La política tucumana se parece al sándwich estrella de la provincia: hay para todos los gustos, con o sin ciertos condimentos, y a veces con poco o mucho picante. Pero hay algo que es para todos por igual: se consume con voracidad.
Esa “milanga” bien caliente está quemando las manos de algunos actores de la dirigencia comarcana, que observan con preocupación o con alegría —según el caso— lo que acontece luego de las elecciones de hace dos domingos.
Son dos los que habían festejado con especial énfasis: Osvaldo Jaldo y Lisandro Catalán. El gobernador y el ahora ex ministro del Interior de la Nación se habían constituido en los dos grandes ganadores de los comicios. Jaldo ratificó su liderazgo en Tucumán y se ubicó muy bien a nivel nacional, luego de que casi todo el país se pintara de violeta. Ahora se posiciona con chapa de imbatible por estos lares y se abraza con Javier Milei con la confianza del triunfo para negociar recursos y obras a cambio de apoyos en el Congreso.
El gobernador continúa festejando, pero no así Catalán. Aquella noche electoral ambos se saludaron y felicitaron por el resultado de las urnas. El ex funcionario nacional tenía motivos de sobra para sonreír: le ofrendó primero un diputado al Presidente (logró que Gerardo Huesen se uniera a LLA), luego le prometió que al menos le iba a conseguir otro y terminó ganando dos bancas más para la dura guerra que enfrentan los libertarios en el Parlamento. Contra muchos de los pronósticos, con su presidencia en el partido libertario tucumano, Catalán puso a esa fuerza como la segunda más votada y lleva a Diputados a Federico Pelli y Soledad Molinuevo. Nada mal para un “desconocido” que tenía que competir contra opositores otrora muy votados como Roberto Sánchez y Ricardo Bussi.
Sin embargo, el festejo le duró apenas un par de días. La interna en la Casa Rosada se llevó puesto a su jefe político, Guillermo Francos, e inmediatamente Catalán presentó su dimisión. Se abren una serie de interrogantes sobre qué sucederá con LLA Tucumán. Referentes de ese espacio político aguardan las palabras formales sobre qué hará su presidente, que todavía no se pronunció públicamente sobre su rol partidario. De todos modos, no será lo mismo para los libertarios con su líder fuera del Gobierno nacional. De buenas a primeras es menos influencia, menos cercanía con el poder y, por ende, menos apoyo para armar esa batalla que quería dar Catalán por gobernar la provincia en 2027. Por ahora, priman las dudas.
De perdedores y afines
¿Quiénes fueron los grandes perdedores de aquel domingo a la noche? Unidos por Tucumán y Fuerza Republicana. Su exigua cosecha de votos los lleva a replantearse alianzas, estrategias y objetivos. Como bien dijo un experimentado dirigente peronista al hablar del nuevo “contrincante” libertario: falta mucho para 2027 y la suerte de LLA está atada a la de la gestión nacional. Pero el resto de la oposición deberá acomodar muchos “patitos” si quiere recuperar competitividad. Los votantes les dijeron que, así como vienen, no.
En la vereda del oficialismo también hay una “perdedora” designada. En el entorno del gobernador apuntaron contra la intendenta Rossana Chahla como la causante de la derrota en la capital. Ya el viernes anterior al día de la votación, le pidieron a la jefa municipal que retire a los más de 1.000 fiscales que había capacitado para controlar los comicios en ese distrito y le encargaron la tarea a otros dirigentes. Ese mismo domingo a la noche ya sintió ojos acusadores sobre su equipo y dichos incómodos en su contra. Jaldo buscó bajar la espuma y públicamente fue cauto con sus dichos respecto del rol de Chahla en las elecciones, pero en privado no disimula su enojo. Considera que podría haberse dedicado más y podría haber estado más presente en los actos diarios en la provincia, acompañando a la lista de candidatos.
Chahla argumenta que no escatimó esfuerzos y que hay dirigentes que buscan calentarle la oreja al gobernador.
Conflictos por doquier
Lo cierto es que pasados los comicios, de repente aparecieron conflictos en San Miguel de Tucumán: los municipales coparon varias reparticiones con protestas, los empresarios y gremios del transporte público (cercanos a la “Provincia”) amenazan con paros y hasta el titular del Tribunal de Cuentas presentó una denuncia contra la intendenta. Parecen demasiadas casualidades para que nada tenga que ver una cosa con la otra. Tanto como el posteo de Domingo Amaya autoelogiando la performance electoral del peronismo en la capital durante los comicios en que él fue intendente. Justo cuando suena que el titular del Ente de Turismo podría ser el “delfín” del peronismo antiChahla de cara a 2027.
En medio de todo esto, dirigentes menos confrontativos —o más pragmáticos— con la intendenta comenzaron a preguntarse algo: ¿y si se va? ¿Quién pagaría el costo más alto? ¿La intendenta, por “irse” del peronismo al que abrazó hace un puñado de años? ¿O el oficialismo en general, que perdería a quien hoy es una de sus figuras con mejor imagen?
Vale un dicho ante el relato en estos párrafos: parece que varios se están haciendo “pito catalán”, ese gesto de burla consistente en llevar el pulgar de la mano a la nariz mientras se agitan los otros dedos extendidos. ¿Quién terminará sonriendo?





















