Foto de Osvaldo Ripoll/LA GACETA.
Durante varias semanas, Atlético Tucumán vivió con el alma en vilo. Entre internas, reclamos de premios y una cadena de derrotas que expusieron al límite la paciencia del hincha, el equipo parecía caminar sin rumbo. Pero el domingo por la noche, en el "José Fierro", todo cambió. El 2-1 contra Godoy Cruz no fue solo una victoria: fue una liberación. El pitazo final desató un abrazo colectivo que mezcló lágrimas, bronca y alivio. El “Decano” aseguró su permanencia en Primera y, por fin, respiró.
El equipo de Hugo Colace se impuso con goles de Juan Morán, en contra, y Marcelo Ortíz, para cerrar un triunfo que valió una temporada entera. Apenas terminó el partido, los jugadores se desplomaron en el césped. Se buscaron, se abrazaron y miraron hacia la tribuna de la Chile, donde la hinchada gritaba como si hubiera ganado un torneo. Era el desahogo de todos: futbolistas, cuerpo técnico y miles de hinchas que durante días sintieron el peso del miedo.
La celebración fue de cara a la gente. Esta vez no hubo distancia entre el plantel y la tribuna: hubo conexión, hubo catarsis. Se cantó con la garganta rota, con rabia acumulada y con la necesidad de dejar atrás el clima enrarecido que habían dejado las caídas contra Instituto, San Lorenzo e Independiente, los pedidos de dinero y las discusiones internas. El “José Fierro” vivió una noche de fiesta, pero sobre todo de alivio.
El contraste con los días previos fue brutal. En poco tiempo, el vestuario que olía a conflicto se transformó en un grupo unido por el sufrimiento compartido.
Las diferencias se borraron en la cancha: donde antes había desconfianza, hubo entrega; donde había silencio, hubo gritos; y donde había tensión, volvió a aparecer la identidad que la gente pedía a gritos. Atlético jugó con el corazón, sabiendo que no podía fallar.
Sin embargo, no todo fue euforia. En medio de los festejos también se escucharon insultos dirigidos a la comisión directiva, especialmente al presidente Mario Leito. “El Deca va a salir campeón el día que se vayan todos los hijos de puta (sic) de la comisión”, gritaron los hinchas, descargando meses de frustración acumulada.
El triunfo no alcanzó para reconciliar a la gente con la dirigencia, pero sí para calmar una herida abierta.
En la zona de vestuarios, los protagonistas hablaron de unidad y compromiso. “El plantel siempre estuvo unido. Lo demostramos hoy; lo que pasó con San Lorenzo nos fortaleció. Colace vino a ordenar, a trabajar, y el grupo respondió en la cancha. Fue un partido que había que luchar, no jugar, y lo hicimos hasta el final”, dijo Guillermo Acosta, que brindó la asistencia del segundo y terminó exhausto, aunque con la satisfacción de haber cumplido.
"El grupo hizo un esfuerzo bárbaro y se lo merece", dijo Auzqui
Carlos Auzqui también destacó el esfuerzo colectivo. “Sabíamos que era una final y que había que ganar como sea. Lo hicimos en nuestra casa, con nuestra gente, y pudimos dejar a Atlético un año más en Primera. El grupo hizo un esfuerzo bárbaro y se lo merece”, reconoció el delantero.
Marcelo Ortíz, autor del segundo gol, fue más profundo en su análisis. “Fue un partido muy tenso, jugado con el corazón. El apoyo del banderazo fue clave: ayer los hinchas vinieron, hablaron con nosotros y pidieron que todos tiremos para el mismo lado. Eso ayudó mucho. Hoy se notó otro clima”, explicó.
La permanencia tiene un valor enorme. Significa tiempo, estabilidad y la posibilidad de volver a empezar. En un año en el que todo pareció romperse, la confianza, la relación con la dirigencia y hasta el ánimo del plantel, Atlético encontró un punto de unión en el esfuerzo y en la necesidad de sobrevivir.





















