Los beneficios cerebrales pueden aparecer a los seis meses de comenzar una rutina de caminatas rápidas.
Investigadores de Harvard identificaron una actividad accesible que fortalece la memoria, mejora la función cerebral y ayuda a prevenir enfermedades neurodegenerativas. Caminar a paso ligero, una práctica cotidiana y gratuita, podría ser una de las herramientas más eficaces para disminuir el riesgo de Alzheimer y otras formas de demencia, según un estudio de la Universidad de Harvard.
Por qué caminar ayuda al cerebro
Tras seis meses de caminatas rápidas, los participantes del estudio mostraron un aumento en el volumen de regiones cerebrales vinculadas a la memoria y al pensamiento. Esto se tradujo en mejoras cognitivas medibles.
“Hay mucha ciencia detrás de esto”, explicó el doctor Scott McGinnis, profesor de Neurología en la Facultad de Medicina de Harvard.
La evidencia científica indica que el ejercicio regular:
Incrementa el tamaño de áreas cerebrales relacionadas con la memoria.
Favorece la formación de nuevos vasos sanguíneos.
Promueve la supervivencia de neuronas.
Reduce el estrés, la ansiedad y mejora el sueño.
Según la OMS, más de 55 millones de personas viven con demencia en el mundo, y el Alzheimer representa entre el 60% y el 70% de los casos. De ahí la importancia de una medida preventiva tan simple.
Qué tipo de ejercicio recomiendan los expertos
Aunque la caminata es la actividad más estudiada, otras prácticas aeróbicas —correr, nadar, andar en bicicleta o bailar— también muestran beneficios similares.
La profesora Chandramallika Basak, especialista en memoria de trabajo, destacó que quienes mantienen una alta aptitud cardiorrespiratoria pueden compensar el declive asociado a la edad.
El neurólogo argentino Alejandro Andersson agregó que el running y otros ejercicios aeróbicos mejoran la plasticidad cerebral y la liberación de endorfinas.
Incluso disciplinas suaves como tai-chi demostraron mejorar la atención, la planificación y el razonamiento verbal.
Cómo incorporar la caminata a la rutina
McGinnis recomienda tratar el ejercicio “como un medicamento”: algo que debe hacerse todos los días.
El objetivo: 150 minutos semanales de actividad moderada (como caminar rápido).
Para quienes recién empiezan:
Iniciar con 10 minutos diarios.
Aumentar el tiempo progresivamente.
Mantener un ritmo que acelere la respiración pero permita hablar.
Pequeñas caminatas después de las comidas también ayudan a estabilizar el azúcar en sangre y prevenir enfermedades cardiovasculares y metabólicas.
Resultados medibles en pocos meses
Los beneficios cerebrales pueden aparecer a los seis meses de comenzar una rutina de caminatas rápidas.
Un estudio de la Universidad Estatal de Colorado comparó tres grupos de adultos mayores sedentarios: caminata, baile y estiramientos.
Solo el grupo de caminatas mejoró la sustancia blanca cerebral y el rendimiento en pruebas cognitivas.
Además, caminar 40 minutos varias veces a la semana se asoció con menor riesgo de insuficiencia cardíaca en mujeres posmenopáusicas.
Una herramienta accesible para prevenir el Alzheimer
Caminar destaca por su accesibilidad: no requiere equipamiento, puede hacerse en cualquier lugar y se adapta a todos los niveles de condición física.
Incorporar este hábito cotidiano puede proteger la memoria, mejorar el bienestar general y reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas en el largo plazo.























