

Marcos Díaz Barros, de 30 años, utiliza llaves y silbatos para mantener el orden en todo momento. Dentro del Complejo Penitenciario de Benjamín Paz, el guardiacárcel asume el rol de llavero: se encarga de abrir y cerrar las celdas de los internos, una labor necesaria para controlar las actividades de los reclusos.
Los fines de semana, el escenario de Díaz Barros cambia a un rectángulo verde delimitado por cal y con dos arcos en sus extremos contrapuestos. Deja de lado el uniforme rígido de la Policía para calzarse una camiseta deportiva, un short, botines y un silbato que le cuelga del cuello. Así, se convierte en uno de los árbitros de la Liga Tucumana, un juez encargado de impartir justicia entre los futbolistas locales.
La vida llevó a Díaz a involucrarse en distintos ámbitos. De adolescente, su objetivo era convertirse en futbolista, y llegó a formar parte de la Quinta División —actualmente conocida como Reserva— de All Boys y de Sportivo Guzmán, donde se desempeñó como defensor o volante central. El sueño quedó trunco debido a que priorizó los estudios, aunque la nueva profesión no lo alejaría del fútbol. Se inscribió en la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la UNT y, durante varios años, ejerció como periodista deportivo en distintas radios locales.
En 2018, Marcos pensaba hacer su tesis sobre un tema que mezclara sus dos pasiones hasta ese momento: la violencia hacia los árbitros en el fútbol tucumano. La investigación debía surgir en primera persona, y esa motivación lo llevó a realizar el curso de arbitraje de la Liga Tucumana. “Me gustó y lo convertí en un trabajo para los fines de semana”, dice Barros.
El primer partido que dirigió fue entre Argentinos del Norte y Experimental, en 2019, en categorías infantiles. Díaz no recuerda el resultado ni el desarrollo del juego, pero sí guarda una gran anécdota de ese duelo: a los 2 minutos cobró un penal, y fue el primer pitazo de su carrera. “Esas situaciones son habituales con los chicos. La idea es que aprendan los fundamentos del deporte”, opina. Ese mismo año debutó como asistente número 2 en un partido entre Bella Vista y Concepción FC, en el estadio Las Palmeras. “El arbitraje es una profesión en la que vas escalando con el tiempo”, indica.
Hoy es árbitro principal y también trabaja como asistente número 2 en el Torneo Regional Federal Amateur. Por su edad, Díaz asegura que es difícil ascender dentro de las categorías del fútbol argentino, por lo que su próximo objetivo se restringe a dirigir un partido del Regional. “Ya tuve la suerte de dirigir a los dos grandes de la provincia”, señala. Fue asistente número dos en un amistoso entre Atlético y Always Ready, de Bolivia, en el estadio Monumental en 2023, y cumplió la misma función en un partido entre San Martín y Gimnasia y Tiro de Salta durante la pretemporada 2024.

Desafíos
El arbitraje, según Díaz, es una profesión económicamente inestable. Las ganancias dependen de la cantidad de partidos dirigidos durante la semana, aunque ese aspecto está supeditado a la organización del Colegio de Árbitros de Tucumán. A eso se suma que, si llueve, los partidos no se realizan y, en consecuencia, los árbitros no cobran hasta que se reprogramen.
Asimismo, asegura que los árbitros están expuestos a la violencia de los hinchas. “El que dice que no tiene miedo, miente. Pero es algo que se supera con el tiempo. Debemos mantener la frialdad, aunque es muy difícil ser racional cuando te cae una botella de vidrio a un metro de distancia”, apunta. Díaz también menciona ciertas irregularidades en los partidos: una de las más recurrentes es que la mayoría cuenta con hinchadas visitantes, pese a las restricciones impuestas por la entidad provincial. “Los clubes venden entradas igual. No me parece mal que busquen recaudar, pero eso hace que tengamos que tomar más recaudos”, señala.
Díaz, en busca de estabilidad económica, decidió sumar una profesión extra. Con ese objetivo en mente, se inscribió en una convocatoria del Ministerio Público Fiscal para desempeñarse como guardiacárcel. Desde hace cuatro meses, trabaja como guardia interna en el Complejo Penitenciario de Benjamín Paz. Sus tareas son diversas: es llavero, entrega las cuatro comidas a los internos y realiza tareas de control en los campos de recreación y durante el aseo personal.
Coincidencias
Ambas profesiones, según Díaz, tienen mucho en común. Como llavero, debe mantener la calma y la concentración para seleccionar qué llave utilizar en cada momento, especialmente durante tareas de vigilancia, cuando debe controlar a los prisioneros. Como árbitro, debe controlar la ansiedad y mantener la frialdad para tomar decisiones sobre distintas acciones de juego. Sobre todo, debe abstraerse de la presión de las hinchadas. “Antes de dirigir, hay que estudiar las diferentes variables que rodean un partido”, explica.
La labor implica varios pasos: desde hablar con la Policía para conocer cómo será el operativo, hasta revisar los antecedentes de los equipos implicados. Tampoco deja de lado el análisis de los protagonistas, tanto jugadores como hinchas. “La pasión desbordada muchas veces deriva en violencia”, opina. Así, Marcos convive en espacios cargados de tensión, donde cada decisión debe ser minuciosamente pensada.
Finalmente, Díaz cambió el tema de su tesis de licenciatura, ya que nunca pudo concluir su investigación inicial. “Ahora hicimos un modelo de diario digital para Las Talitas, pero no dejaré de lado el tema de la violencia. Quiero escribir un libro con vivencias de diferentes compañeros”, indica. Así, el llavero sigue al cuidado de las llaves, pero busca abrir nuevas puertas que lo conduzcan a otros caminos profesionales.