JÓVENES. El Chacopaluza convocó a músicos nóveles en su reciente edición.
“Vengo del chaco salteño; mi familia es de ahí y viví gran parte de mi vida en esa región, así que hablo desde adentro”, abre el diálogo con LA GACETA Martín Salazar, para sostener la idea de que sabe de lo que habla.
El cantautor y violinista de Las 4 Cuerdas señala que la popularidad alcanzada en este momento por esos ritmos se debe a “TikTok y a las redes sociales, que explotaron el asunto y mostraron al mundo algo que venía fermentando en la tierra hace rato”. “En los 90 y 2000, El Chaqueño Palavecino fue el que armo la ‘molotov’ mediática de una música que jugaba en el campo regional. Hoy cualquiera puede viralizar lo que antes era un nicho, con un sonido crudo, directo y sin maquillaje que encontró su público porque muestra la vida real del campo: el laburo, el amor, las broncas y las tradiciones sin vueltas ni edulcorantes. Es música que no se pone linda para caer bien, sino que dice las cosas como son y eso incomoda. No es para los que buscan que todo sea cómodo y perfecto”, describe.
El músico reconoce que hay un lazo entre la actualidad del género y lo que sonaba hace 20 años: “hay raíces claras en esa línea de los 60 poniendo como cultores a Las Voces de Orán, pero no es copia sino una reinvención con un poco de rebeldía, lejos de la nostalgia pasiva”. “Desde lo musical se enriquece, con una autenticidad y esencia que no se discute, que es lo más originario dentro del folclore. El arte no se mide en modas ni en buenos sentimientos. Solo lo que tiene calidad y pegada resiste. Si esto queda o se va, el tiempo y la gente lo dirán”, añade.
Desde siempre
Jorge Luna es conocido por todos como Picuyo, y es inseparable de su violín folclórico. “Me molesta los que dicen que es una moda, porque consumo esta música desde niño y tengo 42 años. En el norte siempre se la escuchó por referentes como el Negro Gómez, Fermín Torres, Dalmiro Cuellar, el Negro Palma y el ya desaparecido Coco Gómez. La explicación de lo que pasa ahora es por redes sociales y su buen manejo que tienen las figuras actuales como Christian Herrera, Lázaro Caballero, el Indio Lucio Rojas, Ángelo Aranda y Piko Fran, por nombrar algunos que la vienen remando hace muchos años y tienen merecido el presente que están viviendo. Tal así es el manejo de internet que este estilo llegó hasta África”, dice.
Su vinculación al género se consolida con la idea de que “las canciones reflejan costumbres, vivencias y paisajes de forma maravillosa; pero el desarraigo también está presente en sus letras, por lo que si un salteño está en la Patagonia, escucha un tema y es como estar en su pueblo del campo, con todo lo tradicional y lo nuestro”. Pero junto con lo clásico, “hay cosas nuevas como guitarra eléctrica, bajo y batería, ya que en sus inicios era solo violín y bombo”.
Para llevar alegría
“Es difícil encontrar el por qué de su popularidad, ya que no existe un secreto para volver famoso a un estilo determinado; pero para llegar a la juventud las redes sociales son parte fundamental. En este caso, si bien Salta aparece como su abanderado nacional, abarca una amplia región cultural donde siempre fue popular y tuvo una identidad. La diferencia con lo que pasaba antes radica en el avance de la tecnología”, reconoce Mariano Arias.
El músico nacido en El Mojón, Santiago del Estero, destaca que “cuando el hombre del campo y del monte escucha un violín o un acordeón, se le alegran las penas y se le alivia el corazón; no hay palabras para describirlo, porque sus canciones reflejan su vida y sus amores, con historias que se volvieron populares”. Remite su origen a la década del 60 “pero era más instrumental y no tan letrada en esta zona, aunque en otras existían obras folclóricas en donde la poesía y la metáfora eran partícipes de los versos”. Recuerda la chacarera “Hasta siempre Negro Gómez”, sobre ese gran referente e impulsor o “La Piluca”.
“Hoy ya aporta letras muy interesantes, pero su trascendencia la decidirá el tiempo. Más que nuevo, es un estilo diferente, único y fácil de reconocerlo al oído con los acordes mayores de la música académica que aportan alegría. Es como la lluvia, tan necesaria para el cultivo del hombre del monte. Vivo en un lugar seco y árido, con árboles característicos como el quebracho colorado y el blanco, el algarrobo blanco, el palo borracho y el guayacán, y entre las costumbres están las ‘veladas’ a un ser sobrenatural con el objetivo de tener fe y esperanza en que todo va a mejorar y que llegara el agua. Me alegra que los argentinos puedan conocer la cultura de mi tierra, y es un orgullo que la música que me identifica esté al alcance de todo el mundo. En algún momento, la moda fueron el tango o los ritmos santiagueños, y siguen sonando ahora”, remarca.



















