Tucumán Rugby luchó hasta el final y cortó una sequía de 10 años en el Regional del NOA
El “Verdinegro” venció a Natación y Gimnasia por 23-18 en una final electrizante y volvió a consagrarse campeón del norte argentino después de una década. En una batalla de mauls, penales y corazón, encontró en la lucha su mayor virtud.
CORTÓ LA SEQUÍA. Tucumán Rugby ganó su cuarto título del Regional del NOA. OSVALDO RIPOLL/LA GACETA.
Luchar. Caer y levantarse. Golpear y volver a ser golpeado. ¿Cuánto valor se esconde detrás de una simple palabra de seis letras? L-U-C-H-A-R. Es una palabra que no pertenece a un solo contexto. Atraviesa la vida entera. Está en la rutina, en los tropiezos del trabajo, en los desafíos personales. Y, claro, también se traslada al rugby. En cada scrum, en cada line, en cada maul, los protagonistas dan hasta lo último por la victoria. Tucumán Rugby y Natación y Gimnasia fueron dos ejemplos perfectos: combatieron, resistieron, se vaciaron. Pero solo uno podía quedarse con el Regional del NOA. Y esta vez, la táctica “verdinegra” venció al ímpetu “blanco”. El 23-18 fue un marcador corto, casi simbólico, que apenas alcanzó a describir la magnitud de la batalla.
Para ambos, la cita tenía un peso enorme. Para los jugadores, seguramente fue el tema de cada charla durante la semana. Para Tucumán Rugby, significaba romper una sequía de diez años -la última consagración había sido en 2015- y, sobre todo, exorcizar ese karma de las finales (el año pasado cayó frente a Lawn Tennis). Ya lo había hecho en el Interior B, ante Liceo de Mendoza, pero el Regional era la prueba mayor para ratificarlo.
Del otro lado, Natación soñaba con repetir 2017 y consolidar su lugar entre los grandes del rugby tucumano. Viene siendo protagonista en los últimos años y ya le agarró el gusto a estar siempre en la conversación. Ambos tenían motivos suficientes para ganar. Y por eso lucharon. Desde el primer golpe de silbato hasta el último aliento.
Y si no lo creen, pregúntenle a Gonzalo Albornoz, quien tuvo la responsabilidad de abrir el marcador a los 4’. Colocó la ovalada en el tee, respiró hondo en medio del silencio y lanzó un remate certero para poner el 3-0. Estaba claro que sería una batalla reñida, en la que cada punto sumado sería clave. La ventaja solo duró cuatro minutos. Casi nada. Máximo Ledesma, figura “blanca” en las semifinales, respondió con un penal y empató el marcador. Ambas jugadas anticipaban que el combate sería parejo. Claro, ambos eran los mejores y entendían que son las emociones las que encienden estas batallas.
El “Blanco” se encendió con el primer golpe dado. Como si hubiera sentido satisfacción al ver su primera pelota cruzar los palos del in-goal “verdinegro”. Eso inspiró al equipo de Pablo Bascary. El wing César Rivadeneira aceleró, rompió la marca y apoyó el primer try del partido: 8-3. Todos a abrazarse. Todos a celebrar. Pero faltaba mucho. El reloj, a veces aliado, a veces enemigo, marcaba su propio pulso. Machi Ledesma no pudo ampliar la diferencia desde un ángulo imposible, pero tuvo revancha enseguida: un penal que valió el 11-3. Natación dominaba las formaciones fijas y sostenía el control del juego.
En las tribunas, la “22” cantaba sin parar y bailaba la tarantela. Era lógico: estaban al frente y sentían que el título estaba cerca. Pero Tucumán Rugby no iba a rendirse.
A los 24’, dio el primer susto. Jorge Domínguez armó una jugada magistral, frenada a tiempo por la defensa “blanca”. Luego, Bautista Campo interceptó una salida errática de Santiago Romano y apoyó, pero el árbitro Álvaro del Barco recurrió al TMO por un posible knock-on que anuló la acción. Era el aviso de que el “Verdinegro” había despertado. Poco después, un maul conducido por Tobías Aguilar terminó de confirmar la reacción: try y 11-8. Y, para completar el momento, Albornoz acertó la conversión para marcar el 11-10. El combate seguía abierto, y ambos todavía tenían energías para seguir luchando.
El complemento prometía demasiado, pero fue la clara prueba de cómo influye la emocionalidad dentro del deporte. De cuánto resiste ese espíritu de lucha. Natación empezó a tiro: Gonzalo Terraf, imparable, superó a varios jugadores y apoyó en el in-goal el 16-10, y Ledesma anotó la conversión para estirar la ventaja a siete puntos (18-10). El “Blanco” había salido decidido a ganarlo desde el vestuario, pero el desafío era resistir, es decir, sostener esa intensidad.
El “Verdinegro” utilizó el golpe como combustible. Fue ese cachetazo que lo obligó a reaccionar. Albornoz anotó un penal y Mateo Pasquini, en una corrida memorable, apoyó el try que puso las tablas (18-18). Y, para completar, el apertura “verdinegro” anotó su conversión para darle la ventaja a su equipo: 20-18.
Los nervios empezaron a apoderarse de ambos. En las batallas también hay precipitaciones. A los 56 minutos, Marcelo Petray vio la tarjeta amarilla y dejó a Tucumán Rugby con un jugador menos durante diez minutos. Momento clave en la final. Pero tres minutos más tarde, Tomás García, de Natación y Gimnasia, también recibió tarjeta amarilla y su equipo quedó en igualdad numérica.
A los 68’, Albornoz volvió a clavar la daga: anotó un penal y puso el 23-18 definitivo. A partir de entonces, el reloj fue un verdugo implacable. Tucumán Rugby resistió cada intento del “Blanco” con un temple que parecía inquebrantable. Las piernas pesaban, el aire escaseaba, pero el corazón todavía tenía resto. Cuando sonó el silbato final, las manos se alzaron al cielo: diez años después, el “Verdinegro” volvía a ser campeón del Regional del NOA.
En el suelo quedaron los cuerpos agotados, los abrazos entre compañeras, la mezcla de sonrisas y las lágrimas que solo dejan una final de este tipo. Porque ahí estaba, en carne viva, el sentido de esa palabra que abrió la tarde y que define al rugby tucumano: luchar. Luchar por cada metro. Luchar contra el cansancio. Luchar incluso cuando parece que ya no se puede más. Y en esa lucha, Tucumán Rugby encontró su redención.






















