De una carrera de 10K a la Maratón de Nueva York: la historia de una tucumana que cumplió un sueño
Celeste Ivetich comenzó a correr casi por impulso, para salir del sedentarismo. Lo que no imaginaba era que una carrera de 10K en Salta la llevaría, meses después, a cumplir el sueño de miles de corredores
No hay casualidades, dice Celeste Ivetich: hay señales. Y la suya apareció una mañana cualquiera, en una carrera de 10 kilómetros en Salta. Apenas había empezado a correr, casi por impulso, sin imaginarse que ese día iba a marcar un antes y un después. “Había estado en una etapa muy sedentaria de mi vida y mi intención fue comenzar a moverme para sentirme mejor”, contó.
Aquella carrera de New Balance fue la primera. Y también la que le cambió la vida. Apenas cruzó la meta, fue a tomar un café para celebrar su pequeña gran conquista personal. Lo que no sabía era que, mientras hacía su pedido, una amiga la llamaría para darle una noticia que parecía de otro mundo. Se había ganado el viaje para correr la Maratón de Nueva York. “Largué un grito en medio de la cafetería. Me pusieron en altavoz y me preguntaron si tenía visa. Respondí que sí y que ya iba para allá. Salí corriendo directo a recibir el premio”, recordó entre risas.
Ese día, dice, no podía creer la suerte que había tenido. “Correr en Nueva York es el sueño de muchos corredores y ese sueño se estaba haciendo realidad para mí”, expresó.
Celeste nació en Tucumán, pero pasó gran parte de su vida en Salta. A los 17 años volvió a esta provincia para estudiar Derecho. Hoy, con 25, es abogada y trabaja en la capital tucumana. Su historia con el running comenzó hace menos de un año, pero el proceso fue tan pero tan intenso que parece de toda una vida.
Cuando se enteró de que correría en Nueva York, entendió que tenía que prepararse en serio. “Sabía que para lograrlo necesitaba ayuda, así que me contacté con Lucas Santillán, mi entrenador, que tiene un grupo junto con Fabiana Vivanco. Es un grupo lleno de gente hermosa, con una calidad humana increíble”, destacó.
Entre risas, recuerda la pregunta que le hizo a Lucas: ¿Es posible correr una maratón en siete meses? “Él me dijo que sí, que íbamos a construir la base, la confianza y a conocer mi cuerpo mientras corría”, explicó.
Desde entonces, cada kilómetro fue una lección. Cambió su alimentación, su rutina, sus hábitos y, sobre todo, su manera de verse a sí misma. “Fue un proceso durísimo, pero increíble. Hubo días fáciles y otros imposibles, pero siempre tuve gente que me apoyó y me tiró para adelante”, expresó.
Descubrió también que el running es tanto físico como mental. “Cada paso que das cuando la cabeza te dice que pares es orgullo y felicidad después. Muchas paredes las ponemos nosotros mismos, y cuando las atravesás, entendés que podés dar mucho más de lo que creías”, reflexionó.
El viaje a Nueva York fue la coronación de ese camino. Llegó el jueves previo a la carrera, bajo una tormenta que le despertó miedo al clima. Pero el domingo amaneció perfecto, con cielo despejado, aire fresco y una ciudad expectante.
Eligió ir al punto de partida en ferry. En el trayecto, el amanecer iluminaba la Estatua de la Libertad. “Era un paisaje de película, parecía imposible estar ahí”, contó.
Cuando la carrera empezó, entendió lo que significaba correr en una de las maratones más emblemáticas del planeta. Había más de 59 mil personas avanzando por las calles de una ciudad brillante. “La organización es una locura, otro nivel. Yo salía en una de las últimas olas y veía cómo seguía llegando gente. No terminaban más”, relató.
Sus expectativas eran simples. Disfrutar y terminar. “Nada más importaba. Quería disfrutar cada kilómetro y agradecer por todo el proceso”, expresó.
New Balance le había regalado un kit con un cartel para escribir su nombre, y Celeste decidió llevarlo en el pecho. “Fue la mejor decisión. Escuché mi nombre mil veces. La gente te grita, te alienta, te lleva”, recordó.
Hasta el kilómetro 35, todo fue perfecto. Pero al llegar a la subida de la Quinta Avenida, el cuerpo empezó a exigirle más. “Ahí apreté el ritmo, quería llegar a esa meta y de la mejor manera”, dijo. Los últimos metros, ya dentro de Central Park, fueron un pulso entre la fatiga y el corazón. “Cuando crucé la meta, se me escaparon las lágrimas. Fue cerrar con broche de oro todo el esfuerzo y callar todas las dudas”, expresó con emoción.
La experiencia en la ciudad que nunca duerme le dio su medalla, claro que sí. Pero, por encima de todo lo material, le dio una nueva verisón de sí misma. “Encontré una parte de mí más confiada, más feliz y más segura”, resumió.
Antes de los 42K, Celeste había corrido los 21K de LA GACETA, su primera carrera de media maratón. “Fue ideal para probar la estrategia, la nutrición y la hidratación”, explicó. Esa prueba fue, sin saberlo, su ensayo general para el gran desafío que vendría después.
“Deseo que todos encuentren algo que les regale lo que yo encontré en el running. Derrumbar los propios límites te hace darte cuenta de que, por más grande o loco que sea, todo es posible”, concluyó. Nueva York quedó lejos, aunque no del todo. En cada entrenamiento, Celeste vuelve a probar hasta dónde puede llegar.






















