No es la crítica la que duele: es la injuria. No es la diferencia de pensamiento la que hiere: es el agravio personal, el insulto sin razón, la burla que pretende degradar la dignidad de quien piensa distinto. He leído con asombro y profunda tristeza las palabras de quienes, olvidando el respeto y la humanidad que deben guiar toda discusión pública, han elegido la descalificación personal como argumento. Que alguien considere que formar parte de la Honorable Legislatura “no es un honor”, como expresó Martín Perea; que otro se atreva a ironizar sobre mis muletas, desconociendo que desde niño camino con una pierna menos pero con la misma fe y fortaleza de siempre, como hizo Juan Carlos Miranda; y que se me compare con el diablo - Luzbel - por defender el derecho de las personas trans a ser escuchadas, como escribió Santiago Paz-Brühl, no es solo una falta de respeto: es una muestra de la decadencia moral que nos rodea. Yo no me exhibo con muletas para despertar empatía: uso muletas porque me falta una pierna, y camino erguido, como lo he hecho toda mi vida, sosteniendo la verdad, la justicia y la fe. No defiendo una ideología ni una corriente: defiendo el derecho de todo ser humano -sea trans, homosexual, discapacitado, pobre o marginado - a ser escuchado sin ser juzgado ni humillado. Mi posición es la misma que expresé en mis cartas publicadas: “Escuchar no es legislar ni adoctrinar; es humanizar”. Acompaño al vicegobernador Miguel Acevedo en su decisión de abrir espacios de diálogo sobre temas sensibles como las infancias trans, porque solo el diálogo informado, el respeto y la empatía pueden sanar las heridas de una sociedad dividida. No ofende quien dice lo que piensa con argumentos, sino quien injuria para destruir. He combatido mafias reales, dictado sentencias bajo custodia, defendido mujeres víctimas de violencia y personas con discapacidad. Lo he hecho sin miedo, y así seguiré, porque la fe en Dios y el amor al prójimo son mis únicas banderas. A los que se burlan de mis muletas, les respondo que las verdaderas muletas son las del alma, las que necesitan quienes no pueden sostenerse sin el odio ni sin la mentira. A los que me comparan con el demonio, les digo que el infierno lo llevan dentro quienes no pueden amar. Y a los que creen que el servicio público deshonra, los invito a recordar que el honor no depende del cargo, sino de la conducta. Como decía Teresa de Calcuta, “si juzgas a la gente, no tienes tiempo para amarla”. Y Borges nos recordó que “nadie es la verdad, pero todos tenemos el deber de buscarla”.Por eso no devuelvo odio por odio. Solo pido respeto. Por mí, y por todos los que alguna vez fueron burlados, amputados, silenciados o marginados por defender lo que creen justo. La justicia, la compasión y la palabra son mis únicas armas. Y seguiré usándolas, porque aún creo - con la fe de quien perdió una pierna, pero no el camino - que la verdad siempre termina caminando sola, sin muletas.
Jorge Bernabé Lobo Aragón
jorgeloboaragon@gmail.com


















