10 Abril 2025
Poco a poco la imagen de la familia numerosa queda rezagada, no tan solo en nuestro país, sino también en el mundo. En la Argentina actual tener un solo hijo se vuelve cada vez más común, y marca un cambio profundo en las dinámicas familiares. Es que si bien no existen cifras exactas sobre cuántas familias tienen un único hijo, los indicadores demográficos hablan por sí solos.
La Tasa Global de Fecundidad (TGF), que mide el promedio de hijos por mujer, viene descendiendo de manera sostenida: era de 3,3 en 1980, bajó a 1,5 en 2021 y en 2023 llegó a apenas 1,36, según el Banco Mundial.
Esta baja fertilidad también se refleja en los nacimientos: el año pasado se registraron 460.902 bebés, la cifra más baja en cinco décadas para nuestra nación.
Las estadísticas provinciales refuerzan la tendencia. Por ejemplo, en Córdoba aproximadamente un tercio de las mujeres tiene un solo hijo, mientras que en la Ciudad de Buenos Aires, una proporción similar finaliza su edad fértil con un único descendiente.
Razones múltiples
Diversos factores impulsan este cambio, como las razones económicas que son centrales, pero no exclusivas: el costo de criar y educar a un hijo se volvió determinante en muchas decisiones familiares.
También influyen el deseo de las mujeres de desarrollarse profesionalmente, la postergación de la maternidad y la redefinición de los modelos familiares tradicionales.
A esto se suma un cambio cultural más amplio: cada vez más personas valoran la crianza más personalizada, con más tiempo, presencia y recursos para un solo hijo.
Así, la figura del hijo único -alguna vez vista con prejuicios o estereotipos- deja de ser una excepción para convertirse en una postal cada vez más habitual del nuevo mapa familiar. Y ante este panorama, los consejos de crianza y las señales a las que prestar atención en las infancias, también sufrieron algunas metamorfosis.
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