Un tema que genera conflictos en muchas parejas es el relativo a cómo iniciar y cómo rechazar la actividad sexual. No es algo menor: por el contrario, casi todos nos hemos sentido alguna vez incómodos o ansiosos al dar el primer paso… o al decir que no. Este asunto es abordado por Julia R. Heiman y Joseph LoPiccolo, psicólogos e investigadores estadounidenses, en su ya clásico “Alcanzar el orgasmo”.
De entrada plantean que es esperable que dos personas difieran en lo referente al momento y la frecuencia de las relaciones sexuales, dada las fluctuaciones del deseo, tan sensible a múltiples factores.
Lo que suele afectar la “sincronización” son cuestiones cotidianas, que pueden mejorarse si se encaran creativamente: la presencia de hijos chicos, el cansancio, las obligaciones domésticas pendientes. En nuestra cultura es común dejar el sexo para el final del día, momento en que algunos sólo son capaces de ir a la cama para dormir. En estos casos conviene plantear cambios en los horarios, para dedicar un tiempo a estar juntos a lo largo del día (se trata de establecer prioridades).
Leer al otro
Quien se acerca a veces lo hace de una manera poco afortunada: en un mal momento o mediante un gesto, una conducta o una palabra que, más que encender, enfría (a esa persona, claro). Por eso… ¡qué importante es prestar atención al otro! De qué manera le gusta ser seducido, qué lo estimula, cuáles son sus tiempos, qué momentos son los propicios, cuáles son poco convenientes. En este sentido, muchas personas se quejan porque no se sienten “leídas” por sus parejas: “es como si no me conociera”, dicen. Por supuesto que también es responsabilidad de cada uno el darse a conocer, comunicar lo que nos gusta y lo que no. Y del otro lado, registrar esa información, incorporarla y después… ponerla en práctica. También es importante decir que no de forma amorosa, para no generar resentimientos (aunque muchas veces hay tal malestar en el vínculo, que ni la mejor de las iniciativas es bien recibida ni el más comprensible de los rechazos es aceptado).
LoPiccolo y Heiman proponen como una práctica recomendable el hablar explícitamente de la frecuencia sexual que cada uno considera óptima. Es muy habitual que uno de los dos quiera una mayor frecuencia: es quien, lógicamente, tomará la iniciativa más seguido (y el otro dirá que no también más veces). En estos casos, sugieren establecer algún tipo de compromiso sobre este asunto, para evitar aproximaciones frustradas.
Ahora te toca a vos
Si siempre la misma persona es la que inicia los contactos, existe el peligro de que se generen algunos inconvenientes. El más evidente: la otra parte puede sentirse poco deseada, y eso es un problema, porque a todos nos gusta sentirnos deseados.
Pero también el hecho de que las actividades sexuales acaben dependiendo del estado de ánimo y de las necesidades de un solo miembro de la pareja. Y por ende, que la responsabilidad de las relaciones sexuales recaigan sobre una persona (mientras que la otra se limita a aceptar o rechazar). Y algo más: al estar tan fijos los roles, la vida sexual puede volverse muy predecible y aburrida. Pero también es cierto que muchas parejas están satisfechas con su vida sexual aunque la iniciativa la tome casi siempre la misma persona. Entonces, no hay motivo para cambiar.
Pero otras parejas sí perciben que esa situación les trae malestar y quieren modificarla. Por ejemplo, para que haya un mayor equilibrio, generando una sensación más “mutua” y pareja respecto al sexo. Quizás es necesario explorar qué reservas, fantasías y temores alberga la persona que nunca propone el sexo… para que de a poco pueda animarse a tomar un rol más activo.























