Río de Janeiro: al menos 60 muertos en operativos policiales contra el Comando Vermelho

Una ofensiva con 2.500 agentes, helicópteros y blindados buscó capturar a jefes del Comando Vermelho en los complejos de Alemão y Penha. El saldo es de 64 muertos, cuatro policías caídos, decenas de detenidos y un debate sobre el uso de la fuerza estatal en las favelas cariocas.

Río de Janeiro: al menos 60 muertos en operativos policiales contra el Comando Vermelho
28 Octubre 2025

Río de Janeiro amaneció este martes bajo fuego. Desde las primeras horas, helicópteros, blindados y drones de la policía irrumpieron en los complejos de Alemão y Penha, dos de las favelas más grandes del norte carioca, en una megaoperación contra el Comando Vermelho, una de las organizaciones criminales más poderosas de Brasil.

El balance al cierre del día fue estremecedor: al menos 64 muertos, entre ellos cuatro agentes, más de 80 detenidos y 42 fusiles incautados.

Una ofensiva sin precedentes

La operación comenzó antes del amanecer, con bloqueos en autopistas y cierres de avenidas estratégicas. Más de 2.500 agentes participaron en el despliegue, apoyados por helicópteros, drones y una treintena de vehículos blindados.

El objetivo principal era Edgar Alves de Andrade, alias Doca o Urso, identificado por la Fiscalía como jefe regional del Comando Vermelho en el conjunto de favelas de Penha. Nacido en Paraíba en 1970, Doca acumula más de un centenar de causas por homicidio, tráfico de drogas y tortura. Las autoridades mantienen una recompensa de 100.000 reales (unos 17.500 dólares) por información que lleve a su captura.

Qué es el Comando Vermelho

Fundado en 1979 en una prisión de Río de Janeiro, el Comando Vermelho se expandió hasta convertirse en una de las mayores organizaciones criminales de Brasil. Opera mediante una red descentralizada que combina narcotráfico, control territorial y lavado de dinero.

La estructura se sostiene con jefes encarcelados, lugartenientes en las favelas y soldados que dominan los puntos de venta de droga. Su poder se extiende por todo el país, especialmente en zonas donde el Estado ha tenido históricamente una presencia débil.

El operativo más letal de la historia de Río

Según la Fiscalía Coordinadora de Combate al Crimen Organizado, los complejos de Penha y Alemão son “puntos estratégicos para el flujo de drogas y armas” por su cercanía a las principales autopistas.

El gobernador Cláudio Castro calificó la acción de “guerra” y advirtió que Río “está sola en este enfrentamiento”. Denunció que el narcotráfico cuenta con armas de origen internacional y que las Fuerzas Armadas rechazaron tres pedidos de apoyo con blindados.

Un barrio convertido en campo de batalla

Las escenas en el norte de Río recordaron a un conflicto bélico: ráfagas de tiros, explosiones, drones insurgentes lanzando granadas y vehículos incendiados. Más de 200.000 personas resultaron afectadas por la suspensión de servicios públicos.

Las clases fueron canceladas en 45 escuelas y doce líneas de colectivos desviaron su recorrido.

Los vecinos vivieron una jornada de miedo y parálisis, con comercios cerrados, transporte detenido y presencia policial masiva.

Debate sobre los límites del uso de la fuerza

La operación reavivó la discusión sobre los excesos policiales en favelas. Organizaciones como Human Rights Watch (HRW) recordaron que muchas de estas intervenciones terminan con muertes de civiles y ejecuciones extrajudiciales.

HRW advirtió en septiembre que un proyecto de ley local propone recompensas económicas a policías que disparen a sospechosos, lo que “crea un incentivo para matar en lugar de arrestar”.

No es la primera vez que Río enfrenta una operación de alta letalidad: en mayo de 2022, una redada en Vila Cruzeiro dejó 23 muertos y denuncias de violaciones a los derechos humanos.

Un ciclo de violencia que no se detiene

En 2024, unas 700 personas murieron en intervenciones policiales en Río de Janeiro —casi dos por día—, cifra que este martes aumentó drásticamente.

Analistas señalan que el desafío del Estado no solo pasa por capturar capos o incautar armas, sino por reducir la violencia estructural y reconstruir el tejido social en las comunidades más afectadas.

Sin una estrategia de largo plazo, advierten, el ciclo de violencia entre el Estado y el crimen organizado seguirá repitiéndose.

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