SACERDOTES. Durante la celebración se rezó para que se multipliquen las vocaciones sacerdotales en el mundo LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL
Por un instante, la monotonía del domingo se rompió en la capital tucumana. La solemnidad de Corpus Christi -que en latín significa “Cuerpo de Cristo”- transformó a la Plaza Independencia en una gran mesa al aire libre. Las sillas se ocuparon rápidamente, algunos siguieron la misa de pie, y otros esperaron en fila para confesarse. No era una escena de rutina, sino un pueblo reunido en torno a un misterio que no se guarda, sino que se comparte.
“Jesús Eucaristía, peregrinos de esperanza“, se leía en letras doradas pegadas a una bandera argentina que flameaba sobre el altar dispuesto frente a la Catedral. Y esa frase no solo la repitieron los fieles con su voz en reiteradas ocasiones, sino que se respiraba en el ambiente.
Flores blancas decoraban un escenario que tenía como foco a Jesús Sacramentado. Durante la celebración, también se instituyeron numerosos ministros extraordinarios de la comunión, un momento que se celebró. “Son un don de Dios para nuestra Iglesia”, se destacó, “porque llevan el cuerpo de Jesús a los hermanos enfermos”.
Una procesión le puso cierre a una jornada cargada de fe y reflexión. Es que en un mundo de prisas y fragmentación, Corpus Christi llamó a los católicos a detenerse, a arrodillarse ante lo sagrado y a mirar a su alrededor. Porque el cuerpo de Cristo también se manifiesta en el que sufre, en el que está solo, en el que espera un gesto de amor.
El pan que consuela
Durante la homilía, el arzobispo Carlos Sánchez recordó que la Eucaristía no es solo un rito. Es una interpelación. “Celebramos a Jesucristo, vivo y presente en el misterio de la Eucaristía. En un mundo atravesado por conflictos, desigualdad y dolor, necesitamos la luz de la esperanza en medio de tanta oscuridad, cuando parece que ya nada podemos hacer”, expresó.
El altar -insistió- no es un pedestal, sino un punto de encuentro entre el hambre espiritual y la entrega divina. Por eso en esta fiesta, el pan consagrado no es símbolo, sino presencia viva que alimenta, consuela y compromete.
“Jesús nos dice: ‘Denles de comer ustedes mismos’. Nos invita a no pasar indiferentes ante el dolor ajeno, a ofrecer nuestros cinco panes y dos pescados, aunque parezcan poco. Él cuenta con nuestra pobreza para llegar a todos”, invitó el arzobispo.
ARZOBISPO. Carlos Sánchez encabezó la misa y la solemne procesión.
Sánchez fue enfático al describir la realidad tucumana. “Muchos hoy no tienen el pan de cada día, el trabajo digno, o padecen el dolor de las adicciones. Hay tantos hermanos que viven en angustia, y sus familias sufren sin saber qué hacer”, dijo. Frente a eso, monseñor afirmó que la Eucaristía nos ofrece el pan del perdón, de la misericordia y del consuelo.
Jesús no fue indiferente
En su homilía, el arzobispo evocó la escena evangélica en la que Jesús, aun buscando descanso, atendió a la multitud. “No fue indiferente a la gente necesitada y angustiada. Les ofreció su Palabra, los sanó, y nos dejó una enseñanza para siempre. Dar de comer, compartir, tener compasión”, indicó.
Julio Ibarra, de 67 años, escuchaba atento ese mensaje. “Veo tanta pobreza material y espiritual, que vengo a pedir mucho por todos los que sufren. Y me alivia ver que seamos tantos los que hayamos destinado esta tarde a buscar a Dios”, señaló.
Cerca de él, Ana Belén Contreras de 27 años, entrelazaba un rosario entre sus dedos, y agregó: “Que un domingo fresco nos reúna a tantos fieles en una de las fiestas más importantes que tiene la Iglesia da alegría. Pero también nos hace pensar cómo Dios se muestra como un refugio en tiempos de crisis”, aseveró.
En Corpus Christi, como en la multiplicación de los panes, Jesús transforma lo poco en abundancia.
La vida cristiana, subrayó Sánchez, necesita de este alimento para seguir caminando hacia la Vida Eterna. Por ello, recordó las palabras de San Juan Pablo II. “En el humilde signo del pan y el vino, transformados en su cuerpo y en su sangre, Cristo camina con nosotros como nuestra fuerza y nuestro alimento, y nos convierte en testigos de esperanza para todos”, refirió.
Monseñor, tampoco olvidó las últimas noticias de guerra y dolor. “Por eso, en un país herido por la incertidumbre, en un mundo golpeado por guerras y bombardeos, el mensaje de Corpus Christi resuena con más fuerza que nunca”, dijo Sánchez.
Y agregó: “La esperanza no defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos del amor divino”, comentó.
Al culminar la misa, una procesión con banderas argentinas y del vaticano a la cabeza, recorrió las calles del centro como un eco de fe viva.
Hombres, mujeres, niños y ancianos caminaron detrás del Santísimo Sacramento, y llevaron consigo un mensaje claro. La esperanza se parte y se reparte, como el pan. Y siempre alcanza para todos.

























