La FIFA debió publicar las bases de competencia del pasado Mundial de Clubes, buscando responder a las críticas por la sobrecarga de partidos. Uno de los aspectos más llamativos del reglamento fue la cláusula que obligaba a los clubes participantes a “alinear el mejor equipo posible”, algo inédito en competiciones oficiales. Aunque no tenía peso disciplinario real, esta disposición pretendía enviar un mensaje claro: el torneo debía ser tomado con seriedad y no como un simple amistoso veraniego.
Este “blindaje” institucional buscaba evitar que entrenadores y jugadores, ya cansados del calendario, optaran por enviar equipos alternativos o alineaciones repletas de juveniles a uno de los últimos “chiches” de la FIFA. La casa madre del fútbol intentaba garantizar la presencia de figuras internacionales en busca de maximizar la atención global y los ingresos económicos del torneo. Sin embargo, la efectividad de esta cláusula resultó discutible. Los técnicos podrían haber decidido no alinear a jugadores estrella alegando molestias físicas, decisiones tácticas o cuestiones disciplinarias, sin que se hubiera podido probar mala fe o el incumplimiento del reglamento.
También se incluyó por primera vez una normativa relacionada con la retirada de equipos antes o durante la competencia. Si un club decidía no participar con al menos 30 días de anticipación, iba a ser multado con 250.000 francos suizos. Si la renuncia ocurría más cerca del inicio o durante el torneo, la sanción iba a ascender a 500.000 francos suizos, además de posibles expulsiones futuras y sanciones adicionales. Esto apuntaba a blindar la competición contra posibles boicots o deserciones de último momento.






















