Guillermo Di Lella.
Por Guillermo Di Lella, Director General y Apoderado Legal del Colegio Sagrado Corazón.
La esperanza de una sociedad más justa y más humana depende en alguna medida del trabajo de los educadores, padres y docentes. Por esta razón es de fundamental importancia tener en claro cuál es el camino más adecuado para acercarnos a los niños y a los jóvenes para guiarlos en su crecimiento.
En el campo educativo, para encontrar una orientación entre medio de las distintas corrientes pedagógicas que pueden inspirar a los educadores, no hay mejor actitud que la de poner en el centro de nuestros cuidados a la persona, en su complejidad y en su integridad. En esto consiste la educación del corazón. Se trata de dirigirnos al núcleo mismo de la persona, el lugar en el cual cada uno siente, entiende, decide.
Pues educar no es únicamente adornar el cerebro de contenidos o entrenar el cuerpo en determinados deportes, como tampoco garantizar ciertas conductas sociales: educar es llegar al otro descubriéndole a él mismo sus posibilidades, valorar a la persona y descubrir sus medios, y este es el camino del educador.
En esto también tiene un valor fundamental el trabajo de la familia, de hecho, la vida humana de cada persona empieza por un acto de reconocimiento de su valor por parte de los padres y de quien cumpla su función, sin lo cual la vida misma no sería posible. Lo mismo, en la educación, para que se realice el crecimiento personal con el despliegue de las potencialidades, empezamos reconociendo al otro como valioso y vamos a su encuentro.
Es bueno reconocerle a nuestro tiempo, la percepción de la importancia de que la educación tenga en cuenta a toda la persona, en su racionalidad y en su afectividad. Nosotros como educadores somos los primeros que debemos creer en el valor de los niños y de los jóvenes, por eso podemos hablar del amor del que enseña, amamos las cosas que enseñamos y amamos a los que queremos educar, porque nos entusiasma poner al descubierto todas esas jóvenes potencialidades, para que den fruto.
Lo que nos mueve es la certeza de que este esfuerzo no es algo optativo sino que es la clave misma de la eficacia de lo que hacemos, si no educamos a las personas, no educamos y sin educación de las personas no hay esperanza para el futuro.
Un saludo especial a todas las familias, agradeciéndoles el haber confiado la educación de sus hijos en nuestro Colegio, le pedimos que nos acompañen en esta gran tarea, en la formación integral de la persona. La familia es la célula básica de la sociedad, es la primera educadora de la persona, la primera educadora en la fe y promotora del desarrollo.
Que nuestro Padre del Cielo nos acompañe y nos guie en este recorrido para gloria de Su nombre con la intercesión de Nuestra Señora de Lourdes y Santa Bernardita.



















