero el paternalismo resulta irritante en una sociedad liberal, y el daño a terceros, además, es una condición sine qua non para que el Estado restrinja justificadamente la libertad de los individuos. Tal es así que en aquellas prácticas en las que no hay terceras personas afectadas y solo se observa un perjuicio autoinfligido, como en el caso de quienes consumen alcohol, tabaco, hamburguesas u otro tipo de comida chatarra, o quienes practican actividades como apuestas, juegos de azar o deportes de impacto, los organismos públicos advierten a los ciudadanos de los riesgos que suponen, pero no se las impiden ni los castigan penalmente. ¿No entraría acaso el consumo de marihuana en esta categoría de actividades?

Conste que hablo de marihuana, de su cultivo y consumo hogareños, y no de otras sustancias mucho más adictivas y que pueden asociarse a múltiples formas de delito. Y hablo específicamente de esto porque hace pocas semanas, Patricia Bulrich, la ministra menos liberal que se recuerde, decidió suspender las licencias a quienes cultivan cannabis para uso medicinal propio y prometió «empezar otra vez de cero» con el registro. La idea es afinar la puntería del Estado contra usos non sanctos del cannabis.

Decisiones personales

Pero resulta contradictorio y hasta inadmisible que un gobierno que proclamó siempre un máximo de libertades individuales y un mínimo de intervención estatal, aumente ahora la injerencia del Estado en decisiones tan personales como el cultivo y consumo de una planta en la propia casa, sea con fines medicinales, recreativos, psicodélicos, pseudomísticos o cualquier otro. ¿Cómo era eso del «respeto irrestricto del proyecto de vida…»?

Uno de los argumentos que mecánicamente repiten los prohibicionistas es que el consumo de marihuana funciona como una «puerta de entrada» a otras drogas más potentes y dañinas. Quien consume marihuana hoy consumirá cocaína, heroína o paco tarde o temprano. Tal cosa es discutible. De hecho, existen consumidores habituales de marihuana que no utilizan otras drogas, y consumidores de drogas más fuertes que nunca probaron la marihuana o no se iniciaron con ella. En cantidad, los consumidores de marihuana son muchísimos más que los de otras sustancias más nocivas, por lo que muy pocos atraviesan esa puerta imaginaria. No hay nada que indique una relación causal directa entre ambos consumos, y menos con la fuerza necesaria como para justificar la prohibición de uno para evitar el otro.

Más allá de esto, tal argumento conduce al absurdo. Con el mismo criterio deberíamos prohibir también el tabaco, como «puerta de entrada» al consumo de marihuana. También el café o la práctica del sexo pueden ser «puertas de entrada» al consumo de tabaco. Y así. Las «puertas de entrada» abarcan tanto y conectan tantas cosas que su prohibición nos conduciría a una sociedad de talibanes, a un mundo en el que no valdría la pena vivir.

Motivos oscuros

¿Por qué, entonces, se mantiene la prohibición? En gran parte se debe al desconocimiento: por estos días circula una publicidad oficial en la que una de nuestras autoridades políticas locales habla del secuestro de 127 kg de marihuana, «lo que representa 800.000 dosis», afirma. ¿Una dosis son 0,15 gr? ¿Tiene sentido hablar de «dosis» de marihuana? Se opina y se legisla desde un desconocimiento palmario del asunto. Los verdaderos motivos de la prohibición tienen mucho que ver, sospecho, con la atmósfera oscurantista que rodea el consumo de marihuana en la percepción de buena parte de la sociedad. Una concepción prejuiciosa, irracional, que asocia la marihuana con ideas de marginalidad, corrupción, degradación, promiscuidad, mugre y aquelarres orgiásticos. Tal el fondo oscuro de una discusión pendiente que pocos se atreven a dar.

© LA GACETA

Juan Ángel Cabaleiro - Escritor

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