“Todo lo que hago es por Los Pumas”: la historia detrás del mejor momento de Mateo Carreras

En una entrevista exclusiva con LA GACETA, el tucumano repasó su recorrido desde Los Tarcos hasta el presente en Bayonne, habló de su familia, del desarraigo, del método que lo guía y de la ilusión de seguir vistiendo la camiseta de Los Pumas.

EL CAMINO VALIÓ LA PENA. En Bayonne, Mateo Carreras disfruta de la madurez que construyó lejos de casa, con la misma convicción de siempre: todo lo hace por Los Pumas. EL CAMINO VALIÓ LA PENA. En Bayonne, Mateo Carreras disfruta de la madurez que construyó lejos de casa, con la misma convicción de siempre: todo lo hace por Los Pumas. Gentileza Mateo Carreras

Tenía que pasar alguna vez. Llegó como llega todo lo que se gana con esfuerzo. Sin estridencias, después de muchos aeropuertos, entrenamientos a deshora y videollamadas para no perderse una infancia al otro lado del océano. Hace dos fines de semana, en Bayonne, Mateo Carreras apoyó dos veces la pelota y entendió que todo el camino había valido la pena. Esa serenidad se fue armando con los años, con la fuerza del trabajo, la rutina y una fidelidad obstinada a sus valores.

El lunes anterior al partido, cuando volvió a presentarse en el club, lo esperaban con cartas y regalos. Fue un recibimiento inusual para el rugby, más propio de otros mundos, que lo descolocó y al mismo tiempo le marcó una especie de obligación íntima. “Sentí que tenía que devolverles dentro de la cancha todo lo que hicieron por mí durante la semana”, contó. Y lo hizo.

En el primer try, el estadio empezó a corear “Argentina, Argentina”. Él levantó la mano, agradecido, mientras el canto se prolongaba por más de un minuto. “Fue increíble; todavía se me pone la piel de gallina cuando me acuerdo”, dijo en exclusiva a LA GACETA. En el segundo, la ovación se repitió, pero esta vez se mezcló con otro nombre: “Diego, Diego”. “Que te comparen con algo así es una locura; sé que estoy lejísimos de eso, pero fue una alegría enorme”, expresó.

Levantó la mano otra vez y se quedó con esa imagen grabada, la de un estadio entero cantando su país. Tal vez no haya una explicación más simple para entender por qué hace lo que hace.

Mateo vive un presente distinto. Se lo nota tranquilo, conectado con el lugar y con la gente que lo rodea. “No puedo pedir más motivación. Desde que llegué al aeropuerto ya me daban la bienvenida. No hice nada distinto para que me traten así”, afirmó. Todavía le sorprende ese afecto poco habitual en el rugby profesional. “Estoy muy bien y es gracias a la gente de Bayonne”, dijo.

Habla del club como si fuera una familia. “Tengo buena relación con la directiva, la alcaldía está muy presente y el grupo es muy unido. Estamos comprometidos con la ciudad y con la gente”, agregó. En ese contexto, su deseo de seguir no necesita explicación. “Sería un placer quedarme. Estamos en charla, hay mucho que evaluar, pero desde lo emocional estoy muy contento”, reconoció.

La otra cara de su rutina no tiene brillo, pero es la que sostiene todo lo demás. El rugby profesional obliga a convivir con el límite físico cada semana. “En este deporte siempre estás al límite”, dijo. “Se convive con dolor y la vida es recuperarte de un partido para el siguiente”, agregó. En esos momentos aparece la voz de su papá, que nunca lo dejó solo ni estando a miles de kilómetros. “Cuando me dolía el cuerpo me decía: ‘si te gusta comer durazno, no te quejes de la pelusa’”, recordó. Lo dice riéndose, porque esa frase se volvió parte de su rutina.

Esas frases, simples y certeras, se le quedaron grabadas. De su papá aprendió a no buscar excusas y a disfrutar. “Nunca me corrigió de rugby. Me decía que me divierta, que haga amigos, que sea feliz”, contó. También le dejó una idea que todavía lo guía: “si algo te gusta, lo harías igual aunque no te premien”.

Mateo la repite cada tanto, recordándose a sí mismo por qué empezó. “Siempre tengo una frase de mi papá para todo. En Bayonne voy con esos mensajes: no buscar excusas, prepararse, creer en el trabajo. Me marcó y me sigue marcando”, aseguró.

EL LEGADO. Su papá, el hombre detrás de las frases que lo acompañan desde siempre y le recuerdan por qué juega. EL LEGADO. Su papá, el hombre detrás de las frases que lo acompañan desde siempre y le recuerdan por qué juega. Gentileza Mateo Carreras

La pertenencia a Los Tarcos completa el andamiaje. Creció en un club que rara vez fue favorito y que, por eso mismo, aprendió a creer en el esfuerzo. “Tarcos me enseñó que con trabajo, disciplina y constancia se logran grandes cosas”, afirmó. “En 2018 tuvimos muchas bajas y aun así salimos campeones”, recordó. Esos tres valores (trabajo, disciplina y constancia) lo acompañan todavía hoy, en Bayonne y en cada lugar al que va. A la lista de nombres que lo sostuvieron en sus inicios agrega a “Pancuca” Gutiérrez, “Juanito” Gutiérrez y Facundo Mulé. “Me pasaban a buscar para entrenar en un año difícil y me inculcaron lo mismo que mi papá; que nada se consigue fácil, pero todo llega con trabajo duro”, dijo.

El desarraigo, mientras tanto, impone su propia gramática. Se fue de Argentina en diciembre de 2020. Primero Inglaterra, ahora Francia. Casi cinco años lejos. En el medio, mientras su carrera crecía, fue papá. “Trato de estar en contacto todos los días con mi familia y amigos”, contó. “Hace mucho que no vuelvo a Tucumán y las videollamadas se intensifican. Mi hija está allá y no quiero perderme ni un segundo. Quiero ser el mejor papá y la mejor persona para darle el ejemplo”, expresó.

RAÍCES ROJAS. En Los Tarcos aprendió que el trabajo y la constancia pueden más que cualquier favoritismo. RAÍCES ROJAS. En Los Tarcos aprendió que el trabajo y la constancia pueden más que cualquier favoritismo. Gentileza Mateo Carreras

Habla de su hija con una ternura que interrumpe cualquier distancia. Hace poco cumplió un año, y el festejo lo encontró lejos otra vez. “Cumplió el 24 y priorizamos que estuviera rodeada de abuelos y tíos, porque yo viajé con el club. Preferimos que pase un lindo momento con su gente”, explicó.

En medio del movimiento constante del rugby, todo parece girar en torno a una sola idea: nada le importa más que verla crecer, aunque sea a través de una pantalla.

El motor de siempre

La cabeza, sin embargo, sigue girando alrededor de la camiseta que lo desvela desde chico. “Todo lo que hago es para estar en Los Pumas”, aseguró. “Mis decisiones sobre el presente y el futuro giran alrededor de Los Pumas. Esta semana es clave por la ansiedad de la lista, pero tengo que estar concentrado”, agregó. De 2025 se lleva una constatación: la competencia interna lo obliga a mejorar cada día. “Felipe (Contepomi) sabe cuidar a los jugadores y entender el momento de cada uno”, valoró. “Si no estás al 100% te lo dice. La competencia es muy alta; cualquiera que juega lo hace bien y eso nos sube el nivel. Si una semana no te toca, apretás los dientes y mejorás para estar la siguiente”, expresó. En su puesto, la exigencia no da tregua. “En el Championship éramos cinco wings y cualquiera rendía bien. Cada semana era una batalla. Es la mejor situación para un jugador”, afirmó.

Sabe que afuera se habla de ofertas y formatos nuevos. En Francia, su nombre sonó vinculado a Rugby 360, pero él prefiere la cautela. “Es un formato distinto, se viajaría mucho”, describió. “Salieron rumores y es un gusto amargo, pero no firmé nada con nadie. Estoy viendo opciones. Quiero tomar la mejor decisión, sin apurarme, y ser inteligente”, aclaró. La prioridad no cambia: familia y selección. “Evalúo todo para construir mi carrera en base a mi familia y a Los Pumas”, dijo. “Tengo varias ofertas y tengo que pensarlo en frío”, añadió. No decide solo. “Hablo con mi familia y con el entrenador de Los Pumas. Tengo un círculo íntimo que me ayuda a tomar las mejores decisiones”, explicó.

LA CAMISETA SOÑADA. Cada convocatoria reafirma su deseo de seguir creciendo con Los Pumas, el lugar donde siente que todo cobra sentido. LA CAMISETA SOÑADA. Cada convocatoria reafirma su deseo de seguir creciendo con Los Pumas, el lugar donde siente que todo cobra sentido. Gentileza Mateo Carreras

Lejos de casa, también aprendió a hacerse entender. “Cuando llegué a Inglaterra me di cuenta de que estaba lejos con el inglés. Me choqué contra una pared, me senté a estudiar y empecé a practicar. Con el francés estoy igual. Hay que perder la vergüenza de hablarlo. Al principio cuesta, después se hace natural”, dijo. Justo entonces, interrumpió un momento la llamada para saludar a alguien con un bonjour, ça va? La casualidad fue perfecta.

Los días, en su vida, transcurren con una precisión que roza la obsesión. Llega temprano al club, pasa por el gimnasio, asiste a las reuniones de ataque y defensa, baja a la cancha y practica con el pie hasta que cae la tarde. Cuando el entrenamiento termina, empieza el trabajo de reparación. Hielo, fisio, pileta, ejercicios de recuperación. Nada queda librado al azar. “Terminamos las reuniones tipo tres de la tarde y nos quedamos haciendo recuperación. Priorizamos eso para estar al cien por ciento”, contó.

“Cuando está mi familia, mi foco está en ellos; ahora que estoy solo, mi prioridad es mi carrera. Tengo mis proyectos, pero no les presto tanta atención. Tengo 25 años y mi prioridad es el rugby”, explicó. Vive en un ritmo que pocos sostienen. Para él, no hay sacrificio…es el modo en que eligió vivir.

A veces se permite mirar hacia adelante y pensar en un regreso larguísimo en el tiempo. A Tucumán, a Los Tarcos, a devolver lo recibido. “Obvio que sí. Lo pienso a veces. Más viendo lo que hizo ‘Nico’ Sánchez en Lawn Tennis. Empuja el deseo. Pero falta mucho. Si vuelvo, quiero hacerlo bien, en buena forma física”, aclaró. El parentesco (es su cuñado) se vuelve orgullo cuando lo nombra. “Es un capo”, dijo. “Más allá del jugador, como persona es excelente. Es admirable por sus valores y su profesionalismo. Sabe de todo, estudia mucho. Me enseñó mucho y es un ejemplo a seguir”, expresó.

Representar a Tucumán y a la Argentina no le pesa como un deber solemne, le sale natural y lo ve mas como una forma de agradecer todo lo que lo trajo hasta acá. “No sé si responsabilidad es la palabra”, reflexionó. “Siento apoyo de la gente y trato de dejar orgullosa a mi familia dentro y fuera de la cancha. Antes del jugador hay una persona. Si sos buena persona, sos buen jugador”, afirmó. Jugar en Los Pumas fue un sueño que alguna vez pareció lejos, pero Mateo aprendió a recortar el horizonte con objetivos cortos, medianos y largos. “Con trabajo todo se puede”, aseguró. “Fui creyendo poco a poco que todo se podía”, agregó.

En su modo de mirar las cosas no hay épica, hay método. Uno que viene de Tarcos, tres palabras que ya son parte de su forma de estar en el mundo. Trabajo, disciplina, constancia. Y una certeza que el propio camino confirmó: las ovaciones se apagan rápido, pero lo que se construye cada día, sin testigos, es lo que perdura. Hoy Mateo sabe que valió la pena. También sabe que todavía falta muchísimo. Y esa, quizás, sea la mejor noticia.

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