

El camino del fútbol no siempre es recto ni predecible. A veces, exige sacrificios que van más allá de lo deportivo, como dejar atrás la familia, la comodidad del hogar y la ciudad donde creciste. Eso lo sabe bien Mateo Pérez, quien, a los 23 años, aceptó el desafío de vestir la camiseta de San Martín de Tucumán con la convicción de que cada paso lo acerca a su sueño. Mañana desde las 17, mientras el equipo de Ariel Martos se enfrente a Deportivo Maipú en la lucha por sostener la cima, él esperará su oportunidad entre los relevos, listo para saltar a la cancha y demostrar que todo el esfuerzo valió la pena.
Cuando recibió el llamado de San Martín, Pérez no dudó. Sabía que era una oportunidad que no podía dejar pasar, pero también significaba un gran cambio en su vida. Oriundo de Córdoba y muy familiero, la adaptación no fue nada fácil. Por eso, durante los primeros meses en Tucumán, sus padres se instalaron con él para acompañarlo en el proceso. “Somos muy unidos, así que al principio fue todo más llevadero”, contó. Sin embargo, con el tiempo, Raúl y Claudia se regresaron a Córdoba, y ahí llegó el verdadero desafío: aprender a vivir solo.
“No te das cuenta de cuánto te ayudan hasta que estás solo. Pero me sirvió para crecer, para organizarme mejor y aprender a manejarme en el día a día”, dijo Pérez, que también reveló que, antes de que retornen a “La Docta”, los invitó a La Ciudadela. “Mis viejos quedaron impresionados con la gente. A pesar de la lluvia, los hinchas siempre están ahí, y ellos no lo podían creer”, recordó.
Su formación futbolística comenzó en Instituto, pero su talento lo llevó a probarse en otros clubes. Pasó por Racing de Córdoba y San Lorenzo, hasta que en 2018 llegó a Banfield. Ahí, con trabajo y perseverancia, debutó en Primera en 2021. Parecía que su carrera tomaba vuelo, pero las lesiones le jugaron una mala pasada.
“El año pasado tuve varias lesiones que no me dejaron tener la continuidad que quería. Fue un momento difícil porque me sentía presionado y sin oportunidades”, admitió. Superar ese período no fue fácil, pero la familia fue clave. Su padre, Raúl, fanático de Racing de Córdoba, fue el primero en inculcarle la pasión por el fútbol, y su madre, Claudia, estuvo en cada paso, apoyándolo sin presionarlo. Sus hermanos, Jeremías y Román, también jugaron al fútbol, y, aunque su hermana Sofía decidió tomar un rumbo diferente estudiando medicina, siempre estuvo presente en su camino. “Ella es la única que no jugó al fútbol, pero estuvo en todas. Siempre nos acompañaba a los entrenamientos, a los partidos, se bancaba horas y horas esperándonos. Y nunca se quejó”, destacó Pérez.
Sin embargo, la rutina de un futbolista no siempre es tan emocionante como parece. El defensor entrena a la mañana, almuerza en el club y, algunas tardes, hace doble turno o tiene charlas con el psicólogo. Para despejarse, pasa tiempo con la PlayStation. A veces juega solo, otras veces con compañeros, como el paraguayo Claudio Araujo. “Al FIFA le metemos bastante”, admitió entre risas. También le gusta recorrer Tucumán cuando tiene tiempo libre, aunque es más de quedarse en casa. “Si vienen familiares, los llevo a pasear. Pero, si no, prefiero estar tranquilo. En Buenos Aires era todo muy movido, por eso intento aprovechar la calma”.

Todo queda en casa
Una particularidad de su carrera es que su hermano Jeremías es su representante. “Recién está arrancando en esto, pero para mí es una tranquilidad. Confío mucho en él”, contó Mateo. Sin embargo, entre risas, dejó en claro que también le puso condiciones: “Le dije ‘por favor, no me cagues’ (sic)”, bromeó. La confianza entre ambos es total, pero cuando hablan de fútbol, lo hacen en serio. “Siempre tratamos de separar la familia del trabajo, pero está bueno tener a alguien cercano manejando tu carrera”, expresó.
Desde su llegada al “Santo”, Pérez ya disputó tres partidos y cada vez se siente más cómodo en el equipo. Ahora, el próximo desafío será Maipú. “Nos preparamos para ser protagonistas. La idea es seguir insistiendo en nuestro juego, presionar y no dejar de atacar”, dijo Pérez, que sabe que el puesto se gana día a día y que cada oportunidad será valiosa.