Oleksandra Oliynykova, la campeona que conquistó Tucumán con su tenis y su corazón

La ucraniana se consagró campeona del WTA 125 tras vencer a la egipcia Mayar Sherif por 3-6, 6-2 y 6-2. Más allá del resultado, dejó una historia de esfuerzo, ternura y conexión con el público tucumano, que la adoptó como una argentina más.

GRAN FINAL. El duelo decisivo se disputó ante un buen marco de público. La ucraniana Oliynykova se consagró campeona del WTA 125 de Tucumán. GRAN FINAL. El duelo decisivo se disputó ante un buen marco de público. La ucraniana Oliynykova se consagró campeona del WTA 125 de Tucumán. LA GACETA / Osvaldo Ripoll

Detrás de cada golpe hay historias, esfuerzo y sueños. El tenis es un deporte durísimo: cada paso cuesta como subir un escalón en una escalera infinita. Cada torneo guarda su propio relato y, a veces, las sorpresas escriben los capítulos más memorables. En Tucumán, el WTA 125 tuvo la suya: Oleksandra Oliynykova venció a la egipcia Mayar Sherif por 3-6, 6-2 y 6-2, y dejó su huella en una semana inolvidable, en la que los tucumanos la adoptaron como una argentina más.

No fue casualidad que el público celebrara a más no poder cada punto, ni que intentara levantarle el ánimo cuando las cosas no salían. Tampoco lo fue que, entre cambio y cambio, Oliynykova sacara de su mochila pequeños juguetes para regalar a los chicos en las tribunas. El cariño entre la jugadora y los tucumanos fue una constante, más allá del resultado. Y el triunfo terminó de sellar un lazo que, aunque pasen los años, quedará grabado en la memoria de los amantes del deporte.

El juego fue disputado y cambiante. Sherif sacó a relucir toda su experiencia durante el primer set: consiguió cuatro games consecutivos y se mostraba imbatible. Su potente brazo marcaba la diferencia; esa había sido su mejor arma durante toda la semana. La egipcia, actual top 60 y favorita del torneo, imponía jerarquía y ritmo desde la línea de base. En cambio, Oliynykova parecía superada por momentos: los primeros intercambios la encontraron incómoda, sin precisión y con el marcador en contra. Pero enfrente había una jugadora distinta, una de esas que no se quiebran ante la adversidad.

La ucraniana, de 24 años, se mantuvo serena, confiada en su plan y en su espíritu combativo. Pese al revés inicial, nunca perdió la concentración. Y así fue: poco a poco, empezó a encontrarle la vuelta al partido. Su tenis se volvió más profundo, con mayor variedad de ángulos, y descubrió una fisura en el juego de Sherif: el revés cruzado. Cada vez que apuntaba hacia esa zona, la egipcia respondía con menos solidez, y eso se transformó en una llave para revertir el rumbo del encuentro.

El segundo set fue el punto de inflexión. Oliynykova ganó confianza con el saque -alcanzó un 82% de primeros servicios efectivos, contra el 81% de su rival-, y su consistencia desde el fondo le permitió dominar los peloteos largos.

La diferencia estuvo en la eficiencia: ganó el 58% de los puntos con su primer saque, frente al 50% de Sherif, y además aprovechó ocho de las 15 oportunidades de quiebre que tuvo, mientras su rival solo concretó cinco de 13.

La ucraniana, además, mostró temple en los momentos clave. Cada break era celebrado por el público como si fuera un gol, y cada error forzado de la egipcia se convertía en un pequeño triunfo compartido. Con la energía de las tribunas a su favor, Oliynykova igualó el marcador con un sólido 6-2 y llevó el partido a un tercer set donde ya era la dueña emocional del encuentro.

En el último parcial, el dominio fue absoluto. Sherif intentó recuperar la iniciativa, pero su desgaste físico se hizo evidente. Los 95 puntos ganados por Oliynykova contra los 82 de su oponente reflejan esa superioridad.

Cuando selló el 6-2 final, Oliynykova celebró y se acercó al medio de la cancha para saludar a su rival. La cancha central del Lawn Tennis estalló en aplausos. No sólo había derrotado a una jugadora con mejor ranking y experiencia, sino que lo había hecho con una sonrisa y una conexión emocional pocas veces vistas en un torneo profesional.

El triunfo tuvo sabor a hazaña. Y no sólo por el resultado: fue la confirmación de que el tenis, incluso en su formato más solitario, puede ser un puente entre culturas, geografías y emociones. Oliynikova, tras el triunfo, no se olvidó de sus raíces: dedicó el triunfo a su padre, que es voluntario en la guerra entre su país y Rusia, y valoró el cariño de los niños en las gradas.

El WTA 125 de Tucumán se despidió así, con una campeona inesperada y una historia que quedará en la retina de todos los que estuvieron allí. Porque, a veces, el tenis no se trata solo de ganar o perder, sino de conquistar corazones. Y en eso, Oleksandra Oliynykova fue campeona absoluta.

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