El desafío de Colace: trasladar su 4-3-3 de la Reserva a la Primera de Atlético Tucumán
El nuevo técnico del “Decano” inicia su ciclo con la intención de mantener la identidad ofensiva que lo destacó en las divisiones juveniles. Su modelo, basado en la presión alta, la amplitud y el juego por bandas, buscará adaptarse a las exigencias del plantel profesional y a la necesidad de resultados inmediatos.
OBJETIVO. Colace intentará que su equipo mejore de cara a la recta final del torneo. Prensa CAT.
El ciclo de Hugo Colace en Atlético comienza con una premisa clara: mantener la identidad de juego que lo llevó a destacarse en la Reserva, pero ajustarla a las exigencias de la Primera. Su modelo preferido, el 4-3-3, refleja una idea ofensiva basada en la amplitud, la presión alta y el aprovechamiento de las bandas, aunque ahora deberá adaptarlo a un contexto más competitivo y a un plantel con características diferentes.
En la Reserva, el 4-3-3 de Colace tenía una estructura muy marcada. Gabriel Abeldaño era la referencia ofensiva: un “9” de área que fijaba centrales, atacaba los espacios y era el principal destinatario de los centros. A sus costados, Rodrigo Granillo y Martín Ortega aportaban desequilibrio por las bandas. Ambos eran veloces, encaradores y capaces de lanzar centros peligrosos o combinar por dentro, lo que generaba amplitud y opciones para atacar tanto en transiciones como en juego posicional.
Ese funcionamiento ofensivo tenía como prioridad la verticalidad controlada: llegar rápido, pero con criterio. Los extremos no solo buscaban profundidad, sino también asociarse con los laterales y el mediocampo para construir superioridades. El punta era la pieza fija, pero la dinámica del tridente nacía desde los costados.
El motor del equipo
En el medio, Colace apostaba por un triángulo equilibrado. Facundo Pimienta actuaba como un volante adelantado o “enganche moderno”, con libertad para moverse entre líneas y conectar con los tres de arriba. Detrás suyo, Ezequiel Godoy y Leonel Vega formaban un tándem mixto: uno con más despliegue y recuperación, el otro con capacidad de salida limpia.
El DT prioriza volantes con buena lectura táctica, que puedan sostener la presión y garantizar equilibrio sin renunciar al juego. En la Reserva, ese triángulo permitía que el equipo mantuviera la intensidad, pero sin perder orden ni claridad en la salida.
El gran desafío
El gran reto de Colace será trasladar ese estilo juvenil al plantel profesional, en donde la jerarquía y el contexto marcan diferencias. Su primera prueba no será sencilla: no podrá contar con Nicolás Laméndola, suspendido por acumulación de amarillas, una baja sensible en el frente ofensivo.
Para sostener el 4-3-3, Colace podría recurrir a Ramiro Ruiz Rodríguez, un extremo natural que conoce bien el esquema, o a Lucas Román, a quien dirigió en Reserva y con quien ya tiene una relación de trabajo consolidada. Carlos Auzqui surge como otra alternativa por banda, aunque su tendencia a cerrarse podría modificar ligeramente la estructura.
En caso de necesitar un jugador más versátil, Mateo Bajamich también podría ingresar, aunque no sea su posición habitual. La clave estará en mantener la velocidad y la agresividad que caracterizan al esquema, sin sacrificar equilibrio.
Si Colace decide mantener el esquema con tres volantes, necesitará definir un centro del campo sólido. Durante el ciclo de Lucas Pusineri, Kevin Ortiz y Adrián Sánchez se consolidaron como piezas claves por su capacidad para recuperar y distribuir. Ambos podrían sostener la estructura, mientras que Lautaro Godoy o Kevin López aportarían variantes en la contención o en la proyección ofensiva.
El técnico valora la intensidad en la presión y la precisión en la primera descarga. Por eso, su elección de volantes será determinante para que el equipo mantenga la agresividad sin partirse entre líneas.
Estilo e identidad
Colace asume un Atlético que necesita reconstruir confianza y encontrar fluidez. Su propuesta apunta a darle al equipo mayor dinamismo y frescura, especialmente en ataque. El 4-3-3 que moldeó en la Reserva le permitió explotar el talento joven y construir sociedades verticales; ahora deberá adaptarlo a un grupo con más experiencia y exigencias inmediatas.
En un club acostumbrado a los ciclos intensos y a la búsqueda de resultados rápidos, Colace intentará imponer su sello de juego colectivo, presión alta y movilidad constante. Ahora le toca demostrar si su sistema, probado con juveniles, puede funcionar también en la gran vidriera del Monumental.





















