EL AMOR DE SU VIDA. Francisco nunca ocultó su pasión por San Lorenzo de Almagro.
“Siempre me gustó jugar al fútbol, aunque fuera pata dura”, confesó el Papa en su autobiografía, escrita a partir de conversaciones con el periodista italiano Carlo Musso. Esa frase resume su eterna pasión por la pelota, que lo acompañó hasta el final. Es que Jorge Bergoglio dejó un legado espiritual y futbolero. El mundo lo despide y el fútbol -ese idioma que él entendía a la perfección- lo llora con agradecimiento.
Su vínculo con San Lorenzo nació en la infancia y se volvió parte de su identidad. De la mano de su papá. Mario, vivió la campaña del equipo campeón de 1946 en el viejo Gasómetro. Ese amor de chico nunca se apagó. Ya como Papa recordaba goles, recitaba formaciones y contaba con emoción la jugada exacta de un tanto de René Pontoni a Racing. San Lorenzo fue su refugio y su orgullo. Se hizo socio en 2008 y mantuvo al día la cuota.
Aunque no miraba televisión desde 1990, se las arreglaba para seguir al “Ciclón”. Un guardia suizo le pasaba los resultados y hasta pidió el minuto a minuto de la final de la Copa Libertadores 2014 mientras volaba hacia Corea del Sur.
Su amor por el club trascendió lo simbólico. En 2009, cuando era arzobispo, confirmó a varios juveniles en la pensión del club. Entre ellos, Ángel Correa, quien luego fue campeón con San Lorenzo y con la Selección. “No podía creer que el cura que me confirmó fuera el Papa”, recordó el delantero.
El vínculo con los ídolos del deporte también fue parte de su vida. En 2013 recibió a Lionel Messi y en 2014 a Diego Maradona. Con ambos compartió momentos memorables. Maradona llegó a decir que el Papa lo hizo volver a la religión. Francisco, por su parte, evitaba elegir un “mejor de todos los tiempos”: “para mí son tres: Pelé, Maradona y Messi”.
ENCUENTRO. El papa Francisco recibió a Lionel Messi en el Vaticano en la previa de un partido entre la Selección Argentina e Italia.
Justamente “La Pulga”, lo despidió con unas significativas palabras. “Un Papa distinto, cercano, argentino...Gracias por hacer del mundo un lugar mejor. Te vamos a extrañar”, escribió.
El fútbol también fue fuente de anécdotas inolvidables. Como la vez que Alfio Basile, sin saber quién era, lo echó del vestuario de San Lorenzo en 1998 por “mufa”. Años después, el “Coco” bromeó sobre la situación: “ni loco voy al Vaticano, a ver si me echa”.
CON EL
“Lo más importante no es ganar o perder, es jugar limpio”, dijo Francisco sobre la final de Qatar
Francisco rompía el protocolo. Ofreció una misa por los 100 años de San Lorenzo y mostraba con orgullo su carnet de socio. Nunca dejó de ser hincha. Ni siquiera vio la final del Mundial 2022, pero opinó: “lo más importante no es ganar o perder, es jugar limpio”.
El Papa también abrió las puertas del Vaticano a otros deportes. En 2013 recibió a Los Pumas, un momento muy emotivo para el tucumano Luis Castillo, entonces presidente de la UAR. A lo largo de su pontificado, Francisco recibió con calidez y admiración a figuras como Emanuel Ginóbili, Gabriela Sabatini, Paula Pareto, Luciana Aymar, José Meolans y el plantel de Las Leonas.
A causa de su partida, el fútbol argentino quedó de luto: suspendió todos los partidos y los reprogramó para mañana. Además, figuras como Franco Colapinto le dedicaron sentidos posteos.
Mientras el mundo recuerda su legado espiritual, el deporte lo despide como a uno de los suyos. Porque si hubo un Papa con la camiseta debajo del hábito, fue Francisco. Y esa camiseta, sin dudas, fue “azulgrana”.





















