

El partido de Atlético Tucumán frente a San Lorenzo fue como esa película que uno empieza a ver con esperanza y que, al final, deja un sabor amargo porque no cumple las expectativas. Puede ser un thriller psicológico, porque la tensión aumenta y el desenlace se vuelve incierto, pero siempre está la sensación de que algo falta para que se cierre con la justicia que uno anhela. Este encuentro era, de hecho, una de esas historias que comienzan con un cambio de rumbo positivo, pero que terminan dejando esa sensación de oportunidad perdida.
En esta parte del campeonato Atlético se planteó que todos los partidos serían como finales, como una mini competencia de cinco fechas que marcarían su futuro en la lucha por la clasificación a los octavos de final del torneo. El inicio de este desafío llegó en el partido ante Instituto, donde logró una victoria agónica que le permitió respirar y tomar algo de aire. No obstante, al llegar al encuentro contra San Lorenzo, la película tuvo su giro inesperado. Aunque el equipo demostró más ganas, luchó hasta el final y dejó todo en la cancha, no logró los tres puntos que tanto necesitaba.
El inicio fue prometedor. En palabras de Matías Orihuela, el “Decano” salió al campo con la mentalidad de saberse dueño de su destino. “Nos soltamos un poquito más, como que respiramos”, había confesado Orihuela a LA GACETA. Y en el primer tiempo se notó. El equipo jugó con la intensidad de quien sabe que se está jugando mucho más que tres puntos. Pero la promesa de un partido bien jugado se vio empañada por la frustración de no poder concretar las oportunidades claras que se le presentaron. El partido, que se perfilaba como una victoria posible, parecía acercarse a una historia de “lo que podría haber sido”.
A los 14 minutos del primer tiempo, el delantero uruguayo Franco Nicola tuvo una oportunidad clara: un mano a mano frente al arquero rival. El disparo de Nicola terminó en las manos del arquero, y la angustia empezó a crecer entre los jugadores. La oportunidad de oro se esfumaba como una estrella fugaz.
Poco después, a los 25 minutos, otra jugada colectiva de Damián Martínez y Lisandro Cabrera dejó entrever una posibilidad clara de gol. Trabajaron bien, y el remate de Mateo Coronel, aunque potente, se fue por encima del travesaño. El “Decano” estaba ahí, en el borde, esperando el momento de la gloria, pero el gol seguía siendo un sueño lejano. Aquella sensación de que el esfuerzo se estaba diluyendo, de que las oportunidades no se aprovechaban, comenzó a calar en los jugadores. Las emociones estaban a flor de piel y, por más que el primer tiempo mostraba destellos de buen fútbol, el marcador seguía 0-0.
En la segunda mitad, los nervios de Atlético se hicieron más evidentes. San Lorenzo, que venía haciendo una buena campaña en el torneo, no se dejó amedrentar por el ímpetu de los tucumanos. Ya al final del primer tiempo, el conjunto dirigido por Miguel Ángel Russo había comenzado a encontrar su ritmo y, con ello, la confianza para dominar el juego. En el minuto 12 del segundo tiempo, el gol de Andrés Vombergar, con un cabezazo certero tras un centro preciso, cambió la historia del partido. San Lorenzo se adelantó en el marcador y, a partir de ahí, el juego se inclinó rápidamente hacia los intereses del “Ciclón”.
Ese gol fue un regreso a esa zona oscura en la que el equipo había estado en las semanas previas. El equipo sintió, una vez más, la frustración porque el ataque no terminaba de funcionar y la pelota no entraba. El “Decano” comenzó a sentirse como ese protagonista atrapado en una historia en la que todo parece ir bien, pero siempre hay algo que se interpone en el camino de la victoria.
Lucas Pusineri, como director de esta película, intentó dar vuelta el rumbo con cambios estratégicos. Nicolás Lamendola ingresó por Franco Nicola para refrescar el mediocampo y darle mayor dinamismo a las acciones. Mateo Bajamich reemplazó a Carlos Auzqui, buscando quizás un toque de frescura en la ofensiva. Y Leandro Díaz, conocido por su capacidad para generar peligro en el área rival, ingresó por Mateo Coronel con la esperanza de encontrar el gol del empate. Los cambios parecían correctos, las intenciones eran las adecuadas, pero la historia seguía sin cambios significativos.
A medida que el tiempo avanzaba, la tensión crecía. Los jugadores de Atlético se entregaron por completo al partido, pero no lograron concretar lo que tanto deseaban. El árbitro, Sebastián Zunino, se convirtió en una figura de conflicto para Adrián Sánchez, quien protagonizó un encontronazo con él. Los nervios, la desesperación y el cansancio se acumulaban en cada jugada. Incluso cuando el técnico hizo su último movimiento estratégico, al ingresar a Luis Miguel Rodríguez, la magia de su presencia no logró hacer el milagro que tanto se necesitaba. El partido se esfumó como una ilusión que nunca llegó a materializarse.
San Lorenzo, con su oficio y su solidez, supo cómo mantener su ventaja y controló el ritmo del partido hasta el pitido final. La película no había terminado como se esperaba, pero el desenlace todavía no estaba sellado.
Ahora, con tres partidos por delante (Independiente, Godoy Cruz y Lanús), el “Decano” sigue su camino en busca de la redención. Pero, como en toda buena historia, la posibilidad de un “plot twist” todavía está latente. El equipo sabe que tiene que sostener el rendimiento del primer tiempo ante San Lorenzo y mantener el subidón anímico que le dieron aquella victoria ante All Boys, por Copa Argentina, y la victoria ante Instituto, por el Apertura.
Todavía hay mucho por escribir en este guion. Y aunque la frustración de esta derrota persista, la esperanza sigue viva, porque el “Decano” sigue demostrando que no se rinde fácilmente.